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CINEMA DE PERRA GORDA

ANOTHER TIME, ANOTHER PLACE (1958, Lewis Allen) Brumas de inquietud

ANOTHER TIME, ANOTHER PLACE (1958, Lewis Allen) Brumas de inquietud

Es bastante probable que, caso de ser recordada ANOTHER TIME, ANOTHER PLACE (Brumas de inquietud, 1958. Lewis Allen), lo sea únicamente por la presencia de un joven Sean Connery en uno de sus primeros papeles de relevancia cinematográfica. Cierto es que en su presencia en pantalla ya demostraba un carisma muy especial, unido al hecho de la importancia de su personaje para el devenir de la historia –aunque la misma en la acción se extienda a menos de un tercio de su metraje- y la ubicación de su presencia en el tramo inicial de la misma. En cualquier caso, personalmente me gustaría destacar las virtudes y al mismo tiempo el limitado alcance de esta producción, ubicándola dentro de ese conjunto de títulos filmados en Inglaterra como extensión de las filiales británicas de las majors hollywoodienses. Títulos que combinan la presencia de técnicos de aquel país, combinados con repartos protagonizados en líneas generales por estrellas norteamericanas y que, curiosamente, tuvieron un amplio caldo de cultivo en la narración de historias melodramáticas ambientadas sobre episodios vinculados en la Inglaterra de las postrimerías de la II Guerra Mundial. Me vienen a la mente títulos como el excelente CIRCLE OF DANGER (1950, Jacques Tourneur) o la posterior THE END OF THE AFFAIR (Vivir un gran amor, 1955. Edward Dmytryk), basada en la conocida novela de Graham Greene, años después de nuevo llevada a la pantalla por Neil Jordan. Resulta evidente afirmar que en este terreno, el cine norteamericano encontró un excelente caldo de cultivo, que al mismo tiempo brindó a su producción películas bien ambientadas, competentemente ejecutadas y, en algunos casos, definidas por una notable inspiración en el resultado. No puede, empero, decirse que con ANOTHER TIME… estemos ante uno de los exponentes más distinguidos de esta vertiente, pero no puedo dejar de señalar que –en la medida de sus posibilidades- me he visto gratamente sorprendido por la eficacia y ocasional intensidad de este melodrama, que tiene bajo mi punto de vista dos objeciones que le impiden apurar sus posibilidades. La primera de ellas es un mayor arrojo en la realización del ya veterano Lewis Allen, y la segunda –y reconozco que esta es una opinión muy personal-, el elemento distanciador que proporciona el protagonismo de la eternamente glamourosa Lana Turner, quien llega arruinar con el servilismo a su figura algunos de los instantes más atractivos de la película.

 

Nos ubicamos en el Londres de los instantes previos a la rendición nazi. En un contexto bélico se desarrolla el romance entre la norteamericana Sara Scott (Lana Turner) y el inglés Mark Trevor (Sean Connery). Los dos son periodistas, aunque ella lo sea de un periódico norteamericano y él de la BBC de radio, y viven con intensidad una relación de escasa duración, aunque existan inconvenientes de insalvable calado para consolidar sete sentimiento. En Sara existe el compromiso previo de boda existente con su jefe –Carter Reynolds (Barry Sullivan)-, pero para Mark el impedimento será mayor; es casado y tiene un hijo. Atormentado por su cariño hacia Sara y también hacia su entorno familiar, Trevor confesará esta circunstancia a su amante, sobrellevando ambos con insospechada entereza tal circunstancia. Los nazis se rinden y Mark deberá ir en vuelo hasta Paris para radiar la rápida rendición de los alemanes. De repente, el avión que traslada al joven reportero se estrella, quedando Sara en auténtico estado de schock. Aunque es ingresada en una residencia de reposo, no logrará recuperarse de su desolación, decidiendo finalmente dejar de lado el viaje a New York que le recomendaba Carter, en su deseo de visitar la pequeña localidad costera de Cornualles donde residía su enamorado. Llegará hasta allí, y de forma sorpresiva conocerá al hijo de Mark –Brian (el pequeño Martin Stephens, poco tiempo antes de ser el objeto de deseo de Deborah Kerr en THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton)- y su madre –Kay (Glynis Johns)-. Esta le invitará –de manera un tanto traída por los pelos- a quedarse en su casa, e incluso con el paso de los días ambas acordarán la elaboración de un libro que recopilara los contenidos de los programas más interesantes del fallecido, proyectando a través de ellos sus rasgos más personales. Esta estancia se tornará obsesiva para Sara, llegando a sentir a partir de la observación de su entorno, la presencia del ser amado ya fallecido. Será algo que compartirá con la esposa de este, aunque ocultándole la relación que le ligaba con Mark. De forma paralela hasta la tranquila población llegará Reynolds con la intención de llevarse de allí a Sara, aunque tendrá que prolongar su estancia debido a la insistencia de esta. La continuidad de esa permanencia no hará más que complicar la situación, hasta que la norteamericana confiese a Kay el pasado que le unió con su esposo, llevándose el desprecio de esta. No obstante, el testimonio de Alan, amigo de confianza de Mark –y en el que se adivina una futura relación con la viuda de este-, pondrá las cosas en su sitio, dejando bien clara la intención del desaparecido de retornar a su vida conyugal.

