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CINEMA DE PERRA GORDA

BLUE COLLAR (1978, Paul Schrader) Blue Collar

BLUE COLLAR (1978, Paul Schrader) Blue Collar

Se podría señalar sin temor a equivocaciones, que BLUE COLLAR (1978, Paul Schrader), supone una muestra tardía de esa interesante tendencia que el cine norteamericano de los setenta, en la que a través de diversos títulos de apariencia contrapuesta, se logró plasmar en la pantalla la crónica negra y oscura de las aparentemente democráticas instituciones USA. Supongo que cada aficionado podrá establecer una relación personal de títulos al respecto. Por mi parte, propongo dos ejemplos reveladores, que en sus líneas de conexión se acercan con este debut en la realización de Schrader. Cito a este respecto THE PARALLAX VIEW (El último testigo, Alan J. Pakula) y la casi ignorada THE NICKEL RIDE (El hombre clave, Robert Mulligan), ambas de 1974, no dudando en señalar esta última entre las obras más valiosas de su desconcertante e irregular realizador.

¿Y qué tienen en contacto estas dos películas con BLUE COLLAR? Fundamentalmente, esa mirada cuestionadota y finalmente siniestra que comparte, ante la imposibilidad de luchar contra unos mecanismos impuestos en los que incluso la presencia aparentemente necesaria de los sindicatos, no supone más que un elemento suplementario en la falsedad del trato del obrero por parte de los mandos del capital. La obra de Schrader expone, como pocas veces se ha visto en el cine norteamericano de las últimas décadas, una visión de corte nihilista –muy a tono con los postulados que el realizador aplicaría en su obra como guionista y posteriormente en calidad de director- en la que parece que en última instancia lo único que importe serán esos marcadores ubicados en el exterior de la factoría automovilística, en donde sin atender a las incidencias y conflictos de su personal, desgranan el puntual e impersonal cómputo de los vehículos construidos.

Estamos situados en la hoy depauperada Detroit. En el ámbito de una factoría automovilística, donde conviven un gran número de trabajadores. Entre ellos se encuentran Zeke –un sorprendentemente eficaz Richard Pryor-, Jerry (Harvey Keitel) y Smokey (Yaphet Kotto), tres representantes del amplio entramado laboral que mantienen una estrecha  amistad. Ambos se caracterizan además por lo ajustado de sus economías, que en bastantes ocasiones les llevarán a situaciones complejas –a Zeke se le presenta un inspector de Hacienda que le detecta una deuda de más de dos mil dólares, y Jerry tiene una hija a la que se han recetado unos correctores en la boca, llegando a hacerlos ella misma con unos alambres, con resultados desastrosos. Ante este sombrío panorama, surge la posibilidad de robar la caja fuerte del sindicato, que finalmente llevarán a la práctica, alcanzando un botín exiguo. Una vez efectuado el atraco –supondrá para ellos una auténtica “Caja de Pandora”-, Zeke revisará el libro de cuentas que se encontraba en el interior de la mencionada caja fuerte, revelándose prácticas de préstamos a intereses abusivos. Una prueba de manejos turbios que de inmediato soliviantará el entorno del sindicato donde por otra parte, muy pronto tendrán noticias de los autores del hurto y, por ende, depositarios del singular y comprometedor botín. Es a partir de esos momentos, cuando los tintes de BLUE COLLAR van adquiriendo unos perfiles más siniestros y amenazadores, hasta desembocar en una mirada de creciente desolación en la que la muerte, la traición a unos orígenes de clase y la renuncia a una amistad entrañable, revelará una visión llena de crueldad sobre la condición humana.

Pero más allá del alcance adquirido por esta pintura moral que culminará con un eficacísimo y catárquico congelado de imagen subrayado por el revelador comentario de un veterano compañero de factoría, esta primera película del hasta entonces guionista Schrader, revela a ese director con personalidad que desde el primer momento perfiló, desarrollando una de las obras fílmicas más interesantes del cine USA de las últimas décadas. Ya desde esta obra de debut demuestra la hondura de su discurso temático, pero al mismo tiempo esta circunstancia, experimentada en guiones que han pasado a la pequeña historia del cine de la década de los setenta, despliega una textura visual reconocible, bastante alejada por cierto de los tics propios de la época. En su oposición, demuestra un especial cuidado –en perfecta sintonía con el operador de fotografía Bobby Byrne-, e incorpora también una tendencia a la abstracción, que permite incluso en nuestros días, que la película resulte pasablemente renovadora. No hay más que contemplar como se encuentran filmados los exteriores diurnos, o la singularidad que preside la extraña secuencia del frustrado atraco. Pero por encima de todas estas referencias. Por encima incluso de la excelente y sobria labor del trío protagonista, hay dos secuencias contrapuestas que pueden formar parte de la hipotética galería de lo mejor que ha filmado Schrader en toda su trayectoria. Una de ellas es la reunión de los amigos en la que Pryor confiesa con amargura “no tengo suerte para el dinero, y eso que he trabajado mucho para lograrlo”. La  resignada revelación resulta tan sincera y honda, que el espectador forzosamente mostrará su simpatía por un personaje que más adelante hará gala de su nulo sentido de la ética. El otro gran momento es el del asesinato de Smokey dentro de un recinto donde se pintan coches, y cuya puerta queda bloqueada por una máquina de gran tamaño. Allí el pintor irá asumiendo progresivamente el horror de la situación, además en un recinto que se tornará claustrofóbico que, finalmente, le costará la vida.

Película de bajo coste, reveladora de un estadio de las cosas nada claro en la sociedad USA y, sobre todo, puesta de largo de un guionista que aquí probaba sus armas como mettre en scène, BLUE COLLAR es un título insólito, valiente y de alcance demoledor, primer paso en una de las filmografías más valiosas y menos apreciadas en su conjunto del cine norteamericano generado a partir de ese momento.

Calificación: 3

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