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CINEMA DE PERRA GORDA

THE PRESIDENT’S LADY (1953, Henry Levin) La dama marcada

THE PRESIDENT’S LADY (1953, Henry Levin) La dama marcada

A pesar de un cómputo de obra bastante prescindible, sobre todo en unos años sesenta, a donde dirigió sus estériles y blandos esfuerzos en comedietas juveniles y exponentes olvidables por completo, lo cierto es que en Henry Levin podemos encontrar películas bastante apreciables, marcando una premisa previa; olvidarnos de una supuesta personalidad en su cine. Artesano destinado a levar a cabo encargos de género, ligado de manera considerable a la 20th Century Fox, podría destacar entre los títulos que he contemplado filmados por él, el policíaco TWO OF A KIND (1951), o un western tan aceptable como THREE YOUNG TEXANS (1954). Sin embargo, resaltaremos entre su copiosa producción el culto que mantiene la notable adaptación de Julio Verne JOURNEY TO THE CENTER OF THE EARTH (Viaje al centro de la tierra, 1959), aunque personalmente me quede con la sobria y melancólica historia de reencuentro de padre e hijo que marca el western THE LONELY MAN (Un hombre solitario, 1957).

Pues bien, THE PRESIDENT’S LADY (La dama marcada, 1953), es otra de las muestras interesantes en la filmografía de Levin, imbricada con claridad en el conjunto de producción de época marcada por el estudio de Zanuck en los años previos a la presencia del CinemaScope. Ejemplos como LES MISERABLES (El inspector de hierro, 1952. Lewis Milestone), se insertan dentro de un corpus en el que el esmero por la escenografía y el vestuario, daría en esta ocasión como fruto sendas nominaciones a los Oscars al mejor vestuario y decorados en blanco y negro. No obstante, si por algo cabe destacar esta película, no es por esa ajustada recreación de la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX en la vida americana. Ni siquiera por el hecho de recrear en su argumento –tomado en base a la novela de Irving Stone-, la biografía de Andrew Jackson, hasta el preciso momento en que va a jurar su cargo como presidente de los Estados Unidos. Lo perdurable, lo atractivo en la película de Levin –en la que de entrada cabe destacar la importancia del fondo sonoro de Alfred Newman, y la personalidad que le brinda la fotografía en b/n de Leo Tover, reside en la clara apuesta por la letra pequeña, trascendiendo incluso dos tentaciones muy temibles en este tipo de adaptaciones. Una es recurrir a los reduccionismos tipo Reader’s Digest, y otra incurrir en los excesos de un drama historicista. Por fortuna, su base argumental orilla ambos riesgos, y se inserta en la historia de un amor al que el paso del tiempo someterá a constantes pruebas, sin que ello evite por un lado que su presencia se mantenga latente hasta el último instante, sin impedir que al vértice masculino del mismo vaya escalando hasta llegar –siempre a regañadientes y con su sempiterno mal genio- al gobierno de la nación.

La virtud de THE PRESIDENT’S LADY aparece ante todo en la querencia por una vertiente intimista, permitiéndonos olvidar la existencia real de su condición, y, por el contrario, asistir a la andadura vital en común de una pareja de jóvenes, que un día se encontrarán de manera inesperada, ligando sus vidas para siempre. Ellos son el mencionado Jackson (Charlton Heston) y ella Rachel Donelson (Susan Hayward), conociendo el segundo a Rachel, cuando desea buscar un alojamiento en la vivienda campestre que conserva la familia de la joven. Muy pronto Jackson será aceptado en el nutrido círculo familiar, y la cercanía hacia Rachel será manifiesta, teniendo un punto de inflexión en la repentina llegada de su esposo, al que no conocíamos, del cual ha huido dada la imposibilidad de compartir la vida con él. Viajará de regreso con él, pero pronto entenderá que su carácter mujeriego le impide mantenerle no solo amarle, sino simplemente el más mínimo respeto. Por ello, escribirá a su familia para que acudan a recogerla, siendo Jackson el responsable de hacerlo, lo cual se granjeará la enemistad de su, injustificadamente, celoso marido. Será el inicio de una confrontación, que forzará la huída de Rachel en una balsa, siendo acompañada por Jackson. El peligro vivido les hará exteriorizar su amor, decidiendo vivir juntos, aunque iniciando una estabilidad en su vida en común. No obstante, dos elementos impedirán que esa profunda relación amorosa devenga todo lo plácida que ambos desean, al tiempo que la definan en su dolorosa singularidad. De un lado los constantes cortapisas que le brinda el antiguo esposo de Rachel, empeñado en negarse al divorcio, e incluso engañando a la pareja al simular haberlo concedido, aunque bajo la acusación de adulterio de su mujer. El otro motivo será la creciente carrera militar de Jackson, que llevará como consecuencia el tener que vivir separados durante largos espacios de tiempo, en los que solo el intercambio epistolar permitirá prolongar el intenso amor que se profesan.

