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CINEMA DE PERRA GORDA

AT GUNPOINT (1955, Alfred L. Werker) Así mueren los valientes

AT GUNPOINT (1955, Alfred L. Werker) Así mueren los valientes

Las pocas referencias que he leído sobre AT GUNPOINT (Así mueren los valientes, 1955. Alfred L. Werker), hablan de la misma en tono despectivo, al definirla con rapidez como una versión bastarda del referente brindado por Fred Zinnemann en HIGH NOON (Solo ante el peligro, 1952). Sin duda, con ello nos tenemos que enfrentar con una de las películas más controvertidas del cine norteamericano –otra sería ON THE WATERFRONT (La ley del silencio, 1954. Elia Kazan)-, precisamente por los elementos discursivos que se planteaban en sus imágenes. Partiendo de la base de que me gusta HIGH NOON –aunque no la tenga como una obra maestra-, tampoco veo  especial motivo para que el título de Zinnemann pueda ser comparado, menospreciando al que aquí nos ocupa. Es más, si tuviéramos que recordar aquellas propuestas del western que de forma sutil mostraban un matiz crítico con el maccarthysmo, cierto es que no deberían dirigir su mirada hacia el celebérrimo film de protagonizado por Gary Cooper. En su oposición, el referente debería estar centrado en SILVER LODE (Filón de plata, 1954. Allan Dwan), mucho más contundente en esa visión de denuncia –a nivel metafórico-, de la historia que marcó aquel periodo. Y es sin duda el film de Dwan la base retomada por los responsables de la película -producida por la Allied Artists dentro de los márgenes de la serie B-, y que nos viene a recordar que el género americano por excelencia tuvo un marco generalmente poco apreciado para mostrar esa sensación de desasosiego e incomodidad que este periodo adquirió en la vida americana. Cierto es que huella de ello podemos detectarla en todas las variantes que el cine de géneros mantenía en aquel tiempo, pero no es menos evidente que la aportación en esta parcela del western ha sido siempre una de las menos valoradas y apreciadas. En este sentido, pienso con sinceridad que la película de este veterano y eficaz artesano que fue Alfred L. Werker –ya en los últimos compases de su carrera cinematográfica-, se ofrece como una aportación nada desdeñable en dicha vertiente. Una pequeña producción que delimita los perfiles de un relato en el que, con pasmosa facilidad, un personaje respetado e integrado en la sociedad puede salir del anonimato y convertirse en un héroe, y con idéntica rapidez y precisamente a través de su condición como tal, se convierte en un personaje molesto cuya colectividad desea exterminar. Sinceramente, la historia y el guión de Daniel B. Ullman bien podía haber evolucionado en su desarrollo para convertirse en una aguda sátira del estilo de las que pusiera en práctica poco más de una década atrás Preston Sturges, logrando sin embargo el equilibrio de desarrollarse con notable contundencia en su perfil dramático.

 

En la apacible y próspera localidad tejana de Plainview tiene lugar un atraco, del cual se defenderán algunos de sus ciudadanos. Uno de ellos, el respetado dueño del almacén –Jack Wright (Fred MacMurray)-, logrará batir con un disparo furtivo a uno de los atacantes, salvando el botín y provocando la huída del resto de asaltantes. Repentinamente, Wright se convertirá en un héroe a pesar suyo, recibiendo el cariño de los habitantes, y sintiendo el orgullo de su propia familia; su mujer, Martha (Dorothy Malone) y su hijo Billy (Tommy Reting, el niño de THE 5,000 FINGERS OF DR. T (Los 5.000 dedos del Doctor T, 1953. Roy Rowland)). Dentro de esa repentina aura laudatoria, Wright rechazará incluso el puesto vacante de “sheriff”, pero no contará ni él ni el resto de vecinos con el afán vengativo del jefe de la banda –Bob Dennis (el siempre poderoso Skip Homeier)-. Ello propiciará el asesinato del nuevo sheriff, llevando a la población el fantasma del miedo. Tan repentinamente como fue coronado como héroe, Wright será considerado un ser molesto para la cotidianeidad de la ciudad. Muy pronto su tienda se verá ausente de clientes, sus hasta entonces amigos le eludirán, ese recelo se mostrará incluso hasta por sus seres más allegados –su mujer e hijo llegarán a sucumbir, siquiera sea fugazmente, ante el aura de rechazo que produce la persona que daría todo por ellos-. El asesinato del hermano de Martha por parte de Dennis –en unas balas que iban destinadas a Jack-, provocará una insolidaria reacción de la colectividad que llegará a pedir al protagonista que abandone la localidad. Una petición de la que solo quedará excluida la lucidez demostrada por el veterano médico de la localidad –Doc Lacy (una estupenda composición de Walter Brennan)-, quien desde el primer momento intuirá el devenir de los acontecimientos.

 

No cabe duda que los compases finales de AT GUNPOINT se resuelven con un alcance excesivamente convencional, que diluyen en cierto modo lo logrado a lo largo del metraje. Sin embargo, esto no es poco. La progresión de su guión y la firmeza de su realización, logran trasladarnos a una atmósfera casi opresiva –especialmente destacables son los momentos que se desarrollan en torno al protagonista en el saloon de la localidad, cuando su figura es visiblemente interpretada como un tumor molesto-, y donde la hipocresía bienpensante de una sociedad es puesta en entredicho de una forma tan lógica como demoledora. En esta ocasión, esta capacidad de transformar –o, mejor dicho, de revelar lo más profundo de sus prejuicios y pensamientos-, llega a trasladarse al entorno íntimo del protagonista con una serie de apuntes y diálogos que encuentran especialmente en la turbadora agresividad de Dorothy Malone una sensación de incomodidad en su actitud con la persona a la que ama, y que le llevará a vivir incluso el asesinato de su bondadoso hermano –ofrecido además con una planificación percutante y llena de fuerza-. Es probable que las limitaciones de presupuesto y producción impidieran apurar hasta sus últimas consecuencias los planteamientos de la película, pero no es menos tangible que su alcance no conviene ser menospreciado, revelando que la influencia del miedo en un contexto conciliador puede revertir como caldo de cultivo para que aflore lo más censurable de la propia condición humana. Esa circunstancia lograda en buena medida, o el especial cuidado que se ofrece en el personaje encarnado por el veterano Brennan –que se convertirá en la conciencia crítica y distanciada de la colectividad-, permite mirar con bastante simpatía un pequeño relato al que su propia codificación como género o modelo de producción, lleva aparejada una cierta dosis de talento de planteamiento, desarrollo y eficacia específicamente cinematográfica.

 

Calificación: 2’5

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