ILLEGAL (1955, Lewis Allen) Ilegal
Centrado de manera casi exhaustiva en el medio televisivo a partir de mediada la década de los cincuenta, lo cierto es que la figura de Lewis Allen se erige como la de un extraño artesano, en realidad desprovisto de personalidad en sus trabajos exclusivamente cinematográficos, sin que ello quepa por ello desdeñar algunos ocasionales logros en la misma. Es decir, si bien entre sus últimas obras encontramos títulos tan poco estimulantes como A BULLET FOR JOEY (El regreso del gangster, 1955), pero cerca de ella se encuentra SUDDENLY (1954), o unos años antes SO EVIL MY LOVE (1948) –el mejor de los títulos suyos que he podido contemplar-. Ello sin olvidar el prestigio –quizá algo desmesurado-, adquirido por la pese a todo atractiva THE UNINVITED (Los intrusos, 1944) que precisamente constituyó su debut en el largometraje. Es por ello que de ILLEGAL (Ilegal, 1955) no cabía esperar gran cosa –máxime viniendo tras la ya señalada y decepcionante A BULLET FOR JOEY-. Sin embargo, y sin encontrarnos ante un exponente especialmente memorable, no se puede negar que asistimos ante un film policíaco que desdeña abiertamente su inclusión en el noir –bajo mi punto de vista su mayor debilidad, pese a la presencia como coguionista de W. R. Burnett y el padrinazgo de producción de la Warner-, optando por erigirse –eso si- en un relato ameno, puliendo las aristas que en sus momentos más intensos podría proporcionar, en beneficio de una producción de serie B, erigida al servicio del siempre magnífico Eward G. Robinson.
En ILLEGAL, Robinson encarna a Victor Scott, un fiscal de casi implacable prestigio, quien logrará llevar a la silla eléctrica al presunto asesino pasional de una amante –un crimen percutante con el que se iniciará el film-. Sin embargo, una vez cerrado el caso, el testimonio de un delincuente en las puertas de la muerte invalidará tal acusación, pese a lo cual Scott no podrá evitar que el acusado en realidad inocente sea electrocutado. Ello conllevará su dimisión como tal fiscal, la pérdida del prestigio que albergaba hasta entonces –un proceso expuesto de manera un tanto burda-, y su decisión final de establecer un despacho como abogado, partiendo de la máxima de preferir la defensa de cien culpables, que la condena de un solo inocente –un aspecto que del mismo modo se encontrará desaprovechado en el relato-. Pese a todas estas objeciones y, sobre todo, a la sensación de desaprovechar la oportunidad de asistir a un film en el que se exponga una denuncia dura y contundente de la corrupción de los estamentos policiales y jurídicos de la época –tan ejemplarmente descritos en el díptico final rodado por Fritz Lang en aquel mismo año-, Allen no desaprovecha la ocasión de asistir al recorrido de un personaje que renacerá de la miseria personal en la que él mismo ha recaído –sobre todo merced a su experiencia y al dominio de los trucos de la profesión-, a través de la inesperada llegada a su cochambroso despacho de un cliente que ha realizado un desfalco. Será el inicio del ascenso de nuestro protagonista en el mundo de la corrupción, representado de manera especial en la figura del todopoderoso Frank Garland (Albert Dekker), un hombre que controla todos los negocios de la ciudad, parte de los cuales son fraudulentos, ya que posee incluso contactos en la propia fiscalía. Inicialmente, nuestro protagonista rechazará el ofrecimiento –lo que supondría estabilidad, riqueza y reconocimiento-, pero finalmente se verá abocado a ello, lo que le llevará a un enfrentamiento con el fiscal que le sustituYÓ, al defender a un acusado de asesinato que Scott librará de la condena a muerte por un método extremadamente arriesgado –jugándose su propia vida al ingerir el veneno en litigio como elemento del crimen-, integrándose en el mundo de Garland, aunque intentando marcaR distancias con un hombre que en el fondo desprecia.
ILLEGAL se complementará con personajes de menor calado que se integrarán con eficacia en su argumento central, como son la pareja formada por Ellen (la gélida Nina Foch) y Ray (Hugo Marlowe), de siempre ayudantes de Scott cuando este fuera fiscal, y que se casarán, aunque entre Nina y nuestro protagonista siempre se estableciera una relación de especial afecto. Ello propiciará una interesante subtrama, al introducirse en uno de ellos el enlace que Garland posee en la fiscalía –y que el espectador descubrirá desde el primer momento-. Lo que no llegará a imaginar es que ello llegará a provocar el enfrentamiento de los dos esposos y, en defensa propia, el asesinato de Ray por su esposa en defensa propia. Será la oportunidad deseada por Víctor para saldar una doble deuda con su pasado; salvar de una injusta condena de muerte a la acusada, derrumbando el imperio de Garland mediante el testimonio un tanto pillado por los pelos de la que fuera una de sus ocasionales amantes –la joven Jayne Mansfield- al tiempo que recuperar e incluso establecer una segunda oportunidad sentimental en su vida, al consolidar su relación con alguien que siempre fue especial para él.
Dentro de la amenidad que presenta ILLEGAL en todo momento. Dentro también de esa ausencia de mayor coraje a la hora de horadar en las flaquezas de un sistema que en aquel tiempo se encontraba aún inoculado bajo la enorme presión del macarthysmo, no faltarán en el film personajes y secuencias que, pese a disponer una importancia secundaria, dejan entrever lo que podría haber dado de sí el relato caso de haber introducido en él un mayor arrojo –como sí propondría en títulos de similares características cineastas como Samuel Fuller. Un ejemplo, ese periodista que no dejará de acosar a nuestro protagonista en sus momentos más positivos, para favorecer su candidatura como gobernador del estado. Sin duda el más revelador al respecto es el del joven y atildado Andy –que me recordó poderosamente al mucho más contundente Richard Rust de UNDERWORLD U.S.A. (1961) de Fuller-, encargado de efectuar la faena sucia del entorno de Garland, y que brindará la que quizá sea la secuencia más percutante del film; el asesinato del antiguo empleado que efectuara el desfalco presente en el relato, disparándole sentado en un banco y situando el revolver detrás de las páginas de un periódico. Una sorprendente ráfaga de garra narrativa, en un film que en líneas generales prefiere dirigirse al ámbito casi del melodrama de género, aunque en sus instantes finales recurra de nuevo a esa casi aniquilación de nuestro protagonista de manos de ese Andy que, al mismo tiempo, caerá bajo los balazos de los detectives que vigilaban a Scott en todos sus movimientos. Este llegará de nuevo a la vista tras la interrupción que ha solicitado, herido pero satisfecho de haber logrado concluir el juicio más importante de su vida.
Calificación: 2’5
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