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CINEMA DE PERRA GORDA

THE BITTER TEA OF GENERAL YEN (1933, Frank Capra) La amargura del General Yen

THE BITTER TEA OF GENERAL YEN (1933, Frank Capra) La amargura del General Yen

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de poder acceder a THE BITTER TEA OF GENERAL YEN (La amargura del General Yen, 1933), basándome por un lado en el grado de cierto culto que la película posee y, fundamentalmente, por el interés que desde hace bastante tiempo siento por la obra de su realizador, Frank Capra. Por fortuna, parece que aquellos apelativos tan poco afortunados –pero tiempo atrás tan utilizados – de la “abuelita Capra”, forman parte del pasado, reconociéndose la valía de una trayectoria en la que, como es lógico, se encuentran obras de variable interés, pero en cuyo conjunto se encuentra una aportación de notable calado en diversos géneros –no solo en la comedia, quizá en el que su obra ha sido más reconocida-. Pero, por resumirlo de alguna forma, la obra de Capra se encuentra definida en una mirada genérica, basada en la apuesta por dramas desaforados vestidos por ropajes pertenecientes a otros géneros –de forma especial el ya citado de la comedia-. De alguna manera, el título que nos ocupa se integra en dicha vertiente, como lo hace también emergiendo como uno de los referentes más lejanos de esa extraña fascinación que el cine norteamericano manifestó a la hora de buscar marcos y argumentos exóticos para plantear parte de su producción. Es una tendencia que Joseph Von Sternberg pondría en práctica en algunos exponentes de su obra, y que pocos años después del título que nos ocupa, también se manifestaría en obras tan atractivas como THE GOOD EARTH (La buena tierra, 1937. Sidney Franklin) o la previa THE GENERAL DIED AT DAWN (El general murió al amanecer, 1936. Lewis Milestone), junto a otras de menor relieve.

 

Sin embargo, si algo destaca en el primer tercio de THE BITTER TEA... es el dinamismo cinematográfico que plantea el seguimiento cinematográfico de la historia de Grace Zaring Stone, trasladada en forma de guión por Edward E. Paramore Jr. Desde los primeros fotogramas, asistiremos al efluvio de la conflictividad existente en el Shanghai de la Guerra Civil en China que se disputó en la primera década del siglo XX. Una serie de planos de masas embrutecidas montados con gran sentido del ritmo, nos darán la medida del volcánico estado de la sociedad del país oriental, en donde se encuentran como clara minoría representantes occidentales, quienes se reúnen para asistir a la boda de la misionera americana Megan (una excelente Barbara Stanwyck) con el también misionero Bob (Gavin Gordon). Mientras los invitados esperan, nuestra protagonista vivirá un encuentro accidentado con un oriental que, sin ella saberlo, será fundamental para el futuro de su vida. Una vez llegada al lugar de la celebración, el novio acudirá lamentando no poder celebrar la boda al tener que pedir un salvoconducto al general Yen, para poder acercarse a un orfanato y salvar a los niños que en él se encuentran. Ya en la descripción de los invitados a la boda, la cámara de Capra no se arredrará en describir los comentarios despectivos de todos estos occidentales, quienes no dudan en descalificar la barbarie china en función de sus prejuicios de clase, sin tener en cuenta que son ellos los que suponen la ingerencia –y la minoría- en una civilización con un pasado lo suficientemente denso como para permitirse sus luces y sombras, sin tener que apelar a la compasión de un mundo occidental. Será algo que también vivirá de manera inesperada nuestra protagonista, sufriendo un accidente que le hará encontrarse por vez primera con quien más adelante descubrirá es el capitán Yen (magnífico Nils Ashter) –valioso el detalle de los pañuelos que de alguna manera propiciarán el primer acercamiento entre ambos-, en medio de un accidente provocado por el coche del militar.

 

