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CINEMA DE PERRA GORDA

52 PICK-UP (1986, John Frankenheimer) 52 vive o muere

52 PICK-UP (1986, John Frankenheimer) 52 vive o muere

No puede decirse que cuando John Frankenheimer asume el rodaje de 52 PICK-UP (52 vive o muere, 1986) se encontrara en el mejor momento de su carrera. Hacía tiempo que el fulgor de su reconocimiento como uno de los grandes nombres de la denominada “generación de la televisión” –en aquellos años aún no había llegado una revalorización en la importancia de aquel conjunto de realizadores- había quedado en el olvido, teniendo que encontrar el acomodo profesional al servicio de diversos estudios, dentro de un contexto bien diferente al que se había adscrito en los años sesenta y primeros setenta, en donde se encuentra lo más recordado de su obra. Sin embargo, y aún reconociendo de entrada ese peregrinaje que tanto a Frankenheimer como a Lumet –este en menor medida- les llevó a buscar el amparo o continuidad laboral al servicio de contextos de producción de entrada poco halagüeños, no cabe duda que en títulos como el que comentamos se pone a prueba la lucha de ambos enunciados, ya que nos encontramos ante una producción de la temible Cannon Group –Menahem Golam y Yoram Globus-, terreno abonado para el mayor de los engendros. Sin embargo nuestro realizador –ayudado por un atractivo material de base, obra del novelista Elmore Leonard, artífice también del guión cinematográfico junto a John Steppling-, consigue llevarlo a buen puerto, conformando un atractivo thriller, en mi opinión más valioso que otras muestras del género que en su momento gozaron de un excesivo predicamento –pienso por ejemplo en BODY HEAT (Fuego en el cuerpo, 1981. Lawrence Kasdan)-. En el film que nos ocupa advertimos muy pronto el interés que el ya avezado realizador puso en práctica, para aportar intensidad a una historia que, si bien contaba con una base con posibilidades, con facilidad podría haber caído por el sendero de la vulgaridad o el sensacionalismo. En su oposición, nos encontramos con un producto bien elaborado, que sabe jugar con destreza las cartas del género, aunando la sencillez y la experiencia que Frankenheimer ya había puesto en práctica en numerosos títulos precedentes de su obra, y que juega ante todo con la baza de una tensión interna y la suciedad en la descripción de personajes, por fortuna inserta dentro de esa vertiente implícita en el mundo literario de Leonard, pero al mismo tiempo expresada a través de una puesta en escena acertada dentro de su sobriedad.

Harry Mitchel (un Roy Scheider en uno de sus mejores trabajos), es el acaudalado propietario de una empresa de patentes, que tras más de veinte años de matrimonio con Barbara (estupenda y madura Ann Margret), ha cedido a la tentación de la infidelidad. No cabe duda que en la descripción que se nos ofrece de este, se percibe una voluntad de huir de esa segunda edad que expresa su aspecto, tomando como amante a la joven Cini, sacada de un garito de chicas que realizan strep-tease. La debilidad de Mitchell no será más que el inicio de un auténtico descenso a los infiernos para Mitchell y también para su esposa –que ha decidido presentarse para la campaña para concejal, acompañando al candidato a fiscal Mark Arveson (Doug McCloure)-. El conflicto se iniciará a partir del intento de chantaje propuesto a este a través de unas grabaciones en las que se desvela dicha infidelidad, y que este desafiará de manera airada –les entregará unos papeles que simularán ser billetes en medio de un estadio deportivo-. Sin embargo, el rechazo del pago de ese chantaje de ciento veinte mil euros, soliviantará los ánimos de los tres artífices de la extorsión. En especial del cabeza de la operación, el despreciable Alan Raimi (John Glover), director y propietario de una sala de exhibición de cine porno, quien no dudará en asesinar a la aterrorizada joven, aportando pruebas que implicaran al chantajeado para que haga el pago del importe generado, que finalmente se rebajará a cincuenta y dos mil dólares –cifra que dará título al film-. Con lo que no contarán será con la astucia del sujeto de la extorsión, quien revertirá en contra de la codicia de los tres chantajistas sus conocimientos, para lograr que entre ellos se enfrenten y liquiden.

52 PICK-UP supone el enésimo ejemplo de la profesionalidad puesta a punto en su máxima expresión, para lograr llevar a buen término una historia que si bien daba para el tratamiento al que fue sometido por el realizador, cierto es que en manos menos diestras se hubiera quedado en un thriller más o menos moralizante y de transfondo reaccionario. En su lugar, este ofrece desde el primer momento un retrato desmoralizador de la sociedad norteamericana de los ochenta, presa de una serie de condicionantes en las que la carencia de todo asidero moral, va unida a una radiografía precisa, que logra trascender una mirada en primer plano. Con ello se adentrará en la entraña de un marco social que podría emerger como epígono de ese mundo urbano mostrado en la segunda mitad de la década precedente, por personalidades fílmicas como Martin Scorsese o, esencialmente, Paul Scharader. Como si se erigiera en un epígono dentro de los márgenes de una propuesta narrativa inicialmente destinada a un público poco exigente, Frankenheimer sabe ofrecer una película que funciona a dos niveles. El primero es el puramente emanado por un relato provisto de la suficiente tensión y fisicidad propia de una década que se tiene como la menos exigente a nivel fílmico. Sobresaliendo de tantos y olvidables compañeros de género, lo cierto es que el veterano realizador deviene no solo experimentado, sino incluso inspirado, ofreciendo episodios que llegan a deslumbrar, como la manera con la que se expone el asesinato del homosexual administrados del negocio de nudie girls por parte de Bobby, así como el inmediatamente precedente de su presunto amante –en mi opinión el instante más asombroso de la película-, o los dos encuentros del protagonista con sus chantajistas que, con unos pasamontañas, le explican los pormenores del chantaje. Llegados a este punto, es evidente que la segunda de ellas se erige en uno de los fragmentos más brillantes del conjunto, con la mostración en imágenes del asesinato de Cini, sin que Harry pueda hacer nada por evitar algo que contempla y ya ha sido ejecutado, en una extraña –y aterradora- metáfora meta cinematográfica.

En medio de una historia en la que se entremezclan crímenes, la hipocresía de unos políticos, chantajes, adulterios y arrepentimientos, 52 PICK-UP culmina de forma percutante y al mismo tiempo previsible –uno no deja de acordarse un poco de la conclusión de CHARLEY VARRICK (La gran estafa, 1973. Don Siegel)-, tras una necesaria catarsis. Pero esta no deja de suponer la culminación de ese punto y aparte. De esa crisis en un matrimonio acomodado que ha sido violentada, y que a su través ha permitido destapar las entrañas de una sociedad la norteamericana de los años ochenta, que quizá no ha variado tanto desde entonces, y que un cineasta sometido al dictado de unos productores tan poco recomendables, supo llevar a buen puerto, demostrando la raza de un cineasta experimentado y, ante todo, honesto con su trabajo.

Calificación: 3

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