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CINEMA DE PERRA GORDA

GERMINAL (1963, Yves Allégret)

GERMINAL (1963, Yves Allégret)

Antes de adentrarnos en el comentario en sí de las características que emanan de su resultado, de entrada pienso que plantear una producción de las características de GERMINAL en pleno 1963 en el seno del cine francés, debió suponer una aventura poco menos que condenada de antemano al rechazo. No era lo mismo que en el seno del cine británico ya dominado por el Free Cinema se insertara una maravilla del calado de SONS AND LOVERS (1960, Jack Cardiff), o que en Italia el prestigiado Luchino Visconti planteara la realización de esa otra más reconocida maravilla llamada IL GATTOPARDO (El Gatopardo, 1963) –que de todos modos tuvo que sufrir no pocos cuestionamientos de la izquierda crítica del momento, aunque el tiempo diera la razón al empeño viscontiniano-. Por el contrario ¿Alguien pensaba que en una Francia dominada cinematográficamente –y también a nivel crítico- por la Nouvelle Vague, se iba a tener la más mínima consideración ante una adaptación de Emilio Zola, viniendo además a cargo de uno de los cineastas denostados por Cahiers du Cinema como Yves Allégret? Lo cierto y verdad es que ha pasado medio siglo desde su realización, y nos encontramos ante un título de notables cualidades, que no es que fuera atacado en su momento. Es que ni siquiera fue tomado en consideración, y el paso de cinco décadas no ha posibilitado el menor reconocimiento –para ello no hay más que ver el hecho de que en el IMDB apenas tenga la valoración de unos ochenta usuarios, y sin la más mínima referencia crítica- ¿Será todo ello uno de los ejemplos más patentes del dominio que la cinematografía francesa ejerció sobre un cine que en su momento consideraron literario y desfasado… pero que apenas algunos años después puso en práctica con enorme ligereza el mismísimo François Truffaut? Me temo que sí, y por ello hay que aprovechar y agradecer la edición digital de la misma, que al tiempo que nos permite conocer un título que ha pasado indignantemente de tapadillo, nos ratifica una vez más que muchos de los realizadores de la “vieja generación” del cine francés de los años cuarenta y cincuenta, incluso en los primeros sesenta propusieron títulos caracterizados por un clasicismo de la mejor estirpe.

GERMINAL retoma el referente literario de Zola. Ese realismo socio y virulento de finales del siglo XIX, llevado al cine en otras ocasiones aunque, mucho me temo, pocas con la convicción y garra con la que se expone en esta ocasión en la pantalla. De entrada, quizá el mejor halago que se puede formular a esta casi ignota producción del hermano de Marc Allégret, es que por la riqueza de su ambientación casi parece proceder del seno del cine británico antes de por su origen francés –quizá motivo de más para su orillamiento en el momento de su estreno; ya se sabe como la crítica francesa dominante detestaba el cine de las islas-. La historia nos describe en primer lugar las condiciones de miseria y hacinamiento que sufre una población del norte de Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Una zona rural caracterizada por el predominio absoluto del trabajo en las minas, las cuales se encuentran dirigidas por unos patronos por completo insensibles a las miserias de sus obreros. A la misma llegará Étienne Lantier (un sorprendentemente eficaz Jean Sorel), joven y atractivo obrero que se integrará y encontrará trabajo en el desempeño de la labor en las minas, confraternizando muy pronto con ese contexto dominado por la dureza, la alienación, o la falta absoluta de la menor consideración de los obreros como seres humanos. Antes al contrario, estos aparecerán como auténticas bestias. Será un panorama en el que con presteza Lantier ofrecerá –dada su experiencia previa- un contrapunto más relajado y también más centrado a nivel intelectual. Muy pronto se insertará en él un amor latente hacia la joven Catherine (Berthe Granval), componente de la familia Maheu, quien lo acogerá en su casa al partir hacia el combate uno de los hermanos de la muchacha. Sin embargo, y aunque dicho sentimiento será correspondido –las miradas de ambos en la nocturnidad de la habitación en donde duermen juntos varios de los componentes de la familia-, esta se verá obligada a unirse –aunque no tenga el menor sentimiento hacia él-, con Martin Chaval (Claude Brasseur), un hosco trabajador que muy pronto aparecerá enfrentado al recién llegado minero. Ello no impedirá que Ètienne poco a poco vaya granjeándose la estima y el respeto de dicho colectivo, planteando una serie de propuestas encaminadas a la mejora de su situación, y haciéndoles ver la necesidad de la unión de cara a conseguirlas. No será sin embargo hasta que los propietarios de la mina planteen una drástica reducción de sueldos, cuando se haga efectiva esa posibilidad de huelga que plantearán al insensible propietario –Hennebeau (magnífico Bernard Blier)-, quien acogerá con frialdad las justas demandas de los obreros, y quizá no siendo consciente de que estos darán ese paso adelante que nunca se han atrevido a formular, quizá por la carencia hasta entonces de un catalizador que logre aglutinar ese sentimiento de discriminación acumulado durante largo tiempo.

