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CINEMA DE PERRA GORDA

RIGHT CROSS (1950, John Sturges)

RIGHT CROSS (1950, John Sturges)

Rodada para la Metro Goldwyn Mayer, en el periodo inicial de un John Sturges que ya atesoraba una decena de títulos a sus espaldas, RIGHT CROSS (1950) es una pequeña y apreciable serie B, en la que se combinan tres líneas vectoras, que en sus mejores momentos confluyen en pasajes de considerable intensidad. Por un lado, aparecen las costuras de un pretendido drama inserto en el mundo del boxeo. De otro asistimos a una extraña comedia irónica y, finalmente, la película revela sus aspectos más notables, en un melodrama triangular, sobre el que se vehicula una mirada en torno a la autenticidad de los comportamientos. Todo ello, quedará representado en el boxeador mejicano Johnny Monterez (Ricardo Montalbán). Se trata del único campeón con que cuenta el muy veterano promotor deportivo Sean O’Malley (Lionel Barrymore), cuya hija Pat (June Allyson) es la novia del púgil. No dejará su padre de inquietarse ante los constantes intentos por parte del poderoso promotor Allan Goff (Barry Kelley) de cara a hacerse con el contrato que ligara a Johnny, rompiendo su compromiso con Sean. Sin embargo, el tercer vértice del triángulo que centrará la película, quedará marcado por el periodista Rick Garvey (Dick Powell). Es este un hombre de carácter irónico, latente enamorado de Pat, pero al mismo tiempo amigo de Monterez y, por tanto, respetuoso ante los sentimientos de dos novios que, por otro lado, se encuentran siempre imbuidos en constantes discusiones. Muy pronto se introducirá en el relato un inesperado accidente sufrido por el púgil en un entrenamiento, que revelará la fragilidad de una mano que se encuentra a punto de inhabilitarle para dicho deporte. Este silenciará la sombría perspectiva que se le avecina ante una pronta retirada de la competición, decidiendo ligarse hacia Goff en un nuevo y lucrativo contrato, abandonando el que hasta entonces mantenía con el padre de Pat. Ello, como es lógico, elevará las suspicacias de su novia, y al mismo tiempo permitirá que el boxeador exteriorice en manera creciente esa incomodidad de ser un inmigrante, que entiende que el comportamiento hacia él denota discriminación, dada su condición de mejicano.

No cabe duda que buena parte de los nada desdeñables valores de RIGHT CROSS, aparecen por la presencia como guionista del prestigioso Charles Schnee, partícipe de un ámbito de serie B dentro de la Metro. Un ámbito en el que el estudio del león ofreció algunas de sus propuestas más singulares, demostrando que podía proporcionar esa mezcla de limpieza y turbiedad que caracterizarían sus exponentes. Es cierto que Sturges demuestra su buen pulso, a la hora de articular la presencia de una cámara que sabe situarse en lugares estratégicos, ofreciendo información suplementaria dentro del matiz psicológico de sus personajes o, fundamentalmente, en lo vibrante que resulta esa pelea en la que el mundo deportivo de Johnny se vendrá abajo. Pero es cierto que la película articula numerosos atractivos elementos de guión, como puede ser la manera de presentar a Garvey –la elipsis nos dará cuenta de sus ocasionales estallidos emocionales en una taberna irlandesa-. En los numerosos apuntes de recelo en torno a las raíces hispanas de la familia Monterez, que como curioso reflejo, se mantendrá en la autodefensa que brindará Pat y su padre, ante los intentos de Monterez para aliarse con Goff. Hay, es evidente, en RIGHT CROSS una creciente espiral de crispación, centrada en dos seres que, en esencia, esconden sus auténticos sentimientos. Uno parapetado bajo sus orígenes, y otra bajo ese supuesto respeto a la figura de su padre, aunque en el fondo lo que se dirime es la fuerte personalidad de los dos.

De entrada, sorprende la manera con la que se introduce un extraño e inusual matiz a la hora de incorporar el elemento de ambientación pugilística –la irreversible lesión de la mano de Monterez-, que proporcionará algunas secuencias de matiz intimista –las confesiones con su médico y también junto a su abogado- e incluso una en la que se establecerá una máxima tensión de cara al protagonista –ese ensayo en apariencia triunfal una vez se ha recuperado de la lesión, que en realidad esconde a un Johnny traspasado de dolor-. En una película en la que la presencia de la elipsis mitigará algunos de sus instantes más duros –la muerte del viejo Sam, tras el impacto vivido al retirarle Johnny su contrato-, se plantea por lo general el contrapunto del personaje encarnado por Dick Powell, que estoy convencido Schnee tuvo presente, a la hora de incorporar al intérprete en el reparto de la maravillosa THE BAD AND THE BEATIFUL (Cautivos del mal, 1952. Vincente Minnelli), con la que el guionista recibió un Oscar de la Academia de Hollywood. En RIGHT CROSS Powell brinda una magnífica prestación, en la que sus apuntes de comedia o incluso sus habilidades como cantante, se combinan con su capacidad para transmitir una mirada irónica, que permite traducir la temperatura emocional de los personajes que se dirimen en dichas secuencias. Es por ello que su presencia, talento y capacidad para el tempo cómico incluso –impagable su fingida reacción cuando es rechazado mediante una nota, por la modelo que encarna la primeriza Marilyn Monroe-, me plantean una revalorización para este antiguo y blando galán melódico e intérprete de Philip Marlowe, y hasta cierto punto justifica que fuera repescado por Frank Tashlin para una de sus comedias tan representativas.

El film de Sturges destaca por su crescendo dramático, esgrimido a través de las diversas subtramas que rodean su entramado argumental, estableciéndose nuevos espacios de sombra en el devenir de sus personajes. El recelo ante una supuesta discriminación –la importancia que adquiere el entorno familiar de Johnny- y el horizonte de un futuro cercano dominado por la decadencia –como la de tantos otros de sus compañeros en el boxeo-, provocará una actuación que de entrada, acrecentará las suspicacias por parte de Pat. Mientras tanto, Rick permitirá que a su alrededor se encuentre ese desahuciado periodista –Walker (John Maxwell)- que, como prueba del respeto que este le ha manifestado siempre, le confesará en una magnífica secuencia –quizá la más brillante de la película- desarrollada en una sauna, una exclusiva que le anunciará las intenciones existentes en torno a aniquilar a Monterez en su cercano combate, a partir del estudio de sus debilidades en el ring. Un fragmento rodeado de una extraña calidez, al trasmitir la sinceridad en la amistad de ese hombre acabado, hacia alguien que siempre le ha proporcionado sincera amistad, y en el que se intuye quizá una sutil atracción homosexual hacia alguien a quien admira. Es cierto. A RIGHT CROSS le perjudica un poco una conclusión demasiado acomodaticia –aunque en ella se dirima el sacrificio por amistad de Rick-. Sin embargo, a ello le habrá precedido el magnífico episodio del combate –brillante en él Montalbán-, en el que Sturges asumirá la capacitación de un montaje percutante y el oportuno recurso de planos subjetivos de los púgiles. El fragmento elevará el conjunto al contemplar los contraplanos de un Powell que intenta mantener la compostura al ver la carnicería a la que se enfrenta Johnny, o el creciente sufrimiento de una Pat desolada. Será aún mejor la breve secuencia en la que el derrotado Monterez se encuentra en su degradado camerino, intentando controlar el dolor de su brazo metiéndolo en un cubo metálico lleno de cubitos de hielo. La sensación que ofrece ese fragmento es desoladora por su verismo.

Calificación: 2’5

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