O. HENRYS FULL HOUSE (1952, Howard Hawks, Henry King, Henry Hathaway, Jean Negulesco y Henry Koster) Cuatro páginas de la vida
Cada país alberga en su cultura popular una serie de autores, referentes y símbolos, que supieron mediante sus cualidades artísticas, no solo penetrar en esa entraña que determina la identidad de un colectivo, sino al mismo tiempo mostrarla con la suficiente dosis de lucidez. Ello les permitía brindar una mirada afectuosa e irónica a partes iguales, en torno a un contexto social y humano que conocían a la perfección. De alguna manera, intuyo que tal definición podría encajar con la figura del extraño escritor estadounidense O. Henry, seudónimo de William Sidney Porter (1862 – 1910), quien llevó una vida extravagante que paralelamente le permitió esa visión lúcida y distanciada, entroncada con las raíces estadounidenses. Es algo que pondría en marcha en los primeros años del siglo XX, sobrellevando una andadura vital que incluso le llevó a la cárcel.
Se trata sin duda de una premisa interesante, que permitió a la 20th Century Fox una de sus apuestas dentro del cine de episodios, para la que se contó con buena parte de los mejores valores de estudio. Esta circunstancia es la que favoreció la presencia en O. HENRY’S FULL HOUSE (Cuatro páginas de la vida, 1952) de nombres tan importantes –y ligados al estudio de Zanuck- como Hawks, King, Hathaway, Negulesco y Koster, implicados en la realización de sendos episodios. De ellos, conocido es el hecho de que el dirigido por Howard Hawks jamás se insertó cuando la película fue estrenada en nuestro país. De ahí el título utilizado, que en modo alguno refleja la realidad de la producción. Afortunadamente, el paso del tiempo nos ha permitido acceder a la película en su concepción original, mostrando en su configuración una armoniosa unidad dentro del look que la Fox mantenía en su producción de aquellos años –por la que siempre he mantenido una especial debilidad-. Esa circunstancia proporciona una extraña unidad, pese a que los cinco episodios de que consta difieran en sus configuraciones e incluso en los géneros abordados, contando todos ellos con la introducción del escritor John Steinbeck, quien aparece entre capítulo y capítulo introduciendo un breve perfil de cada uno de ellos. La apuesta, es indudable, va destinada al consumo popular de los espectadores de la época, pero ello no evita que nos encontremos con un producto inteligente y bien modulado, en el que de alguna manera se alternan géneros y contextos dispares –al mismo tiempo ligados a la producción del estudio en aquellos años-, sin por ello evitar tener una valiosa sensación de coherencia en el conjunto mostrado. Episodios, fábulas y cuentos inicialmente inconexos entre sí, que coinciden sin embargo en ese conocimiento profundo de las costumbres e idiosincrasia americana, insertando en su seno una visión sardónica de ese conjunto de virtudes que, en teoría, adornan la personalidad de sus gentes, bien que estos en ocasiones vayan envueltos y bañados en melancolía o emotividad.
Es algo que se manifestará en el capítulo inicial –The Cop and the Anthem- dominado por su alcance de comedia irónica, y destinado al lucimiento de un divertido Charles Laughton. Pese a la pesadez que definieron los títulos -posteriores y más conocidos- de su artífice, en esta ocasión Henry Koster supo encauzar con eficacia la historia de Soapy (Laughton), un veterano vagabundo que no implora la caridad de nadie en sus acciones –un personaje de psicología bastante similar al que encarnaba el propio intérprete en el ya un tanto lejano episodio dirigido por Ernest Lubitsch para la coral IF I HAD A MILLION (Si yo tuviera un millón, 1932. Lubitsch, Cruze, McLeod, Roberts, Seiter, Taurog y Mendes)-, y que finalmente encontrará una divertida conversión espiritual al asistir a una misa de nochebuena, lo que no le evitará ser juzgado y llevado paradójicamente a la cárcel, cuando realmente se había planteado la posibilidad de reinsertarse como un ciudadano digno y normal. Llevado con buen pulso, no es sin embargo uno de los episodios más notables, en un conjunto que tiene la habilidad de insertar estos relatos en una creciente línea de interés.
Un sendero que tendrá un exponente más logrado con el segmento dirigido por un especial sentido del pulso cinematográfico por Henry Hathaway –The Clarion Call-, en el que se relata el interés de un honrado agente de policía –Barney Woods (Dale Robertson)- por detener al autor de un asesinato –Johnny Kernan (Richard Widmark)-, del que reconoce una prueba que implicaría su culpabilidad, puesto que resultó ser un compañero de colegio. Magníficamente delimitado en su ritmo, contiene un notable private joke al permitir que Widmark rememore su inmortal criminal Johnny Udo en KISS OF DEATH (El beso de la muerte, 1947) del propio Hathaway –atención a los estallidos de risa que continuamente provoca, y al peculiar tono de su voz-, pero al mismo tiempo plantea en su desarrollo un auténtico apólogo moral en torno a la relación de ambos personajes. Y es que en el pasado, Kernan prestó a Woods mil dólares que sirvieron para que este saldara una difícil deuda de juego. El planteamiento policiaco, la contraposición de caracteres y la creciente importancia del periodismo en torno a la vida americana –presente en varios de los títulos de Hathaway, como CALL NORTHSIDE 777 (Yo creo en ti, 1948)-, se pondrán de manifiesto en un relato que logra articular un creciente interés, culminando con una conclusión tan lógica como sorpresiva.