 

Mezclando a partes iguales aciertos y errores, citemos entre los segundos la casi nula ambientación bélica que adquieren las secuencias desarrolladas en Londres –apenas los instantes iniciales detallan la labor de los artificieros-, la molestísima servidumbre a los mohines de la siempre impoluta Lana Turner –supone un gran lastre en el conjunto, pero lo cierto es que probablemente sin ello, la película jamás se habría realizado-, algunos giros de guión poco convincentes –sobre todo la facilidad con la que Kay invita a la desconocida a introducirse en su vida-, y una ya señalada falta de arrojo en el relato, que impide que las posibilidades que emanan de su planteamiento dramático, fructifiquen en un conjunto más apasionado y perdurable. Pero pese a esa limitación de tono, no se puede negar en la película una encomiable capacidad de convicción, un conjunto de interpretación sólido y homogéneo –haciendo la excepción del divismo de mrs. Turner, sin duda el referente que eligió nuestra “Saritísima” a la hora de protagonizar sus películas tras el éxito de EL ÚLTIMO CUPLÉ (1957. Juan De Orduña)-, y el beneficio del espléndido look que proporciona el vistavisión en b/n, bajo la labor de Jack Hildyart como operador de fotografía. Sumado a estas cualidades, es innegable que la película destila en todo momento una notable elegancia, adquiriendo una extraña tonalidad una vez Sara llega hasta la pequeña localidad costera. Más allá del anacronismo de ver a la protagonista vistiendo abrigo de pieles a su llegada a una población dominada por su modestia, es innegable que a partir de dichos momentos, la labor de Allen logra trasladar al espectador esa sensación de permanencia en la huella del ser ausente. En este sentido, sin duda el fragmento más inspirado de un conjunto bastante ajustado, viene dado por las secuencias nocturnas que se desarrollan en el interior de la vivienda de los Trevor, donde un cierto aliento feérico y casi fantastique, se describe en largas panorámicas, que por momentos parecen indicarnos que el fantasma de Mark se encuentra presente, y culminarán con la caída del retrato que preside el salón de la vivienda. Es indudable que, caso de haber seguido ese sendero en un mayor porcentaje del film, el nivel general del conjunto le hubiera permitido un logro de mucho mayor calado. No obstante, lo logrado deviene bastante interesante –conviene destacar el paseo que Sara realiza por al acantilado, estando a punto de tirarse al vacío, pero reflexionando al contemplar un vuelo de palomas que ejercerá con auténtica metáfora existencial. Unos instantes en los que la presencia de forillos –que en primera instancia podría constituir un elemento en contra- contribuye a dotar de cierta irrealidad al momento-. Todo ello permitirá la suficiente fluidez y elegancia en su planificación, confluyendo finalmente en un relato atractivo, acertado a la hora de mostrar un conflicto centrado en el contraste y la influencia que un entorno puede mantener ante la ausencia de un ser querido. Una propuesta que hereda bastantes de las virtudes consustanciales al modo de producción inglés de aquellos años, y en el que pese a echarse de menos una mayor intensidad en su conjunto, nos encontramos con una película atractiva y medida, que en sus mejores momentos despliega fuerza y convicción. Eso si, a pesar de los mohines de mrs. Turner.

 

Calificación: 2’5

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