Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THREE YOUNG TEXANS (1954, Henry Levin) [Tres jóvenes de Texas]

THREE YOUNG TEXANS (1954, Henry Levin) [Tres jóvenes de Texas]

Citar el nombre de Henry Levin, podría de forma automática hacernos referir a uno más del amplio y competente cuerpo del artesanado de Hollywood, que tuvo su especial centro de atracción entre mitad de la década de los cuarenta y el decenio siguiente, siendo fagocitado muy pronto en productos de –en ocasiones- ínfima calidad. Pero hasta que llegó el declive de un realizador que nunca destacó en demasía –aunque en su filmografía se diera cita una pequeña perla del cine de aventuras; JOURNEY INTO THE CENTER OF THE EARTH (Viaje al centro de la tierra, 1959)-, de vez en cuando brindaba productos revestidos de esa competencia inherente al cine de géneros y de estudios, en dos de los cuales Levin tuvo una especial implicación; la Columbia y la 20th Century Fox. De este segundo estudio –auspiciado por la Panoramic Productions-, emerge THREE YOUNG TEXANS (1954). Un western claramente adscrito a la serie B –apenas supera los setenta minutos de duración-, que se contempla con moderada simpatía, y en el que resulta curioso constatar que las mayores virtudes de su metraje, provienen por la inclinación que la propuesta ofrece al cine de intriga.

Johnny Colt (Jeffrey Hunter), Tony Ballew (Keefe Brasselle) y Rusty Blair (Mitzy Gaynor), son tres jóvenes amigos que exteriorizan su relación en medio de los campos de Texas. El primero de ellos, sin él pretenderlo, tendrá que asumir la apurada situación que vivirá su padre, cuando en una partida de póker mate en defensa propia a uno de los jugadores, del que había detectado el uso de trampas. Los otros contendientes de la timba –la pandilla de Apache Joe (Michael Ansara)- lo chantajearán –este trabaja como empleado de telégrafos-, para que les ayude a asaltar un tren que contiene la paga al ejército, valorada en cincuenta mil dólares. De forma casual Johnny se enterará que la situación límite a la que se ha visto sometido su padre, adelantándose a la acción del grupo de chantajistas, y efectuando él mismo el robo del ferrocarril, con la intención de devolver su importe un tiempo después y, con ello, evitar que su progenitor sea implicado en el mismo. Por desgracia, su amigo Tony –de carácter más frívolo-, advertirá la autoría de su compañero, desarrollando el devenir de los hechos hasta una compleja situación, en la que ante el sheriff Carter (Dan Riss), se intuya la implicación de los dos jóvenes amigos, mientras que por otro lado los hombres de Apache Joe adivinarán la implicación de Johnny y Rusty, logrando del segundo el compromiso para llevarlos al botín –que ha mantenido escondido hasta entonces-. La situación se tornará compleja no solo para los dos amigos, sino para Rusty y el propio padre de Johnny, así como el mismísimo Carter. Todos ellos sufrirán un sucesivo acoso en distintas situaciones, encaminándose a una conclusión llena de lógica, en la que incluso el padre de Johnny descubrirá que aquel asesinato con el que pretendieron chantajearle, en realidad no llegó a consumarse.

A partir de una historia de William MacLeod Raine, convertida en guión fílmico por Gerald Drayson Adams- THREE YOUNG… queda definida desde sus primeros instantes, como una pequeña película puesta al servicio del estrellato del aún joven Jeffrey Hunter, en donde el atractivo intérprete de la posterior THE SEARCHERS (Centauros del desierto, 1956. John Ford), demostraba su destreza en títulos donde era requerida una mezcla de sensibilidad y rudeza, dentro de un contexto de acción física. Es por ello que Hunter –cuya fuerza en la mirada nunca se ha elogiado lo suficiente- se desenvolvió mucho mejor en títulos de estas características –como SINGLE-HANDED (1953) de Roy Boulting-, que en aquellas comedias familiares o inclusiones en dramas urbanos como BELLES ON THEIR THOES (Bellezas por casar, 1952, también de Henry Levin), en donde su presencia iba acompañada del lastre de una notable blandura. A partir de la focalización del eje argumental en el personaje de Johnny, el film de Levin se extiende de forma bastante convencional por los parajes del género en que en apariencia queda inserta su configuración. Podría señalarse a este respecto que nos encontramos ante un resultado deficiente. Pero por fortuna, el espectador encontrará en esa subterránea ligazón con la intriga, un elemento que permitirá que su visionado mantenga un determinado grado de interés. Será algo que mostrará ya en sus primeros minutos la sobria y tensa planificación de la secuencia de la partida de poker en la que participará el padre de Johnny. Minutos antes incluso, cuando nuestros tres jóvenes protagonistas visiten el casino, podremos descubrir con facilidad la psicología de sus personajes. Johnny demostrará su prudencia. Tony por el contrario será más materialista, mientras que Rusty –más ligada en realidad al primero de ellos-, se muestre a primera instancia equidistante entre ambos.

