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CINEMA DE PERRA GORDA

THE FLIM-FLAM MAN (1967, Irvin Kershner) Un fabuloso bribón

THE FLIM-FLAM MAN (1967, Irvin Kershner) Un fabuloso bribón

Artífice de una filmografía tan dispersa y desconcertante, como partícipe en sus mejores momentos por un especial interés, es probable que para la generaciones más jóvenes el nombre del norteamericano Irvin Kershner (1922), solo suponga ser el firmante de THE EMPIRE STRIKES BACK (El imperio contraataca, 1980) –considerada de forma consensuada como la mejor de las películas originadas en las dos trilogías rodadas hasta el momento a partir del éxito de STAR WARS (La guerra de las galaxias, 1977. George Lucas). Justo es reconocer también que en la filmografía de Kershner se dan cita no pocos títulos surgidos como secuelas o continuaciones de temáticas o personajes concretos de éxito precedente –que van desde el propio James Bond –NEVER SAY NEVER AGAIN (Nunca digas nunca jamás, 1983)-, los ecos de THE EXORCIST (El exorcista, 1973. William Friedkin) –EYES OF LAURA MARS (Ojos, 1978)-, hasta el aprovechamiento de “el hombre llamado caballo” –THE RETURN OF A MAN CALLED HORSE (El retorno de un hombre llamado caballo, 1976)-. Faltaría de todos modos comprobar si partiendo de esa condición de secuelas, en alguno de los casos se lograron frutos de cierto relieve, aunque lo que es cierto que en la andadura previa de Kershner –esencialmente dirigida a la televisión-, se encuentra un corpus cuanto menos interesante, discurriendo a modo de zigzag sin una continuidad acusada aunque, eso sí, nos encontremos con resultados atractivos. Films como HODLUM PRIEST (Refugio de criminales, 1961), A FINE MADNESS (Un loco maravilloso, 1966), LOVING (1970) o la ya citada THE EMPIRE STRIKES BACK (1980) revelan ese interés, como también lo hace el título que protagoniza estas líneas, que en estos momentos no dudaría –a falta de completar su filmografía- en considerar la mejor de sus películas; THE FLIM-FLAM MAN (Un fabuloso bribón, 1967).

 

Basado en una novela de Guy Owen, trasladada como guión para la pantalla por el experto William Rose, la película nos narra en tono de comedia desenfadada las pintorescas situaciones que se vivirán a partir del encuentro en un lugar indeterminado del sur de Estados Unidos, entre Mordecai Jones (George C. Scott), un veterano y conocido timador, y el joven Curley Treadaway (Michael Sarrazin), quien se encuentra perseguido como desertor del ejército. Ambos empatizarán desde el primer momento, adivinando el veterano timador una serie de cualidades en su nuevo amigo, que le permitirán asociarlo como ayudante en esos pequeños pero constates golpes, que ha efectuado siempre aprovechando la consustancial avaricia del ser humano. A partir de esta unión, iniciarán una divertida escalada de pequeñas estafas, huídas y persecuciones, siempre definidas dentro de un contexto picaresco y al mismo tiempo de aprendizaje –por parte del veterano estafador a su joven compañero- que les llevarán a estar bajo el punto de mira del Sheriff Slade (Henry Morgan) –acompañado en todo momento por su torpe ayudante-. La escalada de delitos que en realidad subvierten la rutina cotidiana del marco elegido, se irá completando con el flechazo que Curley sentirá, desde el primer instante con la joven Bonnie (Sue Lyon). Será el punto de inflexión que introducirá en sus intenciones el deseo de abandonar el marco de las insolentes transgresiones contra la ley que promueve Mordecai, al cual por otro lado el muchacho siente un profundo afecto.

