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CINEMA DE PERRA GORDA

BLOOD MONEY (1933, Rowland Brown)

BLOOD MONEY (1933, Rowland Brown)

BLOOD MONEY (1933) fue la última de las tres películas que realizó Rowland Brown –aún tomaría parte en el rodaje de THE DEVIL IS A SISSY (1936, W. S. Van Dyke)-, pero al parecer problemas de grueso calado con los productores prácticamente zanjaron su andadura como director, dedicándose con posterioridad y de manera esporádica como guionista y argumentista. Y fue una pena que ello sucediera, por que más allá de la valía de esta y el primero de sus films que he podido contemplar –me falta por acceder a HELL’S HIGHWAY (1932), que espero cumplir en breve-, en ellos se detecta una mirada muy personal en torno al mundo de la delincuencia y el gangsterismo, basado sobre todo en la lucha de clases, destacando visualmente sus películas por su voluntad de ofrecer una personalidad visual inequívoca, basada en la máxima de “una idea por plano”. En esta ocasión, y pese a la presencia de un relativo happy end, lo cierto es que el film que nos ocupa responde, punto por punto, a la tendencia que inaugurara con la estupenda QUICK MILLIONS (1931), su debut en la pantalla. En esta ocasión, el film –de apenas sesenta y cinco minutos de duración-, se centra en el relativo proceso de redención que vivirá –por amor- Bill Bailey (estupendo George Bancroft). Bailey es un prestamista relacionado con las esferas del entorno urbano en el que vive, que no duda en ejercer como auténtico y moderno usurero de todos aquellos pobres incautos necesitados de dinero. Antiguo componente de la policia expulsado por corrupción, ha logrado un auténtico imperio a pequeña escala, extendiéndose como una red, e incluso permitiéndose la licencia de ofrecer a cualquiera que se le acerque puros con un slogan. Ese carácter, entre insolente y extrovertido, está perfectamente descrito, tanto por su intérprete, como por un realizador que imprime un mismo ritmo casi eléctrico a su film mediante el uso de cortinillas y secuencias de escueta duración, que saben ir al grano de sus personajes y, quizá el elemento más insólito de la propuesta, incidir en esa lucha de clases que se muestra de manera implícita entre el protagonista, su amante –Ruby Darling (una jovencísima Judith Anderson)-, una mujer que siempre ha vivido los bajos fondos y recorrido mucho mundo junto con Bailey, siendo además es hermana del joven, atractivo y sin escrúpulos Drury (Chick Chandler), caracterizado por su incansable historial delictivo –en los primeros instantes del film lo veremos pegando sin escrúpulos a una mujer-, y que se ha responsabilizado del atraco a un banco. No será sin embargo Drury el causante del distanciamiento entre Bailey y su amante, sino la aparición de una joven de alta condición social, caracterizada por su personalidad masoquista –Elaine Talbart (Frances Dee)-.