Es de sobras conocido el recorrido argumental de la novela de Zola, por lo que lo propio es destacar el caudal de cualidades que atesora esta brillante adaptación. De entrada, la sensación de autenticidad que se aprecia desde sus primeros instantes. A esa cuidada ambientación que proporciona una extraña atemporalidad a GERMINAL como tal producto fílmico, conviene destacar las excelentes composiciones en pantalla ancha, que sin embargo no desdicen el acentuado clasicismo que se imprime a la puesta en escena de una producción rodada en plenos años sesenta, pero que sabe mantenerse en el aura de la autenticidad de su trazado. Allégret combina a la perfección esa capacidad para la descripción no solo de los roles protagonistas, sino de esa coralidad de seres anónimos y embrutecidos. De personas que debido a las circunstancias sociales ene las que se ven envueltos y limitados, sacan esa bestia oculta que permanece inmersa en la condición humana. Será algo que ejemplificarán secuencias tan brutales en su propia concomitancia, como el asalto al tendero lúbrico, siempre utilizando su privilegiada condición, a la hora de proporcionar alimentos a jóvenes de las que abusará, y que en un momento de estallido de la población se verá conminado al linchamiento, a modo de nueva vuelta de tuerca de la Revolución Francesa en un marco rural y más reducido, ante la mirada impotente y, en el fondo, cómplice, de la que hasta ese momento ha sido su dependienta, y ha tenido que contemplar todas las tropelías del que fuera su superior. Antes, habremos vivido otro episodio de especial dureza, como será el ataque del personal del ejército contra los ciudadanos que en la puerta de la mina, se disponen a luchar contra ellos. Una situación revestida de una ejemplar tensión dramática, en donde las composiciones horizontales y el uso del montaje, devendrá casi ejemplar. Uno de los elementos que mejor trata el film de Allégret reside, sin duda, en la capacidad descriptiva establecida en la actuación de los representantes de las clases sociales dominantes. Es algo que comprobaremos en la modulación que adquiere el rol de Hennebeau, un hombre duro en apariencia, pero en el fondo engañado por su esposa y dominado por la inflexible reacción causa – efecto de su incapacidad para ofrecer un trato comprensivo con sus trabajadores.

Sin embargo, si hay algo por lo que a mi modo de ver GERMINAL debería ocupar al menos un lugar de cierta prestancia en el cine francés de su tiempo, es en su admirable capacidad para describir la crudeza, la crueldad y lo inhumano del trabajo en el interior de las minas. Creo equivocarme en poco si no he contemplado jamás una película que refleje con más intensidad esa dureza –otra cosa es que las haya mejores como tales títulos-, en unos pasajes que en su tramo final permitirán reencontrar –tras el sabotaje que proporcionará el anarquista Souvarine (magnífico Gábor Koncz) a las minas de otro de los propietarios, que ha sido comprada por Hennebeau, y la pelea en la que Ètienne matará accidentalmente a Chaval- al joven y derrotado líder sindical con Catherine, con quien pasará las últimas horas de esta mientras esperan seer rescatados en una mina progresivamente inundada. Ella morirá y él logrará salvarse, aunque en ese intervalo de tiempo ambos puedan exteriorizar de manera definitiva esos sentimientos hasta entonces velados en ese contexto en el que se encontraban imbuidos. La tragedia se consumará y Lantier decidirá marcharse de una población en la que ya no tiene nada que hacer, quizá prosiguiendo con un destino incierto, o quizá llevando muy dentro de sí un alcance mesiánico, que si bien ha posibilitado la tragedia, haya servido de algo en el futuro de esta localidad minera.

GERMINAL merece que el espectador más o menos avezado en la historiografía del cine galo se deje las anteojeras, y aprecie los considerables valores de un film realizado a contracorriente, quizá no siempre dotado del mismo ritmo, pero que atesora en su metraje una garra y convicción, quizá ausente en otros referentes de aquellos años. Títulos entronizados sin medida y méritos, por el mero hecho de situarse o realizarse en el momento oportuno y no, como es el caso, por la valía de su resultado.

Calificación: 3

1 comentario

Jorge Trejo -

En mis años mozos, mis amigos cinéfilos se expresaban elogiosamente de esta película, o sea, en otros países, no todos pensaban como los de cahiers de cinema.