Muy poco después, nuestra protagonista viajará hasta el lugar del orfanato, suponiendo para ella la inesperada circunstancia que le hará vivir durante diez días una experiencia transformadora que, sin lugar a duda, marcará el futuro de su vida. Esta no será otra que la acogida que le manifestará el ya señalado Yen, quien acogerá a Megan con todo tipo de atenciones, intentando con ello lograr su amor, pese a que este tiene una protegida. Yen, por su parte, desea jugar las bazas de cara al triunfo de su ejército en la contienda civil, para lo cual precisará de los servicios de un extraño personaje –Jones (Walter Connolly)-, encargado de suministrar la financiación y armas al general, y quien desde el primer momento desaprobará la presencia de Megan en dicho contexto. Un ámbito lujoso –extraordinarias las composiciones arquitectónicas de los interiores de la mansión en la que reside Yen, especialmente ese salón central sobre el que reflejan rayos de sol casi irreales-, que para nuestra protagonista no supondrá ningún interés, siendo para ella mucho más terrible, contemplar los sucesivos fusilamientos que le harán ver la figura de un militar cruel y sin escrúpulos. A partir de ese momento, el film de Capra sabe internarse en un terreno harto complicado, como es el de entender a sus diferentes personajes, por más que todos y cada uno de ellos lleve consigo algún grado de mezquindad. Esa capacidad para plasmar el lado humano del general, el egoísmo de la cristiana Megan, la traición de la mantenida de Yen, que se salvó de la muerte por la intercesión de esa joven que está siendo casi retenida a su fuerza, pero que poco a poco comprobará como el mundo sobre el que ha forjado su existencia se viene totalmente abajo. Lo hará al vislumbrar como esas maneras atroces que le merece la personalidad china –que lo eran-, en realidad esconden otra manera de entender la existencia, que tras la máscara de frialdad que nuestra Yen se esconde un ser sensible, delicado y, quizá lo que es más importante, sincero. Es algo que manifestará –quizá de manera un poco chirriante- esa secuencia de pesadilla que vive Megan, visualizándose esa dualidad en un ser que en principio rechaza, pero del cual al cabo de pocos días quedará perdidamente enamorado.

 

Todo este proceso quedará mostrado por Capra con un alto grado de madurez, que bajo mi punto de vista tiene su principal eje en un rasgo presente en esta película en la extraordinaria capacidad puesta en práctica a la hora de la composición y, de manera muy especial, la duración de sus planos. Con ello logrará extraer todo el potencial dramático de las situaciones, a muchas de las cuales imbuirá de un alcance ceremonial, que tendrá su manifestación más plena en los momentos del reencuentro final de Megan y el general, una vez a este le han abandonado todos sus seguidores –inolvidable ese recorrido previo de Yen por el majestuoso decorado de su mansión, ahora ausente de vida-. Esa capacidad de Capra para desplegar una visión nada complaciente de los personajes que trata, no solo quedará como uno de sus más valiosos rasgos de estilo, sino que de forma rotunda debería de una vez por dotas desterrar esa suficiencia con la que algunos aún siguen considerando su figura.

 

Son muchos los elementos que se podrían mantener en la retina tras contemplar THE BITTER..., pero me limitaré a señalar algunos. La rotundidad del ataque del ejército contrario al encabezado por Yen, con esa emboscada que ha provocado la traición de la antigua protegida de este es un momento magnífico de montaje, planificación e incluso de brutalidad, demostrando las consecuencias que puede llegar a generar esa visión compasiva de Megan. Pero, por encima de todo, la película alcanza en los minutos finales una majestuosidad y, al mismo tiempo, un intimismo, deslumbrante. Será la demostración de ese doble sacrificio, el de la propia vida de ese hombre consecuente, cruel y sensible al mismo tiempo, al ver que su mundo se ha derrumbado, y al mismo tiempo el de esa mujer que al final ha logrado despojarse de todos sus prejuicios, reconociendo y entregándose a este, como el hombre de su vida. Es en esos instantes memorables donde esa intensidad queda marcada en la precisa duración de cada plano, o en la prodigiosa sensibilidad de los dos actores, alcanzando una serenidad pasmosa, y erigiéndose en uno de los más hermosos fragmentos del cine de su autor.

 

Pero aún en los instantes en que concluye el film, THE BITTER... se permitirá un epílogo final, con el trayecto en un pequeño velero de Megan y Jones. Servirá por un lado para humanizar a un personaje –Jones- que hasta entonces solo ha sido percibido de manera negativa, quien mostrará una rara lucidez no solo al describir al ya desaparecido Yen, sino sobre todo al entorno que rodeó su figura. Y junto a él, la mirada perdida de Megan –la excelencia de la labor de la Satnwyck en este fragmento final es absoluta-, nos hará entender que esos diez días han transformado por completo su vida.

 

Sin llegar al grado de logro absoluto –pienso que Capra logró un nivel altísimo en su obra, pero en muy pocos momentos rozó la obra maestra-, lo cierto es que THE BITTER TEA OF GENERAL TEN es un título espléndido, aunque más lo será su siguiente película, LADY FOR A DAY (Dama por un día, 1934), que aún tengo como la cima de su cine.

 

Calificación: 3’5

1 comentario

Feaito -

Congratulaciones por la sentida y justísima crítica de esta gran película. Para mí las obras de Capra de los años 30 (Horizontes Perdidos, Mujeres de Lujo, El Amargo Té..., Prohibido, Dama por un Día, The Miracle Woman...) son las mejores de su carrera.