STAKEOUT ON DOPE STREET (1958, Irvin Kershner)
Envuelto en una extraña andadura fílmica, que se extiende desde finales de los cincuenta, hasta principios de los noventa, y una exploración profesional que se adentra con fuerza en el medio televisivo, no cabe duda que en Irvin Kershner (1923 – 2010), encontramos a uno de los más inclasificables realizadores norteamericanos de su generación. Algo que tuvo que sobrellevar a lo largo de su carrera -quince largometrajes-, en donde se entremezclaban títulos con determinadas inquietudes sociales y visuales, con otros insertos en el ámbito del mainstream. Y todo ello, sin que una u otra opción determinara un mayor o menor grado de entidad de su cine porque, lo que es incuestionable, es que en Kershner se dio cita un realizador dominado por una nada desdeñable personalidad, capaz de aunar en sus películas de un aura de singularidad que, desgraciadamente, no ha sido debidamente reconocida ni analizada con el paso del tiempo. Habiendo podido acceder hasta el momento a la mitad de su filmografía, confieso mi curiosidad a la oportunidad de visionar la película que supuso su debut en la gran pantalla. Se trata de STAKEOUT ON DOPE STREET (1958), con la que Kershner intenta conectar deliberadamente, con diversas corrientes y subgéneros, entonces muy en boga en el cine norteamericano.
De un lado, prolongar la corriente consagrada en REBEL WITHOUT A CAUSE (Rebelde sin causa, 1955. Nicholas Ray), destinada a ofrecer una visión desencantada de la juventud de su tiempo, crecida en un ámbito posterior a la II Guerra Mundial. Por otra parte, es uno de los primeros exponentes de la presencia temática de las drogas en el ámbito cinematográfico –tres años antes, Otto Preminger había sentado cátedra en la misma, con la estupenda THE MAN WITH THE GOLDEN ARM (El hombre del brazo de oro, 1955)-. Y, finalmente, Kershner aprovecha en su extraña, desigual pero atractiva mixtura, para conectar con esas corrientes rupturistas, que el cine norteamericano brindó en aquellos años el New American Cinema, y que englobó las obras iniciales de cineastas tan dispares como John Casavettes o Curtis Harrington. En concreto, STAKEOUT ON DOPE STREET contaría con la producción –no acreditada- de Roger Corman –es algo que emparenta su resultado, con algunos títulos rodados por el propio Corman en aquellos años-, y nos brinda la implicación de una argumentación policiaca, centrada en el inesperado tropiezo de tres jóvenes frustrados, con un maletín que se han encontrado, y que antes hemos contemplado, pertenecían a un traficante, conteniendo un bote con un kilo de heroína. Así pues, mientras estos dudan entre ir vendiendo dicha droga y, con su importe, ir mejorando sus limitadas expectativas de vida, sin que se den cuenta irán acercándose hasta ellos, por una parte, los enviados del gang, al objeto de recuperar la droga. Se trata, evidentemente, de una premisa argumental bastante leve, pero que sin embargo no deja de proporcionar una base suficiente, para que Kershner logre elevarse por encima de esa mínima estructura dramática, aunque justo es reconocer, lo haga de manera intermitente. Y es que si bien, analizada por separado en sus diferentes vertientes, el conjunto de STAKEOUT ON DOPE STREET aparece deslavazado, e incluso por momentos irrelevante. La presencia de esa chirriante música de jazz, o el desaliño que en no pocas ocasiones proporcionan sus imágenes, es evidente que condicionan el resultado de esta propuesta voluntariosa.
Y sin embargo, por encima de innegable desaliño, de lo convencional de su argumento, e incluso de la pobreza de sus personajes, si hay algo que finalmente logra elevar el interés de la propuesta de Kershner es, sin lugar a duda, la sinceridad de su enunciado y, de manera subsecuente, la voluntad de un aporte visual y narrativo, que denota la personalidad del hombre que tras la cámara, intenta y parcialmente logra, ofrecer una determinada densidad al conjunto. Es algo a lo que ayuda de manera notoria, la sombría iluminación de blanco y negro del gran Haskell Wexler –en su debut como operador de largometrajes, bajo el seudónimo de Mark Jeffrey-, que tiene su continuidad en la abierta búsqueda de un realismo, que por otro lado prolongaría Kershner en posteriores largometrajes filmados. En la sinceridad que aparece plasmada, en la frustrante relación entre el joven Jim (encarnado por Yale Wexler, hermano de Haskell), un muchacho confuso en sus anhelos cara su madurez, y su relación con Kathy (Abby Dalton). Una pareja en la que se plasma una frustrante proyección sobre el anhelo del American Way of Life, asumiendo con extraña sensibilidad un cierto alcance transgresor. Esa sensibilidad en las inesperadas ráfagas de sinceridad dramática, tendrá su prolongación en el dramático flashback, matizado por una planificación percutante, que describirá la agonía sufrida por el veterano camello Danny (estupendo Allen Kramer), evocando ante Jim el trauma que para él supuso su primera y, a la postre, inútil desintoxicación. Con ello, avalará la autodestrucción que supone adentrarse en el fácil consuelo de la droga, sobre todo para un joven como el protagonista, necesitado de un asidero existencial que canalice su frustración personal.
STAKEOUT ON DOPE STREET –que exhibe algunos atrevidos encadenados de secuencias, alternando los distintos emplazamientos de la acción- culminará con un atractivo episodio de acoso paralelo a los muchachos, por parte de los gangsters que desean recuperar la droga a toda costa –con ecos en algunos momentos, del TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957) de Welles-, recayendo finalmente en Jim la responsabilidad de huir entre la nocturnidad de unos oscuros marcos urbanos, hasta intentar huir y esconderse en una planta industrial, sobre la que se elevará en una de sus torres, defendiéndose del acoso de sus perseguidores, derramando sobre uno de ellos el tarro de heroína que este buscaba afanosamente, antes de caer abatido por las balas de la policía. Un fragmento lleno de fuerza expresiva, en donde ese aparente desaliño, revierte en un sesgo de autenticidad. En definitiva, pese a su modestia, sus desajustes e insuficiencias, hay suficiente convicción e incluso buen cine en esta puesta de largo, para un cineasta siempre interesante, al que quizá su propia modestia, impidió que se tuviera más en consideración, no solo dentro del ámbito de su generación sino, sobre todo, a la hora de efectuar un recorrido minucioso en el periodo de caída del Hollywood clásico.
Calificación: 2’5
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