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CINEMA DE PERRA GORDA

DIE ROTE (1962, Helmut Käutner)

DIE ROTE (1962, Helmut Käutner)

Creo que no me equivoco demasiado si señalo que en la figura de Helmut Käutner (1908-1980), se encuentra uno de los grandes interrogantes del cine alemán. Me atrevería a señalar que del cine europeo. El hecho de haber realizado una carrera extensa –cerca de 40 largometrajes, además de una larga aportación televisiva-, al margen de las corrientes que rodearon una obra iniciada en pleno nazismo -si bien por un lado permitió una producción estable- estoy convencido que favoreció que su figura fuera ninguneada a lo largo de posteriores generaciones de aficionados. Sin embargo, su obra sigue ahí y poco a poco se está desempolvando, con lentitud, un aporte que avala a un realizador valiente en sus contenidos y brillantísimo en las formas, capaz de propuestas muy arriesgadas en sus argumentos, y complejas a todos los niveles en sus formulaciones visuales. Hasta el momento, son apenas cuatro los títulos suyos que he podido contemplar –ROMANZE IN MOLL (1943), UNTER DES BRÜCKEN (1946), SCHWARZER KIES (1961) y DIE ROTE (1962)-, y en ellas se plantean propuestas muy diferentes. Sin embargo, las cuatro películas coinciden en lo sombrío de su atmósfera, la apuesta por bases dramáticas intrincadas y la aplicación de un aura fatalista -hagamos en este último apartado, excepción del tercer exponente citado-. Ambas son magníficas propuestas y, en concreto, el último de los títulos señalados, me parece realmente deslumbrante.

De entrada, DIE ROTE aparece como una mirada más o menos irónica, en torno a lo que en esos primeros años 60 podría denominarse como ‘cine de autor’. La presencia de un personaje femenino de fuerte personalidad que huye de una crisis existencial, nos remite al cine de Antonioni. El protagonismo de Venecia, o la propia presencia en el reparto de Giorgio Albertazzi, guarda ecos de la EVE (Eva, 1961) de Joseph Losey. Ecos de Resnais también se encuentran en ciertos de sus pasajes, unido a la recurrencia de Albertazzi. En una breve secuencia, de manera inesperada contemplaremos un pequeño cameo de Alain Delon… En realidad, nos encontramos con una coproducción italoalemana, en la que interviene como tal el popular Carlo Ponti adaptando una novela del escritor bávaro Alfred Andersch, transformada en guion por el propio autor ayudado por el propio realizador. Su argumento se inicia en la ciudad de Milan describiendo la ruptura del matrimonio formado por Franziska (magnífica Ruth Leuwerik) y Herbert (Harry Mayen), su esposo. La misma se escenificará de manera tan plácida como sorprendente –sin discusiones, mostrando la primera su hastío por la amabilidad de su esposo- revelando las cartas de este relato que pasa por encima de las convenciones, que orilla cualquier entraña dramática, y no obvia el matiz irónico en ningún momento -como no lo hace del agudo retrato psicológico de la protagonista- insertando unas pequeñas gotas de esa querencia del realizador por el pasado y la influencia nazi. Todo ello, convenientemente tamizado, aparecerá en este relato de la huida de una doble relación –Franziska mantenía de manera paralela, una relación conocida por su esposo, con el influyente Joachim (Richard Münch)-. Ya en los primeros compases de la película percibiremos la formulación narrativa elegida por Käutner, descrita en la elección de saltos temporales, al tiempo que la constante e intermitente voz en off de la protagonista, y ofreciendo el oportuno contrapunto a la banalidad de las vivencias que le rodean.

Franziska viajará en tren a la aventura con unos pocos miles de liras, llegando hasta una extraña Venecia descrita de manera oscura, potenciada por la espléndida y áspera fotografía en blanco y negro de Otello Marteli. Apostando una vez más por su mirada transgresora, Käutner describe una ciudad en la que convive lo monumental, la ruina, y también la alienada convivencia con un determinado lujo turístico, para más inri expresado en un contexto invernal, en el que sus calles aparecen casi desprovistas de visitantes. Será el ámbito en el que deambulará nuestra protagonista, comprobando como casi de inmediato se disipa el poco dinero que porta, e intentando buscar un trabajo –ha sido secretaria y traductora de idiomas-. Estará dispuesta a trabajar en cometidos en teoría indignos de su cualificación e incluso clase social. Lo cierto es que ese torbellino interior vivido por Franziska en esos pocos días encontrará su oportuna plasmación psicológica, ayudado por la transgresora mirada que el director brinda de un contexto urbano tamizado de una singular aura fantasmagórica –no se omite, ni siquiera la visión de esas pasarelas de madera utilizadas cuando el agua inunda la plaza de San Marcos-, o la presencia de insólitas situaciones, como que sea confundida con una prostituta cuando visite un salón de té.