Poco a poco, el film de Levin va incorporando atractivos elementos de intriga, como lo manifestará la manera con la que se resuelve el asalto del tren, encuadrando las botas del autor, que poco después descubriremos es Johnny. De nuevo esas botas, y las pisadas que realizará en las características tierras rojas existentes junto a una vieja cabaña en ruinas –donde enterrará el botín-, le proporcionarán a Tony una pista cuando este se incorpore a un baile –merced al detalle genial del pisotón que el incorporado proporcionará a las botas nuevas de su amigo, que se encuentra bailando con Rusty-. Como se puede comprobar, son numerosos los elementos específicamente cinematográficos que se insertan en la película, y al tiempo que inclinarla hacia un sendero de intriga y suspense, revelan el intermitente pero atractivo conjunto del relato. Detalles que se van sucediendo según progresa su argumento –proporcionando al mismo aspectos suplementarios-; esas monedas relucientes que le caerán a Tony cuando va a pagar su nueva camisa –un modelo chirriante, propio de arrogante nuevo rico de la época-, ante un sheriff que no ceja en atisbar detalles que le permitan progresar en la investigación del asalto. Serán pequeñas pero oportunas pinceladas, como el grado masoquista que esgrime el oscuro y enjuto ayudante de Apache Joe, quien no dudará en agredir a Johnny, en un intento que no llegará a más por la intervención de otro de sus compañeros. Todo ello a partir del compromiso que ha adquirido Apache con Tony, cuando este se brinda para llevarles al escondite del botín; la secuencia previa con la que descubrimos a los dos jóvenes en una localidad mexicana –en el otro lado de Río Grande-, merced a una pedrada dada por un pequeño vecino, que nos mostrará a Johnny, la mirada expectante del ya señalado ayudante de Apache y, en el siguiente plano, a Tony atado de pies y manos, ya que su amigo ha decidido retenerlo para así evitar que se fugue y recupere el botín que ha escondido.

En un momento determinado, Henry Levin se atreverá incluso a insertar elementos de puesta en escena que denoten un cierto grado de prestancia visual, como el fundido encadenado que liga a Tony con las llamas del incendio de una población, que los hombres de Apache Joe realizan para distraer la atención del sheriff y poder recuperar el botín. Sin embargo, es en los minutos finales, donde THREE YOUNG… adquiere cierta fuerza mineral como western, en el episodio que se describe en el lugar –rocoso y cercano a la vieja cabaña abandonada-, donde todos los protagonistas acudirán con la intención de recuperar el botín, y al mismo tiempo resolver los pormenores de la rocambolesca situación que dio pie al asalto. Constemos en el mismo el convencionalismo de la eliminación de Tony –era inevitable romper el triangulo que se establece entre los tres protagonistas-, el miscasting que brinda la presencia de la por otro lado talentosa Mitzy Gaynor, y la limpieza y carisma con el que el mencionado Hunter resuelve su rol protagonista, transmitiendo fuerza y el arma que mejor definió su personalidad fílmica; la de poseer la mirada más limpia que jamás contempló el cine norteamericano.

Calificación: 2

1 comentario

Alfredo -

Ejemplo de otro western con cierto atractivo, repleto de fuerza telúrica pero endeble dramáticamente es The man from Colorado, rodado por Henry Levin en 1948.

Alfredo Alonso
Cineyarte