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CINEMA DE PERRA GORDA

BEACHHEAD (1954, Stuart Heisler) Misión temeraria

BEACHHEAD (1954, Stuart Heisler) Misión temeraria

Una película como BEACHHEAD (Misión temeraria, 1954) es reveladora del alcance y también las limitaciones del cine firmado por Stuart Heisler, realizador que se definió en ese grado medio entre la enorme nómina de artesanos y profesionales del Hollywood de la generación intermedia. Heisler fue alguien que demostró su mano diestra a la hora de describir atmósferas tensas y físicas, siempre dentro de diferentes exponentes del cine de género, y que incluso en sus mejores momentos, se podía extender en su retrato de personajes, envueltos en conflictos de notable calado, en algunos casos a punto de estallar –es lo que describirían claramente CHAIN LIGHTNING (Una llama en el espacio, 1950), y STORM WARNING (1951), que considero las mejores películas suyas que he visto-. En su contra, aparece en buena medida ese desequilibrio entre intenciones y resultados y, sobre todo, la sensación de que el cuidado de una de estas dos percepciones, indefectiblemente lleva aparejado una merma en el tratamiento dramático de sus personajes. Eso es algo que se percibe en esta aventura desarrollada en la isla de Bougainville, Filipinas, en medio de la última contienda mundial, luchando contra la invasión japonesa, abandonando de manera declarada cualquier atisbo patriótico, para insertarse de lleno en el ámbito de una aventura, que tendrá tanto de plasmación física, como de recorrido moral para los dos personajes que la protagonizan, a través de cuya andanzas, su actitud fría y hostil del inicio, se transformará en una abierta comprensión e incluso admiración.

Así pues, dominada por el espeso cromatismo que le proporciona el operador Gordon Avil, hasta integrare la espesura de los frondosos y casi opresivos parajes en donde se desarrolla la acción –en realidad filmados en Hawai-, casi como el principal personaje de la película. La flora de la misma es destacada, el contraste entre luz y sombra que provoca la casi incesante arboleda, es sin duda el elemento predominante, de un sencillo argumento, que en realidad describe el desarrollo de una misión para cuatro hombres, al objeto de comprobar la veracidad de un mensaje enviado por el veterano dueño de una plantación, el francés Bouchard (John Doucette), que facilitaría un desembarco de aliados, sin subir bajas en ellos. La misión será comandada por el sargento Fletcher (Frank Lovejoy), dirigiendo a los jóvenes Burke (Tony Curtis), Reynolds (Skim Homeier) y Biggerman (Alan Welles). Los propios títulos de crédito ya nos los mostrarán en medio de un ataque a los japoneses, y en muy pocos minutos la acción se detendrá en ellos, que pronto se reducirá a los dos protagonistas, con las bajas producidas con Reynolds y Biggerman. La oposición de caracteres entre  el mando y Burke se agudizará, y comenzará a hacerse más perceptible, a partir del encuentro de ambos con Bouchard y la hija de este Nina (Mary Murphy), dentro de una relación casi irrespirable, que habrán de alternar en su lucha por huir de los japoneses y avisar a los mandos de la veracidad de dicha información.

Como antes señalaba, la base argumental de BEACHHEAD no puede decirse que sea ni densa ni un dechado de originalidad. Pero, si más no, el film de Heisler posee la infrecuente virtud de establecer un relato tenso y crispado, en el que las tensiones internas de sus personajes, tiene su justa repercusión en esos episodios que se van intercalando, de manera intermitente, dentro de una atractiva gradación de aventuras e incidentes, que en algunos casos alcanzan una extrema rotundidad, y en otros incluso adquieren una cierta originalidad. No nos llevemos sin embargo a engaño, no hay en el realizador una voluntad de cuestionar el hecho bélico, tampoco el de hacer apología de ello. Estamos un poco lejos del alcance transgresor que podía proporcionar la apuesta por el género de un Sam Fuller. Simplemente, asistimos a una sucesión de peripecias, dentro de un relato que por momentos adquiere una cierta abstracción, cercano el cine de aventuras, pero sin llegar en el alcance del tratamiento de sus personajes, a los hallazgos que podrían alcanzar títulos tan dispares y excelentes como APPOINTMENT IN HONDURAS (Cita en Honduras, 1953. Jacques Tourneur), o THE PURPLE PLAIN (Llanura roja, 1954. Robert Parrrish), rodados en aquel tiempo.

Por ello, y aún echando de menos una mayor homogeneidad, y un superior calado en ese enfrentamiento de caracteres planteado, es justo reconocer que BEACHHEAD está trufada de momentos impactantes, reveladores de una notable pericia cinematográfica. Lo veremos en el instante en el que Biggerman ataca un tanque japonés al que pretende atacar con una granada en su interior, siendo asido hacia el interior por la mano de un soldado que se encuentra dentro, muriendo los dos al estallar el explosivo. En la inesperada caída del cadáver de Reynolds apuñalado por los japoneses, delante de Fletcher. En el episodio del asalto y contraataque a los japoneses, donde la cabaña equipada con equipo de mensaje, estaba preparada para ejercer como auténtico patíbulo a los americanos. En ese escorpión insidioso sobre el brazo de Burke, mientras se esconden de los japoneses. En ese jovial preso japonés que se encuentran, y que tendrán que entregar a un nativo, sabiendo que este lo ejecutará –quizá el instante en que percibimos dicha ejecución, escuchando en off  los gritos de la víctima, mientras nuestro protagonistas escapan en una pequeña piragua, sea el más escalofriante del relato-. O en esa pelea que Fletcher mantendrá con su anónimo francotirador, al que se ha decidido a enfrentar mientras deja a Burke y a Nina que escapen para llegar al punto de reencuentro, que adquirirá quizá el pasaje más físico y tenso del conjunto del film. O, finalmente, y pese a algunas chuscas transparencias, la peligrosa estrategia de Burke, luchando contra la gasolina encendida que se encuentra en el mar. Precisamente por este y otros aspectos y elementos destacables, uno lamenta el escaso pathos y el conformismo que sirve de conclusión a la película. La sensación en definitiva, de no haber profundizado lo suficiente en ese enfrentamiento psicológico existente entre el militar veterano, que tuvo una experiencia traumática en Guadalcanal, y el joven y valeroso soldado, que verá en Nina un inesperado encuentro con la madurez.

Calificación: 2’5

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