Se trata este sin duda de uno de los roles femeninos más insólitos y atrevidos presentes en el cine norteamericano en el periodo final previo al Código Hays. En pocas ocasiones -quizá tan solo la Myrna Loy de THE MASK OF FU MANCHU (La máscara de Fu-Manchú, 1932. Charles Brabin)- podemos encontrar un ser que se realice y necesite para su desarrollo personal, estar cerca del peligro. Será algo que le permita acercarse a Bailey, provocando el resentimiento de Ruby, quien se reunirá con todo el conjunto del hampa, para provocar el hundimiento de este. Sin embargo, cuando ya se ha iniciado dicho plan, comprenderá que Elaine ha jugado con este, enredándose con su propio hermano Drury, quien desde la cárcel se verá despechado hacia esa muchacha de la alta sociedad que, en definitiva, solo ha jugado desde su privilegiada posición social, con dos personas que proceden de estratos de inferior clase, aunque merced a sus actividades turbias e incluso delictivas hayan logrado labrarse una relativa posición de influencia. A partir de estos mimbres, Rowland Brown sabe urdir la complejidad de una historia que avanza a la velocidad del plano, en la que el inserto de un fajo de billetes sirve para definir la auténtica relación que existe entre Drury y la casquivana Elaine, o como en los minutos finales, inserta una carrera de salvación en el último minuto de herencia griffitiana, con una Ruby dispuesta a salvar a Bailey, que se encuentra custodiado por la policía –ha decidido colaborar con las autoridades para evitar ser eliminado por los gangsters que ha removido su amante despechada y en esos momentos arrepentida de su plan-, al descubrir las auténticas intenciones de su rival y su hermano. Pero antes tendremos ocasiones de contemplar destellos de esa constante inventiva visual mostrado por el artífice de esta producción de la Fox, como ese momento en el que los dos rivales amorosos –sin que ellos sean conscientes de ello-, llaman desde teléfonos contiguos a Elaine, como en los primeros instantes del film, Bailey es insultado como “maricón” por parte de una de las muchachas del garito en donde se encuentra –una palabra insólita en el cine USA-, o en la precisión con la que los enemigos de este, alentados por Ruby, elaboran un plan para eliminarlo en esa partida diaria a billar que realiza, siempre custodiado por la policía.

BLOOD MONEY es una película que solo alberga una concesión entre esos dos personajes que se aman, conociéndose la afinidad que entre ellos se establece de ser dos seres al margen de lo normalmente asumido como correcto en la sociedad, y que han sabido trascender esa condición de outsiders, con la convicción de utilizar el elemento más materialista de la sociedad –el dinero-. A partir de esa visión en la que la fauna humana que puebla su ficción puede considerarse más que parte del engranaje de una sociedad revestida de vicios, Brown logra establecer de nuevo una compleja red a modo de inapelable tela de araña, en la que unos y otros; seres situados en el lado opuesto de la ley y otros en teoría de intachable reputación, representantes de clases altas, junto con otros de bajas esferas, se necesitan de forma en ocasiones desesperada –como ese aspirante a alcalde- para lograr propósitos que bien pueden ser nobles u oscuros, llegados el caso.

Sin embargo, de BLOOD MONEY sin duda el espectador se queda con la insólita y voraz veleidad masoquista de esa muchacha de acomodada posición, que en los últimos minutos del film no dudará en escuchar las quejas de una mujer que ha sido salvajemente agredida por un hombre al responder a un anuncio, retornando para acudir al mismo y, con ello, saciar ese lado oculto de su personalidad, tan poco frecuentado, no solo en este periodo tan singular del cine norteamericano, sino que me atrevería a señalar en el conjunto del cine mundial. Solo por ello, el que sería último film de Rowland Brown merecería ocupar un lugar especial en el devenir fílmico de su tiempo, lamentando que un hombre de tan marcada personalidad, sequedad y capacidad analítica puesta a punto en su cine, no tuviera su continuidad con posterioridad.

Calificación: 3’5

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Muchas gracias por tus palabras, la verdad es que me abruman y me alegra que mis sencillos y siempre imperfectos comentarios susciten en ocasiones estas sensaciones. Quiero que sepas que enlazaré tu blogcon el mio hoy mismo y, por ello, los dos van a permanecer unidos en el futuro.

Un abrazo desde Alicante

Juan Carlos Alonso -

Querido Tocayo, permíteme la licencia: eres un oasis. Y que voy colocarte en la cuadrícula de webs los paraísos eternos. Una genialidad entrar en este blogsite y leer tus críticas, esencialmente, cine con el que he crecido y me he buscado la vida pensando en él. Recuerdo mis tiempos de estudiante en las escuelas de cine y me ha emocionado ver este film, que me recomendó un director de fotografía JL López-Linares. Qué película del inefable Rowland Brown. Pedazo de guión, magnífica interpretación de Judith Anderson y un final arrebatador de un Noir-mafia&gansters, auténtico beluga. De verdad, recibe un abrazo. Y estás invitado a darte una vuelta por mi humilde blog, JC.Alonso
http://elinquietantebypass2010.blogspot.com.es/