PANDÓRUM (2009, Christian Alvart) Pandorum
Contemplar PANDÓRUM (Pandorum, 2009. Christian Alvart) meses después de hacerlo tras la controvertida y, para mi, magnífica PROMETHEUS (2012, Ridley Scott), es probable que incida en contra de esta, a la hora de establecer una innecesaria comparación entre ambas. Y es que, a fín de cuentas, el film del alemán Alvart, en resumidas cuentas se establece como una nada oculta y, del mismo modo, relativamente atractiva mixtura de diversas subtramas y temáticas ya tratadas previamente y –mucho me temo- con posterioridad, en el contexto de la ciencia-ficción de las últimas décadas. Una serie de influencias que podrían marcar esta película como una lejana continuidad de la estupenda SOYLENT GREEN (Cuando el destino nos alcance, 1973. Richard Fleischer), en la que se planteaba el tremendo problema de la imposibilidad de mantener recursos naturales suficientes para la superpoblación existente. Es indudable que encontramos del mismo modo ecos de ALIEN (Alien, el octavo pasajero, 1979. Ridley Scott) y también, y en este sentido es quizá donde la película flaquea más de cara a un espectador más exigente –aunque quizá complazca más a aquellos más dados a la simple espectacularidad-, a la hora de plasmar esas criaturas que pululan por la gigantesca nave que, con destino al planeta Tana, se ha venido dirigiendo durante varios años, al erigirse como único motivo de salvación de la especie humana –una especie de actualización del WHEN WORLDS COLLIDE (Cuando los mundos chocan, 1951, Rudolph Maté), aunque evidentemente seis décadas han dado mucho de sí a la hora de actualizar el aspecto formal y el diseño de producción del título que comentamos.
Nos encontramos en el interior de una gigantesca nave espacial, de la cual de repente se despertará y logrará liberarse de una celda de conservación muy especial el joven Cabo Bower (un Ben Foster que adecua su registro histriónico en una medida mucho más acentuada que en otras ocasiones). Cuando apenas recuerda ni las condiciones ni los elementos que han forjado su pasado, poco a poco vendrá a su mente el origen y destino de su propia apuesta. Será algo que facilitará la revitalización de otro de los tripulantes de dichas cámaras de hibernación. Este es su superior, el Teniente Payton (Dennis Quaid), a través de cuyo contacto irán recordando los motivos de la gigantesca misión que han protagonizado –hibernados- durante varios años; la de erigirse como representantes y avanzadilla de unos pocos miles de elegidos al mencionado planeta, del que se supone contiene las mismas condiciones de habitabilidad que una Tierra sobrecargada y sin posibilidad de futuro. Poco a poco, en PANDÓRUM nos encontraremos con otros supervivientes, como la luchadora Nadia (Amtje Traue), otro oficial negro Manh (Cung Le), y también un veterano oficial que en realidad solo pensará en sobrevivir atrincherado, en una las casi laberínticas dependencias extendidas a lo largo de una nave de interminables dimensiones. Pero sin duda, con lo que no contarán todos ellos, es con la presencia de unas monstruosas criaturas que se erigirán como auténticas armas mortales destinadas a eliminar cualquier vestigio humano, utilizándolos como comida. Y a ello se unirá la conciencia creciente de que el reactor que sostiene el mando del artefacto, en realidad se encuentra con pocas horas de posible actividad.
Como antes señalaba, PANDÓRUM ofrece la amalgama de diversos elementos que, curiosamente, y sin establecerse ninguno de ellos con un especial calado, al menos conforman un relato en el que su tensión interna permite mantener el interés del espectador en todo momento. Es algo que de antemano cabe señalar como positivo, aunque personalmente el abuso en la presencia de dichas criaturas, no dejen de recordarme aquellas que planteaba aquel célebre video realizado en la primera mitad de los ochenta por Russell Mulcahy para el grupo “Duran-Duran” –me refiero a “Wild Boys”, que en su momento provocó en mi un notable impacto-. No cabe duda que algunas de las secuencias en las que nuestros intérpretes se encuentran con dichas monstruosidades –como las finales en las que Bower tiene que camuflarse entre ellos para poder llegar al reactor, o el pequeño monstruo que no dejará de mostrar su maldad al aniquilar al oficial negro también en los últimos minutos- cabe unir con otros instantes en los que los supervivientes caen en una cenagosa laguna repleta de restos de infectos cadáveres-.
Pero con ser atractivos dicho fragmento, perdurarán en la memoria del espectador elementos más atractivos en PANDÓRUM, como el uso del sonido –presente en la totalidad del relato, y revelador del estado de casi ruptura del ordenador-, o la inserción en su guión de situaciones que quizá en alguna de ellas no se encuentren lo suficientemente aprovechadas. Una de ellas es sin duda la extraña relación existente entre Payton y Gallo –un magnético Cam Gigandet, presente en el film en la magnífica secuencia en la que el primero lo rescata de esos viscosos cables que no sabes si en realidad poseen vida propia-. Sin embargo, la realidad que liga a los dos personajes –de raíz metafísica-, no alberga el suficiente calado a la hora de ser explicada, aunque nos ofrezca los impactantes momentos en los que Payton encierre de nuevo a Gallo en una de las celdas de hibernación. Hay instantes en el film de Albart que devienen casi sobrecogedoras –como aquel en el que un anterior mando de la nave, se vio atenazado por la locura que da título al film, liberando cinco mil celdas de hibernación al espacio y, con ello, condenando a sus ocupantes a una muerte segura-. Serán aspectos como el cuidado diseño de producción que muestra todo el entramado del film –espléndidamente utilizado además-, o la sensación de extraña paz que mostrará Nadia a Bower, explicándole su cometido como bióloga, y enseñándole esa gigantesca colección y catalogación de especies vegetales y animales que, en definitiva, se ofrecen como una modernizada “Arca de Noé” –el elemento de implicación religiosa se encuentra presente en bastantes pasajes del film-, de cara a la repoblación de esa Tana en la que tienen depositadas todas sus esperanzas.
Así pues, entre un no siempre logrado equilibrio entre los servilismos a un film de acción futurista –aunque justo es reconocer, planteados con más acierto y equilibrio que en tantas otras muestras del género-, lo cierto es que PANDÓRUM se erige como una “pequeña gran película”. pequeña en la medida que no aporta grandes novedades en función de referentes previos más rotundos, pero relativamente atractiva al haber sabido articularlos con la debida habilidad, para lograr con ellos una propuesta revestida de la suficiente seriedad, y dotada finalmente de un extraño hálito de esperanza, con esos poco más de mil doscientos supervivientes –admirable la manera con la que estos emergerán de la nave cuando esta llega al suelo del nuevo planeta, y cuando todos creíamos que la supervivencia solo se manifestaría en la pareja protagonista-. En definitiva, PANDÓRUM aparece como una nunca novedosa, irregular, pero finalmente apreciable actualización de la ya señalada historia del Arca de Noé. En ella no faltará la referencia en un momento dado, al hecho de que en el periodo de tiempo en que la nave ha estado funcionando, la Tierra estalló, muriendo todos sus moradores –entre ellos la novia de Bower, a la que contemplaremos en ciertos flashes en ocasiones quizá innecesarios-.
Calificación: 2’5
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