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CINEMA DE PERRA GORDA

BLACK WIDOW (1954, Nunnally Johnson) [La viuda negra]

BLACK WIDOW (1954, Nunnally Johnson) [La viuda negra]

Segunda de las escasas incursiones del guionista Nunnally Johnson como director, hay que reconocer de entrada que BLACK WIDOW (1954) deviene una película curiosa. Curiosa en la medida de ofrecerse como una extraña comedia, articulada en un momento determinado por una serie de flash-backs y, sobre todo, en la combinación de elementos de comedia con una creciente articulación por el relato de suspense, para culminar finalmente con un irónico apunte. Lo primero que advierte el espectador al iniciarse la función, es el espectacular cromatismo que ofrece el Technicolor de Charles G. Clarke, enmarcado en un CinemaScope que Johnson utiliza con mayor precisión que en su previa NIGHT PEOPLE (Decisión a medianoche, 1954), aunque ello se ponga al servicio de una historia en la que se detectan claros ecos del cine de Hitchcock–ese mismo año se estrenaban DIAL M FOR MURDER (Crimen perfecto) y la mayestática REAR WINDOW (La ventana indiscreta), aunque los mismos haya que remontarlos en buena medida en el más lejano ROPE (La soga, 1948). Resulta palpable que nos encontramos muy lejos del mundo del gran cineasta británico. No podemos buscar en el film de Johnson ni las búsquedas formales ni la visión del mundo que, película sí, y película también, el maestro británico dejaba como impronta de personalidad. Todo lo más, en este caso podemos atisbar una ligera crítica a las vanidades marcadas en la profesión teatral. Es más, por momentos uno tiene la impresión de encontrar en el personaje de la actriz encarnado por la deslenguada y egoísta Ginger Rogers, a un trasunto de la Lana Turner de los tiempos posteriores de su affaire con Johnny Stompanato.

BLACK WIDOW se inicia con una visión deslumbrante del mundo newyorkino, acompañado por la voz en off de su protagonista –Peter Denver (Van Heflin)-. Se trata de un conocido productor teatral que a mala gana acudirá a una de las fiestas que organiza su principal actriz –Carlotta Marin (Ginger Rogers)-, una mujer destacada en su divismo y frivolidad, casada con Brian Mullen (estupendo Reginald Gardiner), caballero irónico pero al mismo tiempo totalmente dependiente de los caprichos de su esposa. En una huída a la terraza, Denver conocerá a la joven Nancy Ordway (Peggy Ann Garner), que le servirá de ayuda a la hora de huir de un cocktail que le abruma, y con la que se marchará a cenar.  Será el inicio de una extraña relación con esta aspirante a escritora, y también la inclusión de una serie de flash-backs –remarcados por el relato en off de Denver-, en las que se nos revelará la auténtica personalidad de esta joven en apariencia irreprochable. La realidad es que meses atrás no cejó en sus contactos con personas ligadas al mundo de Broadway, e incluso a nivel personal –su noviazgo con el joven John Amberly (Skip Homeier)-, revelándose como una auténtica arribista que, bajo sus amables modales, oculta una nada solapada intención de establecerse en dicho contexto social y creativo. Logrará que el productor protagonista la albergue en su casa, mientras su esposa –Iris (una desaprovechada Gene Tierney)- se encuentra de viaje cuidando a su madre.

Todo este elemento de crónica de costumbres, progresivamente aderezado de toques que revelan la auténtica faz de esa joven en teoría provista de una mayor aura de lucidez, pronto se vendrá abajo con la aparición del cadáver de Nancy ahorcado en el propio apartamento de Denver. El mundo se vendrá abajo para este, cuando lo ya de entrada podía suponer un shock emocional y un posible escándalo en su trayectoria, poco a poco irá cercándose en torno suyo ante una posible acusación de asesinato, ya que se descubrirá el embarazo de la muchacha, con lo que ello podía conllevar de elemento incriminatorio de cara a nuestro protagonista –cierto es que la película no plantea algo tan sencillo como una prueba de paternidad, uno de los elementos más endebles de su elemento argumental-.

Desde ese momento, aflorará en la película la verdadera faz de lo que hasta entonces había parecido un mundo idílico en su hipócrita expresión. El matrimonio formado por Carlota y Brian hará patente su nula entidad. El veterano actor, tío de la joven suicida –Gordon (el siempre excelente Otto Kruger)-, revelará su condición de sempiterno ligón, cuando en su primera aparición en escena cuando le visite su sobrina, escondiendo unos guantes femeninos, al tiempo que su decadente condición de persona ya madura. Todo se volverá en contra de un productor que verá como su máxima estrella se le revela y abandona su obra, siendo incluso acosado de manera hostil por parte de la hermana de Amberly. Lo cierto es que la fallecida había dejado todo atado y bien atado, tal y como preludiaba la secuencia progenérico, en la que se nos detalla en mediante el relato, la actuación de una araña negra mortal con respecto a sus machos. A partir de ese momento, el film de Johnson se extenderá en una típica, amena e incluso asfixiante lucha de Denver contracorriente, incluso huyendo de la persecución policial que encabezará el detective Bruce (un ya veterano y eficaz George Raft). Como si se tratara de uno de tantos antihéroes arquetípicos del cine del autor de PSYCHO (Psicosis, 1960), Peter combatirá casi contra reloj a la hora de encontrar el auténtico culpable de una situación que él sabe no es responsabilidad suya, pero al mismo tiempo reconoce todas las pruebas le incriminan.

Sin embargo, junto a su discurrir, la cámara nunca apasionada pero por lo general eficaz de Johnson, sabe dejar determinadas pistas en el espectador –esa hoja de papel que Bruce arranca del bloc de notas en el apartamento de Carlota y Brian, la inclusión de determinados flash-backs- y relatos de algunos de los testigos –en especial, el que revela Brian-, y la ruptura de determinados testimonios en el momento que iban a resultar reelabores de cara al espectador, serán los elementos con los que el en esta ocasión director logrará mantener el interés y desviar la atención del espectador, en este inocente juego de falsos culpables, del que finalmente se destilará un punzante epílogo en torno al mayor veneno que se ha destilado en el conjunto de dicha ficción; la hipocresía reinante sobre el oropel del glamouroso mundo de las bambalinas de Broadway. Como si fuera un trasunto del ALL ABOUT EVE (Eva al desnudo, 1950. Joseph L. Mankiewicz), el simpático más no profundo film de Johnson, se cierra insospechadamente con la revelación final de la autoría del crimen, y ese apunte irónico y divertido que, constata algo que quizá no siempre se había mantenido vigente; la degustación de una comedia irónica y venenosa, aunque no letal.

Calificación: 2’5

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