SHOCK (1946, Alfred L. Werker) El susto
La joven Elaine Jordan (Lynn Bari) se desplaza hasta un hotel para reunirse con su marido –el teniente Paul Stewart (Frank Latimore)-. Alistado en la guerra, hacía dos años que lo daba por perdido, por lo que este retorno se plantea para ella como un reencuentro con la felicidad cotidiana. Pero parece que ese anhelo se le resiste. A punto está de no poder ocupar la habitación del hotel que tenía reservada, llevando a la muchacha una repentina intranquilidad. Intentando relajarse, contemplará una conversación que poco a poco adquiere tintes más sombríos entre un matrimonio que discute la llegada de un divorcio. El enfrentamiento culminará con el asesinato por parte del marido a su esposa, que Elaine contemplará horrorizada y sin capacidad de reacción. A la mañana siguiente, Stewart se reunirá con la muchacha, pero la encontrará en la habitación en estado catatónico. Los responsables del hotel intentarán ayudarla a salir de su shock contando con la colaboración del prestigioso Dr. Richard Cross (Vincent Price). Solo hay un pequeño problema, Cross es el nada premeditado asesino. Él no sabe que su inesperada paciente fue testigo de su crimen, pero cuando poco a poco logre devolverle a la conciencia, advertirá que con ella encuentra un impedimento para lograr que dicho crimen –que ha logrado sortear simulando un accidente de su esposa en su casa de campo- quede solapado, y con ello proseguir en la relación que mantenía con su ayudante.
A grandes rasgos, el sencillo planteamiento argumental de SHOCK (El susto, 1946. Alfred L. Werker), nos remite a una muestra más de esa larga corriente del thriller de índole psicoanalítica, que durante la segunda mitad de la década de los años cuarenta, tuvo un enorme protagonismo en el cine norteamericano que marcó la producción desarrollada en el periodo correspondiente a la II Guerra Mundial. Una tendencia que con el paso del tiempo es fácil denostar, sin duda desigual en su resultado, pero en la que se esconden numerosas muestras de interés, y en la que se aplicaron realizadores de la talla de Lang. Hitchcock o Preminger. Dentro de este contexto, no sería pertinente ubicar SHOCK entre los exponentes más valiosos de esta vertiente. Pero del mismo modo tampoco se puede negar, dentro de su discreción, la moderada eficacia de su resultado. En poco más de setenta minutos y de la mano de ese competente artesano que fue Alfred L. Werker, nos enfrentamos ante un eficaz relato de suspense, claro exponente del departamento de serie B de la 20th Century Fox. Un producto que atesora numerosos de los tópicos inherentes a este subgénero cinematográfico, y del que indudablemente destaca el desaprovechamiento que se realiza de algunos personajes secundarios –pienso sobre todo en la escasísima entidad que alcanza el teniente que vuelve de combate, interpretado con atonía por Frank Latimore-. Sin embargo, el conjunto resulta atractivo, Werker confía su eficacia en una narrativa ligera desprovista de elementos chocantes, confiando en una planificación adecuada. Cabría destacar igualmente una excelente dirección artística –por momentos se tiene la sensación de estar presente en algunos de los interiores que poco tiempo sirvieron como marco a algunas de las secuencias de LAURA (1944. Otto Preminger)-, que logra proporcionar un especial rasgo de identidad a un guión eficaz pero sin especiales elementos de interés.
Sin embargo, el gran atractivo de SHOCK viene dado por suponer el primer papel protagonista del gran Vincent Price tras varios años como característico en el estudio de Zanuck –también presente en el reparto de la mencionada LAURA, cuya sombra está presente en buena parte del film, aunque en apariencia este esté centrado en rasgos divergentes-. Price compone un retrato magnífico, aún sin penetrar en su totalidad en esa vertiente siniestra y malsana que acuñaría al año siguiente en DRAGONWICK (El castillo de Dragonwick, 1947. Joseph L. Mankiewicz). En su oposición, logra un personaje matizado en el que se atisban los rasgos de personalidad de un ser inseguro bajo el aparente manejo de su profesión, pero dominado en realidad por el influjo de su amante. Todos estos matices en realidad rodean al único personaje definido como tal en la función, en una película escueta, elegante en su diseño de producción, honesta en su planteamiento y puesta en escena, que si bien no puede calificarse más que un título de complemento de cartelera en el cine norteamericano de la segunda mitad de los cuarenta, mantiene los mimbres de un producto elaborado con innegable convicción.
Calificación: 2
2 comentarios
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Muchas gracias por tu matización... Sabes que las erratllas aparecen
hasta en las mejores familias ¡con que en las peores, jajaja!
Un abrazo,
Juan Carlos
El 21/04/11, Blogia
JORGE TREJO -