THE PRESIDENT’S LADY parte de una curiosa premisa, estar narrada por la –personalisima- voz en off de un personaje que comprobaremos posteriormente, ha fallecido. Rachel será la que articule aquello que contemplamos en imágenes, proporcionando el elemento de reflexión distanciada a un melodrama que acierta al insertarse en el ámbito del intimismo, acumula con cierta elegancia pasajes folletinescos, demuestra cercanía al describir esos exteriores rurales sureños de la Norteamérica de finales del siglo XVIII e inicios del XIX, e incluso en sus instantes más intensos, evoca visualmente los modos del melodrama silente. Es cierto que quizá un realizador con mayor personalidad que Henry Levin, hubiera extraído un resultado más contundente de esta, con todo, atractiva variación de Americana. Pero, si más no, lo cierto es que el cineasta pone en práctica un encomiable oficio para aportar un ritmo considerable al relato, un especial acierto al utilizar exteriores, elipsis, o el fundido en negro para orillar y dejar en el off instantes que otro cineasta hubiera apostado por subrayar. No cabe duda que la película aparece como un vehículo para que la gran Susan Haward –una de las grandes intérpretes de su tiempo –y de las más cotizadas de la Fox, hoy injustamente olvidada-, pueda ofrecernos uno más de sus inolvidables retratos femeninos cargados de sensualidad y fuerte personalidad. El acierto en esta ocasión recae al emparejarla con un Charlton Heston al que supongo solicitaron de la Paramount, ofreciendo entre ambos una extraña pero efectiva química, que llega incluso a momentos de pasión tan intensos como el primer beso que ambos exteriorizan, cuando Jackon regresa a la barcaza, tras repelir el ataque de los indios.

También, sotto voce, el film de Levin se erige como un alegato contra la intolerancia. Esas fuerzas vivas que constantemente desprecian a la resignada Rachel –y que tendrá su punto de inflexión en la manifestación que seguirá al boicoteado mitin de Jackson, antes de ser elegido presidente. Será una amarga experiencia la que vivirá una mujer anciana y paciente, que prácticamente le costará la vida, descrita en el pasaje más bello del relato, plasmado con una delicadeza y un aliento sombrío y melancólico, digno de las más hermosas muestras del género. En ese momento desaparezca por el relato en off”de esa mujer valiente y paciente al mismo tiempo. Alguien que con una sola mirada sabía comprender el pensamiento de su esposo –la que le dirige a Jackson cuando este escenifica una pantomima para fingir que va a rechazar el escrito que le propone ser senador-. Es cierto que quizá hacía falta un realizador como Henry King –desde su situación de privilegio en el estudio-, para llevar a sus últimas circunstancias las posibilidades de esta película. Sin embargo, pese a situarse en un lugar menos ambicioso, no cabe duda que en sus mejores momentos, y aún apareciendo ciertos desajustes dramáticos, THE PRESIDENT’S LADY deviene un título dotado de suficiente interés.

Calificación: 2’5

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