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CINEMA DE PERRA GORDA

WOMAN THEY ALMOST LYNCHED (1953, Allan Dwan)

WOMAN THEY ALMOST LYNCHED (1953, Allan Dwan)

Si tuviera que definir en una palabra WOMAN THEY ALMOST LYNCHED (1953), el término sería inmediato; delirante. En la célebre entrevista que Peter Bogdanovich brindada a su director, el ya veteranísimo Allan Dwan, ambos hacían mención a su forzado carácter paródico. Una faceta que se puede detectar en algunos de sus pasajes, pero que personalmente no es lo que más destacaría de un western”que a mi modo de ver se brinda como uno de esos referentes que Dwan propuso a la hora de mostrar personajes femeninos dotados de gran fortaleza –quizá siguiendo el sendero del Nicholas Ray de JOHNNY GUITAR (1954), también en el seno de la Republic-, que pocos años después brindarían ejemplos tan extremos en el género como el de FORTY GUNS (1957. Samuel Fuller). Esa voluntad –forzada por su presupuesto y las propias intenciones de su director- de sortear cualquier tipo de convención establecida, es la que en definitiva permite sublimar las limitaciones que ofrece este relato de serie B, en el que se combinan de forma alegre personajes y referencias míticas del Oeste americano –tan solo se omite, y es curioso señalarlo, la presencia de los indios-. En el que se describe el contexto de una localidad que se encuentra en terreno neutral en plena Guerra Civil, encabezada de manera insólita por una aldea, y transmitiendo a través de dicho microcosmos el puritanismo y la doble moral de una sociedad norteamericana que es retratada en mitad del siglo XIX, pero que muy bien podría trasladarse como espejo de la que vivía la norteamericana de los primeros años cincuenta –el propio realizador volvería a esa diatriba en la que probablemente sea su obra cumbre, SILVER LODE (Filón de plata, 1954)-. Sea cierta o no dicha aseveración, lo que ningún aficionado puede dejar de apreciar es esa sensación, entre caótica y desafiante, con la que Dwan asume un material de base que violenta desde sus primeros fotogramas, con ese montaje –ayudado por la narración en off- en el que se nos describe una vibrante descripción del panorama de guerra que vive la nación a mediados del siglo XIX. Una sucesión de escenas de batalla que nos introducen a un contexto bélico, del que parece estar al margen la pequeña localidad de Border City, situada entre Missouri y Arkansas.

La película de repente aparenta introducirse en una localidad invadida por una insólita paz. No será más que un espejismo, en uno de los fragmentos más deslumbrantes del film, esa apariencia de paz que marca la presencia de una calle desierta, solo interrumpida por la presencia de un anciano, muy pronto nos llevará a los modos con los que las autoridades de Border City solucionan sus temas legales; el linchamiento. Será un episodio casi incómodo de contemplar, en el que Dwan acierta de pleno al describir la eterna dualidad del ser humano, reacio pero al mismo tiempo expectante a la hora de contemplar un linchamiento que es legitimado por una multitud enardecida. El contraste de esos instantes de presumible paz con la muchedumbre enracimada, permite a su realizador insertar apuntes de comedia en torno a las mujeres que rodean a la alcaldesa de la localidad –Delilah Courtney (Nina Varela)-, aunque en el fondo planteando una mirada bastante acre en torno a los sentimientos más oscuros inherentes a nuestra condición.

Hasta aquella localidad llegará, atacada por los hombres del bandido Charles Quantrill (Brian Donlevy), la joven Sally Maris (Joan Leslie), siendo escoltada por un jovencísimo Jesse James (encarnado con convicción por un Ben Cooper recién salido de la mencionada JOHNNY GUITAR). Esta ha decidido acudir hasta la localidad para reencontrarse con su hermano, quien regenta el saloon de la misma, recibiendo una fría –y equívoca- aceptación por parte de este. Junto al bandido Quantrill se encuentra su chica, la violenta y provocadora Kate (Audrey Totter), forjándose a partir de la presencia de ambos personajes, todo un compendio de rechazos y atracciones, que tendrán su punto de inflexión en la presencia de Lance Horton (John Lund). Horton es un espía que se encuentra en territorio neutral, que poco a poco se irá ligando a esa inicialmente débil Sally, quien también de manera paulatina irá demostrando una considerable fortaleza al asumir el mando de ese recinto de ocio heredado por su hermano, que se encontraba totalmente dominado por las deudas.

A partir de dichos mimbres, basados en una historia de Michael Fessier, insertada en el Saturday Evening Post, y transformada en guión cinematográfico por Steve Fisher, Allan Dwan acierta al dar vida un conjunto en el que no faltan las referencias históricas tomadas por los pelos –esa presencia de los hermanos James-, aspectos insólitos pero utilizados con tino –la canción que interpreta en el saloon Kate, provocando con la misma a Bill Maris, e implícitamente acelerando su asesinato, o situaciones rocambolescas que, justo es reconocerlo, se plantean en algunos instantes con cierto sentido del humor –sobre todo en los instantes finales, y en líneas generales en las intervenciones que rodean a la alcaldesa de la localidad, pero que en su conjunto brindan un producto atípico, en donde el elemento femenino tiene una fuerte presencia, aunque ello sea a costa de brindarlo “masculinizando” sus aspectos externos –sobre todo en el rol encarnado por la mencionada Audrey Totter. Esa herencia de la cercana obra cumbre de Nick Ray, permitirá a Dwan hacer literalmente lo que le da la gana, a la hora de sobrellevar un planteamiento que en manos de otro cineasta estoy convencido hubiera estado condenado al fracaso más absoluto. Por el contrario, bajo su batuta alcanza un notable vigor y, sobre todo, transmite al espectador esa voluntad del artista humilde y al mismo tiempo consciente de sus posibilidades, de ofrecer un producto casi al margen de cualquier convención al uso, y en donde por encima del seguimiento a un argumento más o menos convencional, destaca la clara decisión de situarse al margen. En definitiva, que aún partiendo de unos materiales bastante limitados, uno de los grandes pioneros de Hollywood, al servicio de uno de los estudios pobres de la industria, no se amilanó a la hora de ofrecer un conjunto en el que, por encima de las ligerezas argumentales que presenta, ofrece un cine libre, valiente, y sin ningún tipo de cortapisas.

Calificación: 3

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