 

Enérgica y vitalista, en apariencia festiva pero sobrellevando en su interior una mirada nada superficial sobre la codicia en el ser humano, THE FLIM-FLAM MAN aparece como una entrañable revisitación de la esencia de Mark Twain, una actualización del género Americana, y ecos nada solapados del slapstick mudo, emergiendo quizá por casualidad o quizá no tanto, como la mezcla de una propuesta tan dramática como THE CHASE (La jauría humana, 1966) y la posterior BONNIE AND CLYDE (Bonnie y Clyde, 1967). Ambos títulos están firmados por Arthur Penn, uno de ellos se rodó y estrenó con anterioridad al de Kershner, mientras que el protagonizado por Warren Beatty y Faye Dunaway lo hizo muy poco después. Pero es curioso constatar como el tono luminoso de su fotografía en color, la ambientación en el sur norteamericano, y también la visión desencantada de su galería humana, se muestran en la película que nos ocupa como un extraño enlace entre los dos referentes citados de Arthur Penn –al primero de los cuales llega a igualar, dentro de su disparidad de enfoque, bajo mi punto de vista-. Por encima de esa curiosa semejanza, lo cierto es que THE FLIM-FLAM… desprende una extraña y siempre refrescante sensación de vitalismo, de apuesta por el disfrute de aquellos elementos que conforman la esencia misma de la existencia, por encima de esa sensación latente en todo momento, representada en la mediocridad y conformismo que coartan la libertad del individuo. Es así, como entre las costuras amables que desprenden sus imágenes, en la capacidad hipnótica que nos brinda la extraordinaria fotografía en color de Charles Lang,  la complicidad que desprenden sus dos protagonistas –Scott está magnífico, como es habitual en él, pero el debutante y más adelante poco interesante Sarrazín logra una constante empatía con el veterano intérprete, brindando la que quizá sea su labor más perdurable en la pantalla-, o el cuidado dibujo de secundarios, todos ellos encarnados por característicos del más alto nivel, se logra un conjunto que va enganchando al espectador, al cual ofrece un producto de inagotable vivacidad

 

Estoy convencido que Kershner supo desde el primer momento que tenía bajo su alcance los mimbres necesarios para alcanzar un resultado magnífico, y es por ello que su labor de puesta en escena se centra en potenciarlos sin introducir en ellos el más mínimo rasgo de autoría. En ese manejo y orquestación de un equipo técnico y artístico del más alto nivel,  no cabe duda que el realizador no deja de introducir instantes que revelan el alcance su personalidad cinematográfica, por lo general transparente y entregada al devenir de sus personajes. Son pequeños destellos que revelan a un realizador con inventiva, como ese fundido que liga a Curley balanceándose en su improvisada hamaca situada en pleno campo, con la mecedora en la que lo hace en otro lugar su deseada Bennie, o el plano sostenido sobre el mismo Curley –mostrando una extraña incomodidad- al comprobar como el paleto codicioso al que han estafado, huye corriendo creyendo que ha hecho un negocio con los dos compenetrados timadores. Esa capacitación del realizador, se mostrará asimismo en el delicioso episodio cómico desarrollado en la huída de Mordecai y Curley con el coche robado a la familia Packard, en el que provocarán una insuperable e hilarante estela de destrucción, que no dudo sería tomada como referente para que poco tiempo después Peter Bogdanovich la reutilizara –actualizando su contexto- en la divertida WHAT’S UP DOC? (¿Qué me pasa, doctor?, 1972).

 

Dotada de una frescura contagiosa, un admirable, riguroso y al propio tiempo invisible sentido de la progresión, una jubilosa autenticidad en la interrelación de sus protagonistas, y erigiéndose como una propuesta atípica dentro del contexto temporal en que se inserta, no puedo por menos que considerar THE FLIM-FLAM MAN como una propuesta magnífica y, con probabilidad, uno de los últimos exponentes relevantes de un periodo dorado para la comedia, que en aquellos momentos estaba casi, casi, a punto de abandonarnos para siempre. Que lo hiciera además alguien que no estaba familiarizado con su manejo –aunque inmediatamente antes ofreciera otra propuesta, ésta más urbana, tan atractiva como la mencionada  A FINE MADNESS, otorga a la labor de Irvin Kershner un reconocimiento más plausible si cabe.

 

Calificación: 3’5

2 comentarios

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