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CINEMA DE PERRA GORDA

NO MINOR VICES (1948, Lewis Milestone)

NO MINOR VICES (1948, Lewis Milestone)

A pesar de contar en su filmografía con un pequeño clásico como THE FRONT PAGE (Un gran reportaje, 1931) –la primera versión de la obra de Ben Hetch -, no fue frecuente la presencia de comedias en el seno de la amplia filmografía de Lewis Milestone. Una de sus escasas aportaciones al género lo supone NO MINOR VICES (1948), inserta además entre características aportaciones dramáticas inmersas entre el melodrama, el cine bélico o incluso el noir. Sólo por esta circunstancia, quizá cabría destacar la singularidad de su propia existencia, pero lo cierto es que la traslación a la pantalla de la historia de Arnold Manoff –también responsable de su guión-, puede ser definida como una atípica propuesta, atractiva e incluso valiosa en algunos momentos, algo inane en otros. Al menos, cabe destacar su existencia dentro del extraño y poco estimulante panorama que el género vivía en aquellos años, sirviendo como enlace para que durante la década siguiente este asumiera su último periodo de esplendor. Es más, aún reconociendo la irregularidad de su enunicado, justo es destacar que el mismo ofrece una serie de apuntes de índole meta cinematográfica, que bien podrían emerger como referentes posteriormente utilizados por especialistas en la materia, como el admirable Frank Tashlin.

Perry Aswell (Dana Andrews) es un pediatra de cierto prestigio, caracterizando su labor por su conocimiento de las singularidades de la condición humana, aspecto que demuestra día a día a la hora de atender a sus pacientes. Aswell es responsable de una pequeña clínica en la que ejerce como secretaria su esposa –April (Lilli Palmer)-, y un día se adentrará en una vivienda en la que escucha un sonido de piano acompañado por extraños lamentos, y que se encuentra adornada por modernas obras de arte. Se trata del domicilio de Octavio Quaglini (Louis Jourdan), un hombre joven y atractivo, pintor y poseedor de una extraña personalidad caracterizada por rasgos esquizoides, que muy pronto se convertirá en una auténtica pesadilla para el galeno, al ofrecerse para visitar su clínica, con el pretexto de tomar notas en ellas e ir perfilando dibujos y elementos de inspiración tanto para su obra artística como, sobre todo, poner en claro la exasperante inseguridad de su ególatra personalidad. Será una circunstancia que dispondrá un elemento en el que el artista disparará sus invectivas, al descubrir a April –antes incluso de descubrir que se trataba de la esposa de Perry-, e intentar consolidar con ella una relación sentimental, quizá más centrada en alentar una pugna con su marido, que en encontrar en la esposa – secretaria una alternativa para propiciar en él un cambio de vida.

Caracterizada por desarrollarse prácticamente en una unidad de acción, el predominio abrumador de secuencias de interiores –casi todas ellas expresadas en la clínica de Aswell, el piso que este tiene ubicado en la planta superior de la misma, y la extraña residencia del no menos estrafalario y mimado pintor-, y la abundancia de diálogos y secuencias “a dos”, lo cierto es que NO MINOR VICES aparece como una extraña comedia, que por momentos supone como una versión actualizada e inserta en otro ámbito, de una de las comedias menos valiosas del gran Ernst Lubitsch –THAT UNCERTAIN FEELING (Lo que piensan las mujeres, 1941)-. Es más, su trazado aparece revestido con los mimbres de un vodevil que confía la fuerza de su eficacia, no en el alcance de esa carcajada que en pocas ocasiones aparece, sino en la plasmación de uno de los más extraños triángulos amorosos que proporcionó el género en aquellos años. A partir de dicha premisa, contrastando la seguridad que ofrece el mundo expresado por el experto pediatra, con la puerta abierta a una incierta aventura que manifiesta el encanto casi inagotable –tanto como su impertinencia- de Quaglini, el film de Milestone se desarrolla en ocasiones de manera gris, en otras con ingenio, utilizando para ello su predominio de diálogos y del mismo modo una visión bastante abierta de las relaciones entre pareja. No puede decirse, en este sentido, que la confirmación de la lealtad matrimonial de los Aswell suponga en el film un triunfo de la convención, en la medida que su argumento ofrece una salida más que airosa para el tercero en discordia, quien adquirirá su buscada seguridad e incluso la humanización de su hasta entonces estentórea psicología. Dentro de dicho marco, es cierto que en todo momento percibimos que el realizador de ARCH OF TRUMPH (Arco de triunfo, 1948) no se encuentra en exceso cómodo en la comedia. Pero precisamente esa misma incomodidad es la que permite crear en su trazado un aspecto de extrañeza. Extrañeza que viene subrayada por la adscripción artística y la misma personalidad emanada por el intragable artista –que vende a su acaudalada madre obras clásicas pintadas por otros y firmadas por él mismo-, encarnado por un muy divertido Louis Jordan. Durante décadas, Jourdan ha sido menospreciado en un talento que se amoldaba a todos los géneros, e incluso mostraba una capacidad para la ambivalencia –demostrada en títulos excelentes como LETTER FOR A UNKNOWN WOMAN (Carta de una desconocida, 1948. Max Ophuls) o ANNE OF THE INDIES (La mujer pirata, 1951)-. Pero lo cierto es que en pocas ocasiones se alabó su habilidad con la comedia, como marca el título que comentamos –con un personaje que se adueña por completo del film-, o haría posteriormente en la estupenda RUE DE L’ESTRAPADE (Jacques Becker, 1953) o GIGI (1958, Vincente Minnelli).