Aunque no cabe duda que en el conjunto de O. HENRY’S FULL HOUSE se encuentran presentes cineastas de mayor calado, no puedo dejar de reconocer en el capítulo titulado The Last Leaf una auténtica pieza maestra, alternando dos historias de características contrapuestas, que finalmente confluirán en un resultado que roza lo conmovedor. Estábamos en un periodo en el que el cine del rumano Jean Negulesco se encontraba en uno de sus mejores momentos de capacidad melodramática, y ello se manifiesta desde los primeros instantes al mostrar un ambiente invernal de especial dureza, que nos servirá para atisbar el abrupto final de la historia de amor que mantiene Joanna Goodwin (Anne Baxter) con un actor sin escrúpulos. Dotado de un especial alcance feérico, el segmento muestra la brusca recaída en enfermedad de Joanna, siendo atendida por su hermana Susan (Jean Peters), aunque la propia enferma se resista a recuperarse de su dolencia. La historia se unirá al devenir de un extravagante pintor –Berhman (Gregory Ratoff)- que realiza arte moderno y prácticamente tendrá que subsistir malvendiendo unos cuadros que nadie comprende. Sin embargo, para él existirá una insólita manera de redimir el fracaso de su existencia, y al mismo tiempo colaborar en la recuperación de la enferma, que ha ligado obsesivamente su futuro a las hojas de una hiedra que se van desprendiendo en una vieja pared que contempla desde su ventana. El alcance dramático de la resolución de la historia, producirá los instantes más emotivos de toda la película.
En contraste con esa visión dramática, el episodio dirigido por Howard Hawks –The Ranson of Red Chief- se inserta de lleno en un contexto de comedia, aportando en su configuración elementos que por un lado nos pueden evocar la popular pareja de Laurel & Hardy, y por otro adelantan aspectos y elementos que posteriormente explotará el gran realizador en algunas de sus posteriores comedias –como, por ejemplo, MONKEY BUSINESS (Me siento rejuvenecer, 1952) o MAN’S FAVORITE SPORT? (Su juego favorito, 1964)-. La historia planteará la desventura de una pareja de extorsionistas –encarnados por Fred Allen y Oscar Levant- que tienen la desgracia de secuestrar al pequeño hijo de una familia de rancheros, revelándose mucho más peligroso de lo que estos siquiera imaginaban. La justeza en el trazo y la dosificación de sus elementos cómicos –entre los que destaca su irónica conclusión-, permiten la inclusión de este capítulo en cualquier antología de la comedia hawksiana.
Por último, The Gift of the Magi permite a Henry King la plasmación de una divertida fábula de ambiente navideño, en el que su prisma romántico y la delicadeza consustancial a su cine, se describirá alrededor del deseo de dos jóvenes esposos –recreados con especial química por Jeanne Crain y el generalmente blando Farley Granger- de lograr el regalo de navidad deseado para su respectivo consorte. La limitación de recursos de ambos les obligará a ingeniárselas para poder complacer a la persona que aman, brindando una tan irónica como extraña conclusión al lograr sus intenciones: los regalos recibidos no pueden ser utilizados, ya que ambos han vendido aquello que podía ser el objeto de lucimiento de su respectivo consorte. King logra insertar en las coordenadas de su cine una historia que trata con ese alcance casi misticista, y una mirada comprensiva con la que siempre trató a sus personajes y sus vivencias, sin por ello evitar aplicar ese distanciado y esperanzador contrapunto final. Una conclusión que revelará la manifestación más profunda de los sentimientos existentes en sus protagonistas, manifestados en un contexto esencialmente navideño.
Y es que, como una extraña mixtura entre Dickens y la vertiente Americana del cine USA, O. HENRY’S FULL HOUSE deja en el espectador el regusto final de haber conocido e incluso amado a unos seres, que O. Henry plasmó en sus relatos. Una mirada aguda sobre los modos de vida de la Norteamérica de principios del siglo XX, que esta producción supo atisbar en sus imágenes a partir de un contexto de cine popular, sin que ello obviara la inspiración de cuantos participaron en el proyecto y el general atractivo de su resultado.
Calificación: 3
2 comentarios
Nike Shox Turbo -
New Balance Sneakers -