A MATTER OF LIFE AND DEATH (1946, Michael Powell & Emeric Pressburger) A vida o muerte
Supongo que sería bastante fácil establecer diversas lecturas de un título tan –solo aparentemente- anticonvencional como A MATTER OF LIFE AND DEATH (A vida o Muerte, 1946. Michael Powell & Emeric Pressburger). Algo bastante asequible en la medida que su relativa singularidad, se presta a un amplio juego de disgresiones. Sin pretenderme extenderme en exceso, propongo tres posibles alternativas. La primera sería integrar A MATTER… dentro del conjunto de títulos amables de carácter sobrenatural que se produjeron en aquel periodo bélico –el ejemplo pertinente sería HERE COMES, MR. JORDAN (El difunto protesta, 1941. Alexander Hall). Otra mirada nos permitiría hablar de las influencias que retoma este título, acogiendo como referencia otras producciones británicas –y a este respecto, me tendría que remitir a la aparentemente lejana THINGS TO COME (La vida futura, 1936. William Cameron Menzies). Finalmente, cabría preguntarse que lugar ocupó esta película, dentro de la filmografía de un tandem tan singular como el formado por Powell & Pressburger en el seno del cine inglés. Podríamos decir a este respecto, que sería buscar la extrañeza dentro de una obra especialmente dominada por un expreso deseo de experimentación visual –lo que si bien proporcionó a The Archers de buena parte del interés a su obra, no es menos cierto que este se manifestó con ocasionales carencias, desequilibrios e irregularidades-.
Haciendo un pequeño balance de todos estos enunciados, podríamos concluir que en todos ellos el título que comentamos revela un cierto interés, aunque en ninguno de ellos se revela enteramente satisfactorio, en la medida que buena parte de sus propuestas, o bien han envejecido con el paso de los años –en pocos de los títulos de ambos directores en este periodo, se puede detectar una mayor superficialidad que en el que comentamos-, o no aportan nada nuevo en base a las referencias cinematográficas que retoman. Ello, obviamente, no quiere decir que nos encontremos con un producto olvidable –no es el caso-, pero sí cabría habar de una cierta regresión en sus resultados cuando paradójicamente esta película ofrece un avance formar en la andadura de sus realizadores, puesto que es el primero en el que utilizarán el color –un elemento de especial importancia en el tratamiento visual de su obra posterior-, aunque acentuando aún más si cabe el ejercer de auténtica “bisagra” en esta vertiente. Y es que la película incluye diversas secuencias –aquellas que se desarrollan en ámbitos sobrenaturales-, con un excelente blanco y negro.
Estamos ubicados en los instantes finales de la II Guerra Mundial. Tras un bombardeo a una ciudad alemana el piloto inglés Peter Carter (David Niven) se enfrenta con insólito optimismo ante la inminente llegada de su muerte. El avión que pilota está incendiándose en pleno vuelo, su copiloto yace muerto, y solo le restará la posibilidad de saltar del avión, adelantando su muerte unos instantes y evitando con ello perecer entre las llamas. Todas estas circunstancias las irá comentando en directo a una telefonista norteamericana -June (Kim Hunter)-, quien queda conmovida por la valiente actitud de quien espera la muerte incluso con sentido del humor, quedando ambos en encontrarse, aún cuando este se muestre como fantasma. La comunicación se corta de forma abrupta, mientras June llora desconsoladamente. Carter saltará del avión y aterrizará en una extraña tierra, que él inicialmente creerá que es el Paraíso. Pero no es así. Por extrañas circunstancias se ha salvado y podrá conocer a la persona de la que se había enamorado por comentarios telefónicos. Ello pronto devendrá en una insólita relación sentimental entre ambos.
