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CINEMA DE PERRA GORDA

PEYTON PLACE (1957, Mark Robson) Vidas borrascosas

PEYTON PLACE (1957, Mark Robson) Vidas borrascosas

Quizá a la hora de valorar la importancia o el peso de un productor en el Hollywood clásico –aunque la época del título que comentamos ya está en el declive del esplendor de dichos términos-, se podría destacar un título como PEYTON PLACE (Vidas borrascosas, 1957. Mark Robson). Y lo es fundamentalmente porque nos encontramos ante un film “de productor” –algo que los títulos de crédito subrayan desde los primeros compases de la película-, y que quizá en este caso concreto debería dar como resultado un film de relieve. Y señalo esta afirmación ya que estamos hablando de la figura de Jerry Wald, a quien en calidad de tal se deben un buen número de estupendas películas, en su mayor parte enmarcadas en la 20th Century Fox. En cualquier caso, creo que entre los títulos más reconocidos erigidos bajo la batuta de Wald se encuentran dos de los mejores melodramas amparados bajo el lujoso y elegante ámbito del cinemascope. Me estoy refiriendo a las excelentes AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957. Leo McCarey) y  BELOVED INFIDEL (Días sin vida, 1959. Henry King). Películas que curiosamente revelan rasgos comunes quizá pocas veces destacados pese a que finalmente sus derroteros estéticos y temáticos sigan caminos bien diferentes.

Pero en los distinguidos ejemplos antes señalados estamos hablando de Leo McCarey y Henry King, tal y como de este mismo periodo podríamos citar a Douglas Sirk. Son nombres que inevitablemente evocan una superación, sentido crítico y plástica formal a unos modos del melodrama que eran de gran éxito popular en aquellos años, bajo la denominación despectiva de “películas de mujeres”. Eran títulos que tenían como casi invariable cabeza de cartel a Lana Turner o Jane Wyman.

Y es precisamente la primera de las citadas quien encabeza el reparto –dentro de una propuesta eminentemente coral- de esta en su momento muy popular PEYTON PLACE, a la cual se puede etiquetar como perfecto exponente de esa forma de dar vida al melodrama, folletinesca y llena de trucos y artificios de guión, que en su momento se quiso caracterizar como aparentemente transgresora en la mirada sobre el sexo en la juventud norteamericana, pero a la que el paso de pocos años ha revelado en su carácter eminentemente conservador y conformista. No encontramos en esta película más que una larga sucesión de peripecias enmarcadas en la localidad que da título al film –tan bien ironizadas por Jerry Lewis en los primeros instantes de su magnífica THE LADIES MAN (EL terror de las chicas, 1961)-, ubicada en Nueva Inglaterra, en los años del inicio de la II Guerra Mundial y el momento del bombardeo a Pearl Harbor, con la consecuencia de implicación activa del ejército norteamericano. A partir de esas premisas se intentará mostrar el elemento hipócrita latente en el ciudadano medio estadounidense –muchas veces insidioso-, la lucha y combate entre generaciones y la búsqueda de identidad por parte de sus jóvenes ciudadanos.

Hay que reconocer que PEYTON PLACE se contempla sin demasiado tedio pese a su larga duración de más de ciento cincuenta minutos. En cualquier caso, y pese a su envoltura de producción, en muchas ocasiones vemos los profundos agujeros que genera esa intención de abordar un retrato coral que la mayor parte de las veces se caracteriza por su tono arbitrario y caprichoso, utilizando a unos personajes en detrimento de otros que son abandonados sin justificación alguna.

El innegable esplendor que sigue proporcionando el cinemascope –realzado por la excelente labor de William C. Mellor-, la magnífica partitura de Frank Waxman, o el intento de poetizar el conjunto de historias entrelazadas –esa quinta estación; la del amor, que nos narra en off Allison MacKenzie (Diane Varsi)-, no impiden que destaque poderosamente la clásica pero apagada realización de un Mark Robson que si bien muy poco antes había firmado la estupenda THE HARDER THEY FALL (Más dura será la caída, 1956), no es menos cierto que el éxito de este folletinesco melodrama le abrió las puertas para firmar otros aún peores como THE INN OF THE SIXTH HAPPINESS (El albergue de la sexta felicidad, 1958) o FROM THE TERRACE (Desde mi terraza, 1960) que ahogaron totalmente las habilidades artesanales que le habían hecho realizar algunos estupendos títulos –de entre los que destacaría su excelente debut bajo la égida de Val Lewton –THE SEVENTH VICTIM (1943)-. En este caso, esa relativa mezcla de placidez, convencionalismo melodramático y apatía no puede decirse que sea el mejor estímulo para hacer resaltar en la pantalla un material de base realmente endeble –pese a que interviniera como guionista el experto John Michael Hayes, es fácil detectar que la novela de Grace Metalious en la que se basa debe ser bastante olvidable-, y del que prácticamente solo podría resaltar la temperatura emocional que se logra alcanzar en pantalla en la secuencia de la despedida de los soldados –entre los que se encuentra Rodney Harrington (Barry Coe)-, situándose en el plano su joven esposa y en un lugar más discreto del encuadre abierto el apesadumbrado padre –Leon Ames-. Pocos instantes después, un travelling de retroceso nos revelará la ceremonia en la que se homenajea al joven “hijo de papa” que ha caído en combate, realizándose finalmente el contacto hasta entonces velado entre su padre y la esposa ahora viuda.

La verdad es que es un corto balance para este demasiado largo folletín, tan vistoso como insustancial y conservador –la arenga del Mr. Harrington a sus operarios apelando a la unión del obrero y el capital resultan cuanto menos sonrojantes; la vacua sensación de la comunidad de volver a la normalidad cuando se ha resuelto el juicio contra Selena Cross (Hope Lange)- y que fundamentalmente sirvió para lanzar a un puñado de jóvenes y en líneas generales efímeros nuevos rostros del cine norteamericano, de entre los que hay que destacar la entrega de la siempre excelente Hope Lange y el carisma demostrado por Diane Varsi al encarnar al personaje protagonista–forzado hilo conductor, y a los que cabría añadir la brillante veteranía de Lloyd Nolan (el doctor que finalmente revelará la verdad del caso de Selena), Betty Field (la sufrida madre de Selena, que llegará a suicidarse para huir de tanto sufrimiento contínuo), Leon Ames (como el acaudalado y dominante Sr. Harrington) o Mildred Dunnock (dando vida a la veterana profesora del instituto, que pese a sus deseos no logrará ejercer como directora de ese instituto al que ha dedicado toda su vida).

Calificación: 1’5

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