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CINEMA DE PERRA GORDA

BEFORE I HANG (1940, Nick Grinde) El mago de la muerte

BEFORE I HANG (1940, Nick Grinde) El mago de la muerte

Era bastante común que Boris Karloff encarnara con prestancia en este periodo de su carrera, en el que estuvo abocado a numerosas producciones de serie B, asumiendo diversos mad doctors que en líneas generales han sido poco apreciados a la hora de analizar el conjunto de su filmografía, aunque quizá fueran más numerosos que sus encarnaciones del monstruo de Frankenstein que le proporcionara pasaporte a la eternidad cinematográfica. En esta ocasión, BEFORE I HANG (El mago de la muerte, 1940), al amparo de la Columbia –que auspiciaba modestas y nada desdeñables aportaciones el cine de terror-, y bajo la dirección del anónimo Nick Grinde, quien ya dirigiera a Karloff en la inmediatamente precedente THE MAN WITH NINE LIVES (1939), el gran actor británico –nacionalidad esta que poco se suele citar-, interpreta al Dr. John Garth, al que ya en la primera secuencia encontraremos sometido a un tribunal por el supuesto asesinato de un anciano paciente, al que había inyectado un suero de su invención, provocándole la muerte accidental. Pese al conmovedor alegato de defensa esgrimido por el propio acusado, el juez dictaminará su condena a morir en la horca en el plazo de un mes. En este escaso margen de tiempo, Garth logrará la anuencia del viejo galeno de la prisión en la que se encuentra encarcelado –el Dr. Howard, encarnado por uno de los recurrentes antagonistas de Karloff; Edward Van Sloan-, para que con el permiso del alcaide de la misma, puedan ambos seguir con las investigaciones que permitieran que su fórmula para el rejuvenecimiento culmine con un resultado positivo. Cuando apenas quedan minutos para que Garth sea llevado al cumplimiento de la pena capital, este rogará a Howard que le inyecte el suero ya perfeccionado, como única posibilidad de desafiar a la muerte. Realizado el experimento in extremis, en el último instante el veterano y casi ajusticiado doctor será indultado de su condena a muerte, transmutándola por la cadena perpetua. Ello le permitirá poco a poco adquirir un rejuvenecimiento físico que irá aparejado a una duplicidad en su fuero interno, al haber recibido el suero con la sangre de un ahorcado por asesinato. Esa vertiente criminal se irá manifestando en su personalidad, teniendo su primera víctima en su compañero; el Dr. Howard. El crimen estará envuelto en una situación equívoca –será atribuido a un ayudante convicto al que también asesinará Garth- viviendo este un schock que le provocará una amnesia, siendo indultado por las autoridades. A partir de ese momento y ya en libertad, el veterano doctor irá mostrando en su aspecto un insospechado rejuvenecimiento, intentando convencer a su envejecido círculo de amistades de las ventajas de la aplicación de su suero en ambos, aspecto que todos ellos rechazarán, aunque poco a poco se sientan tentados ante la posibilidad de esa “eterna juventud”. Al mismo tiempo, se irá manifestando de manera más frecuente esa doble personalidad criminal oculta en su interior, que exteriorizará al asesinar a las personas que se encuentran en su círculo de amistades y se han ofrececido al experimento.

Es cierto que BEFORE I HANG no supone ninguna propuesta renovadora en el género, ni siquiera dentro del círculo de producciones que Karloff protagonizaba en aquellos tiempos tan febriles en número de títulos. Sin embargo, dentro de su modestia, justo es reconocer en ella virtudes apreciables. Desde su propia asumida modestia, aunada con una escasa duración de poco más de una hora, permite que el espectador casi no tenga margen a la tregua, y aún sabiendo los que va a contemplar, se deje llevar por sencillo relato de terror que sabe combinar sus elementos con pericia. El principal reside en la excelente composición de un Boris Karloff a quien está destinada la totalidad del relato, sabiendo matizar a la perfección y de manera contenida e interiorizada, la dualidad que se establecerá en su personalidad a partir de la aplicación de ese suero cuando se disponía a ser ejecutado. Junto al rejuvenecimiento físico, se percibirá en él la huella de la vertiente criminal que le ha proporcionado la sangre de un criminal que llevaba aparejado el suero. Unido a dicha brillante performance se aunará una ajustada planificación, en la aplicación de un pertinente fondo sonoro, y un logrado juego de sombras, así como la prestancia que le ofrecerá el cuidado look de la Columbia, aún encontrándonos ante una producción modesta.

Pero en el conjunto del film, y junto a ese conjunto eficazmente trabado, en el que destacan los instantes en los que se ejecutan los crímenes, destaca en mi opinión el fragmento que sucede al encuentro con sus viejos amigos, y el posterior encuentro que tendrá con el veteranísimo pianista Victor Sondini –estupendo Pedro de Córdoba-, al que humillará en su mengua de facultades ante el teclado, ofreciéndose este en solitario a recibir en carne propia su experimento. La atmósfera casi malsana que presiden esos instantes, la matizada modificación que se produce en la psicología de Garth, el tempo adquirido en la secuencia, el temor creciente presente en el inicialmente confiado Sondini, prefiguran un fragmento magnífico, digno de figurar entre lo mejor legado por el género en aquellos años de crisis para el mismo. Con ello dará la medida de una producción modesta y limitada en sus punto de partida, aunque llevada a un apreciable buen puerto, asumiendo sus limitaciones, y proponiendo una apuesta sólida a través de una serie de factores consustanciales para el mismo.

Calificación: 2’5

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