Pero lo que no sabe nuestro protagonista, es que igualmente ha sido el sujeto de un error en el control que en el otro mundo se ofrece con las personas muertas. En realidad, él debería haber fallecido, pero un extraño fallo le ha permitido ganar unas horas de vida –nunca en la narración se hará mención a las causas de dicha incomprensible negligencia celestial-. Para intentar hacer entrar en razón a Peter, se desplazará hasta su entorno la figura de un ser guillotinado en la Revolución Francesa, que intenta inicialmente que Carter reconsidere su rechazo a abandonar la tierra, aunque posteriormente se ponga de su parte a la hora de asistir al juicio celestial, en el que podría delimitarse el hecho de tener que regresar al mundo existente tras la muerte, o en su lugar disfrutar del que ahora mantiene, con el amor que profesa a June. Todo ello permitirá una serie de secuencias de carácter divertido, en las que el tiempo se detiene para los intervinientes –excepto para Peter y el enviado celestial-, al tiempo que los síntomas que señala Carter se valorarán como fruto de la mente por parte de su amigo, el dr. Reeves (Roger Livesy), ya que este en ningún momento cree la versión sobrenatural. Sin embargo, la paradoja le llevará a morir en un accidente de tráfico mientras desea ayudar a Peter en una delicada operación cerebral, lo que le permitirá incluso ejercer como defensor del protagonista en la vista que se ha de desarrollar, para determinar su posible regreso al destino que para él permanecía estipulado, o puede disfrutar el amor que mantiene con June.
Ya lo señalaba al principio. A MATTER… es una muestra más de la aportación del cine británico y norteamericano a películas más o menos escoradas a terrenos sobrenaturales, que por un lado ofrecían un rasgo amable de la muerte, y por otro se solían desarrollar en ambientes bélicos. Quizá el referente esencial de esta tendencia lo abriera la mencionada HERE COMES…, pero tuvo ejemplos más o menos representativos como THE CANTERVILLE GHOST (1944, Jules Dassin), I MARRIED A WITCH (Me casé con una bruja, 1941. René Clair)… Estos y otros títulos mostraban una visión bastante cercana de la gran interrogante universal, intentando con ello mitigar los horrores y angustias propias de un periodo bélico, sobre todo para públicos potencialmente femeninos o cuyas familias se encontraban en el frente. En este sentido, el film de Powell & Pressburger no aporta ningún elemento de verdadero interés, aunque bien es cierto que se sitúa entre las propuestas más atractivas de este subgénero.
Por otro lado, es fácil de deducir que ese aire grandilocuente y, al mismo tiempo, terriblemente atractivo a nivel escenográfico, que suponen las secuencias que muestran elementos de ese “otro mundo” tras la muerte, resultan con mucho lo más perdurable del conjunto. Narradas por lo general en blanco y negro –en contraste con el color utilizado en las secuencias “terrenales”-, predomina en ellas la magnificencia de sus escenografías –esas escaleras interminables punteadas con estatuas que representan grandes figuras de la humanidad-, aunque también se pueda asistir a una visión irónica de los lugares y modos con que se “recluta” a los fallecidos, que van llegando hasta allí a todas horas. Esta parte de la película, destaca también en la ampulosidad con la que se ofrece la celebración de la vista –un plano general final nos muestra un foro circular en el que se congregan millones de personas, integrado en el conjunto del universo-. No obstante, incluso en esta vertiente, la película destaca por su carácter discursivo y moralista, reiterándose una serie de consignas entre el defensor y el fiscal de la causa –interpretado por Raymond Massey-. A este respecto, la presencia de dicho veterano intérprete, nos lleva a reconocer una notable influencia de esta película sobre la mencionada THINGS TO COME, con la que comparte su apuesta por magníficas y gigantescas escenografías y también la simpleza de buena parte de sus propuestas temáticas, además de tener en ambos títulos a Massey como intérprete destacado.
Finalmente, me gustaría hablar de lo que pudo suponer A MATTER… en el futuro de la andadura de Powell & Pressburger. Y es evidente que nos hemos de referir de nuevo a ese carácter de “bisagra” que define la propia elección cromática de sus imágenes. En esta película es cierto que los británicos siguen demostrando su escaso respeto a la narrativa convencional, pero lo cierto es que a partir de este momento se inclinarán hacia títulos utilizando de forma sofisticada el color, embarcándose en una serie de experimentos cinematográficos sin duda interesantes a priori pero que, a mi juicio, en pocas ocasiones mejorarán su brillante andadura de los años cuarenta. Es por ello que, a ese nivel, A MATTER OF LIFE AND DEATH supone una propuesta de gran importancia, ya que por lo demás nos encontramos con un resultado tan en ocasiones grandilocuente, como finalmente menguado en su real interés. Queda, eso es innegable, como un título aparentemente innovador, representativo de su cine, pero bastante envejecido en unas formas, que por otro lado otros habían logrado plasmar de manera más sincera y eficaz.
Calificación: 2’5
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