Muy pronto, la película nos brindará otro de sus sorprendentes giros, al introducir al extraño Patrick O’Malley (Albertazzi) y al elegante Pablo (Rozanno Brazzi). Como si fuera fruto del destino, ambos aparecerán como involuntarios sustitutos de esa dualidad de la que Franziska ha huido. El primero, bajo su personalidad sinuosa y amable, procedente de una acaudalada familia inglesa, y escondiendo un turbio pasado como espía durante la II Guerra Mundial. Por su parte, Pablo traerá hasta la recién llegada el peso de un pasado histórico ligado a la ciudad, al tiempo que una personalidad dominada por el romanticismo y la lucidez. En la confluencia de ambas surgirá una sorprendente sucesión de incidencias, ligadas con el suspense en el caso de Patrick, y más entroncadas con el eco –y las convenciones- de Venecia, como referencia más o menos arquetípica, en torno al romanticismo en cualquiera de sus vertientes artísticas. El inglés nos introducirá a una intrincada y sórdida historia, en la que tendrá un especial protagonismo su antiguo torturador y salvador, un antiguo nazi –Kramer (Gert Fröbe)-, que sigue manteniendo un inquietante ascendente sobre O’Malley. Mientras tanto, Pablo permitirá a Franziska vivir la parte idílica de Venecia –esa visita al campanario de San Marcos-, pero al mismo tiempo le hablará sobre su pasado, lleno de crímenes. También lo hará de una cultura ya perdida irremisiblemente para siempre. Todo ello irá descrito con una constante inventiva visual por parte de nuestro realizador, truncando cualquier expectativa previa y no orillando incluso episodios especialmente dominados por la mezquindad, como la visita de Patrick y su invitada a una sucia taberna a cenar, en donde se esconde Kramer, y en la que se adivina una cierta nuance homosexual hacia el inglés. Esa mixtura de drama psicológico, destellos de misterio y negrura, y original mirada en torno a las convenciones de un cine que se encontraba entonces en pleno apogeo -así como una cultura que ya formaba parte del pasado- configura un conjunto espléndido. Admirable por la originalidad de su planteamiento. Por la precisión y densidad de su atmósfera. La capacidad para bandear sobre diferentes vertientes genéricas, sin hacer oscilar el alto grado de interés de su conjunto. La convicción con la que se encuentra trazada su galería de personajes. Y por encima de todo, la mano diestra esgrimida por el ya veterano realizador alemán, al acertar y apostar por un conjunto tan extraño en su apariencia, y lograr armonizarlo con mano maestra. Lo hará permitiendo una conclusión que, por momentos, podría hacer pensar que la aventura vivida por el principal personaje del relato, quizá apareciera como un extraño sueño. Un extraño juego de muñecas rusas. El de una mujer que huye de un contexto de cómoda mediocridad, para encontrarse de manera sorprendente con una nueva dualidad de sentimientos expresados con resabios del pasado, y en el contexto de uno de los lugares más estereotipados para el sentimiento amoroso.

La excelencia de DIE ROTE, ha hecho intensificar mi interés por la obra de Käutner. Por fortuna, es bastante asequible poder acercarnos a buena parte de su producción. Un sendero que prometo seguir caminando en breve.

Calificación: 4

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Eso es lo bueno de estos cineastas, que el afán de cubrir nuestras lagunas, nos proporciona un manantial de piedras preciosas. Feliz Navidad a ti también!

Bud white -

Creo que es uno de los cineastas más potencialmente interesantes de la cinematografía Germana, a descubrir. Su film In jenen Tagen (En aquellos días, 1947), que goza de cierto prestigio, me pareció muy estimable. Felices fiestas Juan Carlos!