Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

PROMISED LAND (2013, Gus Van Sant) Tierra prometida

PROMISED LAND (2013, Gus Van Sant) Tierra prometida

A la hora de tratar la figura del norteamericano Gus Van Sant, siempre me ha resultado divertida la definición que se efectuaba en Miramax de su cine, calificándolo como “un director que rueda buenas películas con actores guapos”. Quizá sea esta una calificación más acertada –dentro de lo pintoresca que pueda parecer a primera vista-, antes que intentar catalogar su cine en dos bandos en apariencia opuestos, como son aquellos títulos que se acercan a su mondo personal, confrontándolos con los que en apariencia se integran dentro de una formulación narrativa más convencional. Torpe disyuntiva, puesto que el grado de valía de su obra aparece y se limita del mismo modo, en aquellos títulos que ha rodado en una u otra vertiente. Es más, aunque PROMISED LAND (Tierra prometida, 2013) se encuentra claramente definida en el segundo de los apartados, lo cierto es que el espectador no puede dejar de percibir ciertos elementos –introducidos de manera muy puntual, justo es reconocerlo- quizá inmersos por Van Sant para introducir matices reconocibles de su mundo visual. Esa manera de presentar simbólicamente el agua con la que se lava la cara el protagonista en los instantes iniciales, o la propia configuración de los paisajes, marcando un entorno que por momentos deviene idílico y surreal en su expresión –por más que en los diálogos de la pareja protagonista devengan como definitorios de la impersonalidad del campo-, son detalles que muestran la querencia visual de su artífice, por más que nos encontremos con una historia urdida por su estrella –Matt Damon- junto al también actor John Krasinski, que encarna en el relato el rol de un agitador medioambiental.

A la hora de valorar PROMISED LAND –que ya de entrada señalaré me parece un producto interesante-, se han esgrimido no pocas consideraciones de cara a la sinceridad en la presunta honestidad u oportunismo de su propuesta. El hecho de encontrar entre sus productores a los árabes Imagination Abu Dhabi FZ –promotores petrolíferos-, han servido de argumento sobre la presunta deshonestidad de la película. Cuando se refieren a ello, olvidan que por ejemplo la Standard Oil, fue la firma petrolífera que patrocinó uno de las bellos poemas de la Historia del Cine, como es LOUISIANA STORY (1948, Robert J. Flaherty). Es decir, lo que importa es lo que contemplamos, antes que aquello que ha hecho posible el producto resultante. Y lo que propone el film de Van Sant no es más que otra muestra de esa corriente liberal auspiciada por las estrellas hollywoodienses, tamizada por el sentido cinematográfico de su artífice, y dominada por una extraña serenidad narrativa que, por momentos, parece inspirada en el David Lynch de la brillante aunque a mi juicio un tanto sobrevalorada THE STRAIGHT STORY (Una historia verdadera, 1999. David Lynch), más allá de otros títulos que podrían encajar en dicha vertiente y que han sido citados por otros comentaristas como A CIVIL ACTION (Acción civil, 1998. Steven Zaillian) o ERIN BROCKOVICH (2000. Steven Soderbergh). La película narra en primer lugar el contrato del joven Steve Butler (Matt Damon, intentando ofrecer unos matices de ambigüedad a su estereotipo de noble joven / maduro All American Boy), el servicio de la multinacional Global, encargada de la compra de tierras en determinados estados estadounidenses, para poder realizar en ellas prospecciones de gas natural. Steve acudirá hasta la población de McKinley junto a su compañera Sue Thomason (Frances McDormand), iniciando sus gestiones entre los propietarios de las tierras de dicha localidad rural. Para ello utilizarán una táctica tan sencilla como en apariencia efectiva; intentar camuflarse como auténticos representantes de ese mundo campestre –la compra de vestuario para acrecentar esa sensación-. Bien es cierto que Steve atesora un pasado que le permitió comprobar como el pueblo donde residió en sus primeros años, quedó en la ruina con la desaparición de la fábrica, generando en él un recuerdo que utilizará en sus conversaciones con los granjeros y ganaderos a los que visiten.

Una de las virtudes de PROMISED LAND, reside a mi juicio en el hecho de no alzar nunca el tono. En proponer una mirada muy a ras de tierra, en torno al contraste de un mundo rural, aferrado a su pasado y sus vivencias, en torno a otro contexto para el que solo existe la codicia. Para ello se propone una oposición muy sutil, en la que no falta la astucia de la pareja protagonista –se visten al modo de los campesinos que van visitando para convencerles de la venta de sus tierras-, en una especie de solapado juego del gato y el ratón entre el poder de los representantes de una imparable multinacional, y la oposición que ofrecerá uno de los más respetados habitantes de la pequeña comunidad, el veterano profesor  Frank Yates (magnífico Hal Hoolbrok), al que apoyará posteriormente con su inesperada llegada el activista ecologista Dustin Noble (notable John Krasinski, coguionista junto a Damon del film, a partir de una historia de Dave Eggers). A partir de ese momento, cuando en la asamblea Yates oponga las primeras reflexiones a un proyecto que de antemano parece ya ganado, se establecerá una línea de confrontación, que en ningún momento levantará esa extraña serenidad –quizá en algunos instantes transformada en cierta morosidad narrativa- que invadirá el conjunto del metraje. Por momentos –esa alusión a los caballos enanos que al final se comprobarán son algo real-, parece que Van Sant intenta introducir la propuesta en un cierto hálito mágico, rompiendo por completo la previsión del apólogo ecologista que de entrada preside el relato. Hay en su discurrir una atractiva sensación de introducirse en un extraño arcano. En un mundo que parece perdido, en el que sus habitantes soportan con resignación las limitaciones que les rodean, pero que al mismo tiempo disfrutan de estar rodeados de un verdor sin duda llamativo para los que residimos en la vida urbana. Sin embargo, algo aparece como elemento de fascinación para Steve, un joven brillante, pacífico… y también ambicioso, que no duda en practicar sobornos contra los representantes municipales… aunque les ofrezca menos de lo que le está permitido. Es decir, se trata de un joven cachorro de las multinacionales. El clásico ejemplo de ser que en teoría está predestinado a una brillante carrera en dicho ámbito –es nombrado en el primer tercio del film vicepresidente de una comisión-, pero al que la vivencia del conflicto que se está estableciendo en la población, irá adentrándose en una extraña encrucijada existencial, ya que se pondrá de manifiesto por un lado su competencia profesional, y por otra la reflexón interior que irá creciendo en él, a la hora de poner en tela de juicio su dignidad ética.

Será este uno de los aspectos que centrarán de manera más brillante, una película que nunca despierta entusiasmos, pero que siempre mantiene un considerable interés, legando secuencias tan magníficas como la que se desarrolla entre Steve y el veterano profesor jubilado, en donde entre ambos se manifestará con la palabra y con las propias miradas y los gestos, una extraña sensación de comprensión de dos seres antitéticos pero que, en el fondo, se comprenden más de lo que pudiera parecer a primera vista.

Provista de un giro en torno al personaje de Dustin, proponiendo un punto de inflexión en torno a la presencia de la maestra de la población, y concluyendo su propuesta de manera tan ambigua como llena de resignación, lo cierto es que PROMISED LAND aparece como una película que juega con la honestidad, que quizá no encuentre en dicho término su valor más adecuado pero que, por el contrario, brinda en su plácido discurrir una aguda reflexión en torno a la búsqueda de la dignidad del ser humano.

Calificación: 3

0 comentarios