Pero junto a la sorprendente performance de Jourdan –impagable su gesto final colocándose el sombrero mientras baja las escaleras tras descubrir su hasta entonces inexistente capacidad para ser un hombre sensible-, NO MINOR VICES asume en varios momentos de su metraje elementos poco habituales en la comedia de aquel tiempo, como el uso del monólogo interior por parte del trío protagonista –que proporcionará un rasgo de extrañeza a su conjunto- así como la incorporación de instantes inclinados al más decidido surrealismo, como representa de forma destacada esa mirada ofrecida por Perry sobre el retrato que le muestra junto a su esposa, imaginando a partir de la misma –y proyectándose en el retrato-, una serie de divertidas situaciones en las que el despechado marido rompería con su flema habitual, asesinando a su esposa o a Octavio en solitario, o bien a los dos en conjunto, poniendo en práctica la típica venganza de tinte pasional. Se trata, sin duda, de un recurso que no sería la primera vez que tendría acto de presencia en la pantalla, pero que en propuestas del género posteriores tendrá una mayor presencia, tal y como señalaba al comienzo de estas líneas, de manera especial por cineastas como el ya citado Frank Tashlin, empeñados en ligar su visión del género con elementos de índole casi surrealista o ligados a la tradición del cartoon. Menor acierto tendrá la recurrencia a la mirada exterior que sobre toda la farsa propiciará un veterano fabricante de puros habanos, quien desde la ventana de su vivienda no dejará de marcar con sus expresiones un algo cargante contrapunto, al devenir de esta simpática pero al mismo tiempo desaprovechada mirada sobre el desencanto de las relaciones humanas, que al menos se erige como una muestra más de la versatilidad de Milestone, demostrando al mismo tiempo que la comedia no era precisamente su vertiente más afortunada.

Calificación: 2’5

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Hola Alfredo:

Yo creo que poco a poco vamos perfilando el conocimiento más o menos completo que nos puede ofrecer la obra -ciértamente extensa- de Milestone. En su momento fue un cineasta muy reconocido -Oscar por SIN NOVEDAD EN EL FRENTE-, mientras que un par de décadas después su cine fué olvidandose, en una andadura cada vez más impersonal -aunque siempre profesional-. Lo cierto es que aún reconociendo dicha irregularidad, es justo reconocer que en géneros como el bélico ha logrado créditos incuestionables. Quizá la cima de su obra sea AL FILO DE LA OSCURIDAD -así llamada en su estreno en DVD en España-, que se situa sin dificultad entre las cimas del bélico y el subgénero antinazi rodado en la década de los cuarenta. Pero junto a ella podemos citar bastates títulos insertos entre el drama y diferentes propuestas de cine bélico.

Gracias por tus palabras,

Juan Carlos

Alfredo Alonso -

Milestone sobresale por su capacidad para crear atmósferas irreales, de extraña sensibilidad, en las que la iluminación aparece cual velo fantasmal y la penumbra posee una densidad casi palpable. Interesante director, creo no obstante que, de manera general, se esforzó mucho más en la faceta plástica de sus filmes (esfuerzo nada desdeñable por otra parte) que en dotarlos de una verdadera solidez y equilibrio.

Me ha gustado tu acercamiento a esta desconocida faceta de Milestone.

Alfredo Alonso
Cineyarte