APPOINTMENT WITH DANGER (1950, Lewis Allen) Reto a la muerte
El caso de Lewis Allen (1905-2000) es uno de los más singulares dentro del artesanado activo en Hollywood a partir de los años cuarenta. De entrada, por sus orígenes británicos, pasando por su vinculación artística en el ámbito teatral del West End londinense y también el newyorkino Broadway. Sería en la citada década de los cuarenta cuando se vincula al medio cinematográfico, desarrollando la parte más significativa de su carrera en la Paramount. Desde 1943 y hasta entrados los sesenta rodará una veintena de largometrajes, e imbricándose a partir de 1954 en una muy extensa y variopinta andadura televisiva. Lo cierto es que hasta la fecha he contemplado nueve de sus películas -cerca de la mitad de su filmografía- y la visión que me surge de las mismas es la de un profesional competente, sin estilo definido, pero donde se destilaba algo más habilidad en el manejo de atmósferas oscuras e inquietantes. Es este un elemento que marca las cuatro propuestas más interesantes de cuantas he visionado de su producción -THE UNINVITED (Los intrusos, 1944), THE UNSEEN (Misterio en la noche, 1944), SO EVIL MY LOVE (1948) y SUDDENLY (1954)-.
A partir de estas premisas, y señalando un tan discreto como apreciable nivel medio en sus películas, lo cierto es que APPOINTMENT WITH DANGER (Reto a la muerte, 1950) se sitúa en un peldaño inferior, dentro de un conjunto en el que no se ausentan buenos momentos, pero en el que se evidencian no pocos agujeros, que en buena medida proceden de un guion de escaso fuste, a pesar de estar elaborado al alimón por dos expertos como Richard Breen y Warren Duff. Se da la circunstancia, además, que fue este el último policiaco rodado por Alan Ladd para su estudio de siempre, allá por 1949, y que hasta dos años después no se estrenó en tierras norteamericanas -sí lo hizo en 1950 en Gran Bretaña, ya que los ejecutivos de Paramount aún deseaban que Ladd prolongara su continuidad en dicha major.
En cualquier caso, nos encontramos ante una película que, en su modestia, buscar atesorar bajo sus imágenes diversos objetivos, sin alcanzar ninguno. De entrada, sus instantes iniciales -que parecen retomar el policiaco verista instaurado por la 20th Century Fox varios años atrás- nos plantean junto a una molesta voz en off las excelencias del sistema de correos norteamericano. Una serie de planos de raíz documental efectuarán un inocuo recorrido en torno a diversas facetas del mismo, hasta adentrarnos en la inquietante y percutante plasmación del asesinato de un inspector de correos, en la nocturnidad de un motel, y el rápido proceso de sus dos autores para recoger y desembarazarse del cadáver. Lo harán ante una lluvia inclemente y contando con la inesperada presencia de la hermana Augustine (Phyllis Calvert), quien de manera casual se encontrará con Soderquist (Harry Morgan), uno de los autores del crimen.
Instantes después se nos presentará a Al Goddard (Ladd) un reconocido inspector de la compañía, de quien ya en el primer momento se destacará la insensibilidad de su personalidad, a lo que se unirá la eficacia de su tarea profesional. Y es que, en un segundo término, uno de los objetivos de la película se irá centrando en mostrar la evolución en la personalidad de Goddard, desde la dureza con la que lo contemplamos en sus primeros pasajes hasta la humanización que expresará al concluir su aventura, y en donde el contacto y la creciente sensibilización en torno a esta monja amenazada en su condición de testigo del crimen, tendrá una gran importancia. También en esta vertiente, podemos concluir que APPOINTMENT WITH DANGER deviene un relato fallido.
De todos modos, y aun reconociendo sus limitaciones y el cierto grado de formulismo que brinda un relato al que la pobreza de su guion incide de manera muy especial, no es menos cierto que su discurrir proporciona no pocos instantes dominados de atractivo, a los que ayuda no poco la inquietante iluminación en blanco y negro que proporciona el veterano John F. Seizt, porque no señalarlo, el sentido del ritmo que brinda la realización de Allen y, sobre todo, su mano diestra a la hora de incorporar cierta atmósfera a algunas de sus escenas. En realidad, la película se articula en las investigaciones de Goddard para dar con la pista de los autores del crimen inicial. Con rapidez dará con el paradero de Augustine y, con ella, poder acercarse a Soderquist, comprobando al mismo tiempo que este se encuentra ligado al poco recomendable Joe Regas (Jack Webb), y ambos han sido acogidos por Earl Boettiger (el siempre magnífico Paul Stewart), en apariencia honorable responsable de un modesto hotel. A partir de dichas pesquisas, y sin saber que Regas ha eliminado a Soderquist al temer que huya y, con ello, delatar su complicidad en el crimen, nuestro protagonista se infiltrará en el entorno de Boettiger, ya que planea llevar a cabo el atraco de una nómina de un millón de dólares, en uno de los desplazamientos de los operarios de correos. En ese doble juego, Goddard pondrá en peligro su vida, pero de esta manera el interior de su personalidad irá mutando, sobre todo en su constante deseo de proteger a la religiosa que ha conocido de manera profesional.
Dentro de estas circunstancias, incluso de situaciones proco verosímiles -uno no puede creer que actúe con anta facilidad en su doble juego, o que la amante de Earl -Dodie (Jan Sterling)- pueda resultar tan maleable-, hay que reconocer que de manera intermitente se disfrutan destellos de buen cine. Será algo que percibiremos en la breve y magnífica escena en que Augustine se encuentra paseando en el jardín del centro religioso donde se encuentra confinada, y resulta inmune de un intento de atentado, en una secuencia que por su atmósfera adquiere un aura casi fantastique, y que me parece la más atractiva de su conjunto. O en el terrible y tenso momento en el que Regas mata a golpes al patético Soderquist, precisamente con la pieza en bronce de uno de los zapatos de ese hijo al que no vio desde pequeño, como conclusión a un episodio de creciente angustia. Precisamente, el descubrimiento de su cadáver y el descubrimiento por parte de Paul Ferrar (Stacy Harris) -a quien previamente Goddard ha presionado- del doble juego del protagonista, huyendo en una tensa persecución nocturna en unos altos hornos, será otro de sus bloques interesantes. Finalmente, el clímax revestirá cierto interés, no solo en la demostración del fracaso del golpe sino sobre todo en la lucha entre los agentes y los asaltantes en una tensa secuencia nocturna, en donde destacará la creciente percepción por parte de Boettiger de la impostura de su asalto, que, en su último diálogo a Goddard, cuando el primero ya se encuentra cadáver, el segundo le confirme que dicho atraco se había realizado sobre dinero real. Lástima que la irregularidad del conjunto y la falta de fuerza en su pintura de personajes, impida valorar esta pequeña y formularia pieza de género, en unos años donde el noir aún albergaba notable fuerza.
Calificación: 2