THE WALKER (2007, Paul Schrader)
Según el paso del tiempo me permite ir contemplando y completando la filmografía del norteamericano Paul Schrader, sigo ratificándome en dos aspectos muy concretos. El primero es la homogeneidad de su obra –contrariando las propias opiniones del realizador y guionista, que con bastante humildad ha cuestionado algunos de sus títulos-. El otro es proponer en su conjunto una de las aportaciones más valiosas al cine norteamericano de las últimas décadas. Quisiera que se me entendiera bien. Ninguno de los films de Schrader me parece un logro rotundo. Ni siquiera los más prestigiosos –LIGHT SLEEPER (Posibilidad de escape, 1992), AFLICTION (Aflicción, 1997)-. Sin embargo todos ellos me resultan valiosos, incluso algunos de los más cuestionados –FOREVER MINE (1999), AUTO FOCUS (Desenfocado, 2002)-. Es más, me parece que cuando se ha inclinado hacia el cine de determinados géneros, siempre ha logrado aportar una impronta personal que según pasa el tiempo, resulta desconcertante no sea valorada en toda su magnitud.
Condenado cada vez más a públicos casi marginales, el cine de Schrader sigue manteniendo su vigencia, y prueba de ello es uno de sus últimos títulos THE WALKER (2007), financiado en su mayor parte con capital británico, aunque contando con un brillante y sugestivo cast norteamericano. Dominado en sus primeros compases por un aire contemplativo y de crónica de costumbres, estos se detendrán en describir el entorno que rodea la vida diaria de Carter Page III -Car- (espléndido y sorprendente Woody Harrelson), un maduro homosexual –admirable el detalle de mostrarnos su vestuario y el peluquín que puebla su cabeza, con reminiscencias a AMERICAN GIGOLO (1980)-, caracterizado por ser acompañante de acaudaladas e influyentes damas de la alta sociedad de Washington. La primera secuencia del film nos mostrará a Car jugando una partida de cartas con algunas de sus mejores amigas, destilándose junto a ellas una enorme complicidad revestida de veneno a la hora de comentar los cotilleos de ese mundo que conocen y viven a la perfección. La descripción de la real soledad de Paige, la relación en conflicto que mantiene con un joven fotógrafo de ascendencia árabe –Emek (Moritz Bleibtreu)- nos describe en pocos minutos la decadencia de un hombre ya maduro, al que su aparente cinismo y elegancia no hace más que encubrir un ser con enormes debilidades. Unamos a ello el hecho de tener que sobrellevar ser el hijo de un hombre que gozó de un enorme prestigio en su actuación en el Watergate, pero que él conoce a ciencia cierta fue un auténtico impostor.
Ni que decir tiene que Schrader sabe plantear el atractivo de dicho material, y trasladarlo a la pantalla extrayendo del mismo sus máximas posibilidades cinematográficas. Para ello esa aparente tranquilidad –que por momento me pareció evocar la atmósfera que transmitió Clint Eastwood en la maravillosa MIDNIGHT AND THE GARDEN OF GOOD AND EVIL (Medianoche en el jardín del bien y del mal, 1997)-, se trocará en un momento dado, cuando sin tener por que hacerlo, Paige se implique en la defensa de la extraña situación vivida por una de sus grandes amigas –Lynn Lockner (excelente Kristin Scott Thomas)-, cuando descubra el asesinato del que era su amante, al visitarlo a su mansión. Lynn es esposa de un senador liberal y, para evitar un escándalo mayúsculo, Paige aparecerá como el descubridor del cadáver, aunque la existencia de una foto comprometedora en la que se encuentran el asesinado y esta, pondrá en jaque la actuación de un fiscal que desea hincar el diente la presunta intachable conducta del entorno del citado senador –encarnado por Willem Defoe, un viejo colaborador de Schrader-. Sin embargo, la trama policial y de intriga inicial, servirá para sumir a Carter en uno de esos conocidos descensos emocionales consustanciales al cine de su autor, comprobando como un hombre que en teoría era respetado y hasta temido por sus influencias –aunque él fuera consciente de que gozara de pocos afectos-, resulta molesto para todos aquellos a los que ha servido hasta ese momento. Es a partir de esos instantes, cuando la puesta en escena del director comenzará a abandonar esa falsa pero pausada narración, para adquirir unos tintes amenazadores que llegarán a poner en peligro no solo su propia vida, si no la de su amante. Una vez más, Schrader articula su enunciado temático habitual, trasladándolo a partir de ese descenso a los infiernos de un hombre que llegará a vivir algo que siempre había temido, pero quizá nunca se había ni llegado a plantear; convertido un ser indeseable para esa sociedad que lo ha utilizado durante tantos años.
Será pues, el instinto de supervivencia el que guiará –como tantos otros personajes previos de la filmografía de Schrader- a un Carter Paige III, que saldrá no sabemos si fortalecido de las dramáticas circunstancias vividas, pero sí al menos conocedor de la realidad de ese entorno que le ha rodeado con falsas adulaciones, utilizándole en su calidad de homosexual refinado dedicado al acompañamiento de damas adineradas. Esos instantes finales, en los que se adivina un nuevo y sincero giro en su relación con Emek –que hasta entonces solo tenía como compañero sexual- y, sobre todo, ese último encuentro con Lynn –que lo ha abandonado solo a su suerte cuando vivía sus instante más dramáticos por el mero hecho de ayudarla-, se verá sublimado con la melancólica sintonía de Ethan Higbee y Alec Puro, y una mirada de nostalgia a la espalda de ella, encuadrada mediante un suave ralenti que quizá indique el final de la relación con una mujer que quizá llegó a estar a punto de amar, pese a su opuesta condición sexual.
Magníficamente rodada, impregnada de unas puntillosas alusiones a la política de la administración Bush, THE WALKER es una prueba más de la valía de Paul Schrader no solo como cineasta sino, fundamentalmente, como uno de los pocos “autores” –en la significación “cahierística” del término- con que cuenta una cinematografía que, desgraciadamente, aún no ha sabido valorar y reconocer una obra quizá no todo lo extensa que debiera, pero que en el sendero discurrido ha dado sobradas muestras de su valía. THE WALKER es una nueva muestra de ello, y aunque su carrera comercial haya sido menguada, e incluso no haya llegado a España más que por edición digital, no impide que la considere como una de las obras más interesantes legadas al cine en 2012, y la ratificación de la valía del cine de su autor.
Calificación: 3’5
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