EN JENEN TAGEN (1947, Helmut Käutner)
Contemplar desde el prisma del descubrimiento una obra tan extraordinaria como EN JENEN TAGEN (1947) permite una sensación paralela de asombro, emoción e indignación. Asombro por la audacia de haber podido filmar esta película cuando la propia Alemanias estaba repleta de escombros, y hacerlo además con esa increíble combinación de audacia en su base argumental e increíble inventiva en su puesta en escena. Emoción ante la capacidad de conmovernos que alberga buena parte de sus imágenes. E indignación ante la mirada que se nos brinda, además tan cercana, de esa atrocidad colectiva que supuso la vivencia del drama del nazismo. Todo ello se aglutina en esta pavorosa ronde que supone una película que surge -y culmina- a través de un plano circular de casi 360 grados, a través del cual podemos percibir el cercano horror y la desesperación de un pueblo desolado y destruido por su nuevo choque con la guerra.
De entre las ruinas de Berlín que contemplamos, la cámara se centrará en un solar donde dos hombres desguazan coches. Uno de ellos cobrará presencia por medio de una voz en off -expresada por el propio Käutner-, y ejerciendo el despedazado y destrozado vehículo como nexo de unión de siete pequeñas historias, independientes entre sí y ubicadas de manera cronológica, a través de las cuales se establecerá la incidencia del nazismo. La grandeza de esta propuesta del gran cineasta alemán proviene de un lado en la fuerza de su inmediatez -fue el primer título que reflejó en las pantallas el análisis del horror del III Reich-, en la inteligencia de su guion, la constante inventiva de su realización y, en definitiva, su capacidad para encauzar a través de sus diversos segmentos, la evolución de la sociedad alemana en uno de los periodos más concretos y negros de su historia. Todas estas pequeñas historias irán insertas siguiendo el devenir temporal del periodo, caracterizándose por aparecer en pantalla en plena acción y desconcertando inicialmente al espectador, como si se buscara su atención sin ofrecer de entrada todas sus pistas. Será una muy audaz decisión, que casi de inmediato nos introducirá en capítulos caracterizados por su querencia por el detalle, hasta el punto que resulta recomendable más de un visionado, puesto que la densidad de estas pequeñas matizaciones, puedan escaparse en alguna ocasión. En cualquier caso -y es este a mi juicio el mayor rasgo de grandeza de su conjunto- nos encontramos ante una obra que acierta siempre al ser íntima, al indagar en la psicología de sus personajes y sus sentimientos más hondos, en todo momento poniendo a prueba situaciones cumbre de sus vidas, y estando todas ellas relacionadas con ese contexto de descomposición social, de guerra y de represión que caracterizaría el periodo nazi.
EN JENEN TAGEN inicia el recorrido de esa mirada reflexiva de su coche protagonista, con la curiosa presencia de las cifras 30 1 33 rayadas en el parabrisas delantero del vehículo que interpretarán como un número de teléfono. Ello nos introducirá en la historia de una joven Sybille, a la que su amante -Peter- le entrega el vehículo recién salido de fábrica. Ella pese a su inicial rechazo lo utilizará para reencontrarse con él en Berlin, y topándose por el camino con otro de sus amantes -Steffen- quien le señala que ha de abandonar de inmediato Alemania y le pide que se marche con él. La manera casi imperiosa con la que se lo demanda hará que Sybille lo deje, y acuda a las calles de la capital al encuentro con Peter. Sin embargo, en esa cita dentro del coche, en la que se grabará las fecha de lo que podría ser el inicio de una vida futura entre ambos, entre ellos se desarrollará la multitudinaria manifestación de la entronización de Hitler como canciller alemán. Será el momento en que ella comprenda con admiración e incluso incontrolada emoción, que esa llamada a marcharse con el amante que había dejado atrás llevaba aparejada una huida ante la peligrosa llegada del nazismo. Por ello romperá los deseos que había exteriorizado con este, y con la propia anuencia de Peter decidirá a última hora acompañar a Steffen.
Modélica manera de iniciarnos en la dinámica, la emoción y la denuncia de esta extraordinaria película, que a continuación plasmará la insólita relación de la adolescente hija de un acomodado matrimonio, atraída de manera ingenua hacia un compositor amigo de la familia. Lo que inicialmente se plantea como algo evanescente, pronto Käutner logrará insertarlo en las costuras del drama más hondo, al centran su irresistible fuerza en la conmovedora secuencia de la merienda campestre ante el lago, en la que el compositor revelará el drama interior que le atormenta, al ser exorcizada su obra por el Reich, considerándosele como un auténtico paria. La extraordinaria planificación de esos momentos -en donde la muchacha comprenderá la inutilidad de revelar la relación amorosa que ha mantenido su madre con el compositor, y que ella ha logrado descubrir de manera casual- llega a contagiar al espectador en la angustia existencial en la que finalmente ha estallado ese hombre culto. En otros parámetros completamente opuestos, se describirá la azarosa historia de ese veterano matrimonio de comerciantes, que vivirá en carne propia la tristemente célebre ‘noche de los cristales rotos’, y en la que la esposa -de oculta ascendencia judía- pedirá a su marido que se separe de él -en unos primeros planos de irresistible emoción-, como vano intento de evitar que su marido, al que sigue queriendo con toda su alma, se vea perjudicado con sus orígenes. El drama de una pareja, aparecerá envuelto con nada solapados ecos al suicidio del gran escritor Stefan Zweig y su esposa, pocos años antes.
El universo de la resistencia cobrará protagonismo en el siguiente episodio, donde se volverá a plantear un nuevo triángulo sentimental, y en el que dos hermanas mantienen su relación con el mismo hombre -ausente de la historia-, del que una de ellas -Dorothea- es su esposa. En su búsqueda angustiosa del marido y el descubrimiento de la infidelidad de su hermana, se verá acrecentado por el progresivo avistamiento de la brutalidad del Reich. La cámara de Käutner acertará al introducir al espectador -junto a su protagonista-en una espiral de horror cotidiano. Poco a poco iremos comprobando -siempre en el off narrativo- la brutalidad totalitaria del nazismo, centrada en esta ocasión en el progresivo descubrimiento por parte de su esposa de que su marido ha sido fusilado por los nazis en un intento de huida, muerte que ocultará a su hermana sacrificándose para que ella pueda huir del país. Será un episodio en el que la reincidencia a otro triangulo amoroso le irá acompañada la presencia de Peter; el amante que comprara el vehículo en el primer segmento, ataviado de soldado y descubriendo casualmente el vehículo por las cifras de las fechas que en él se conservan.
Prosiguiendo en ese recorrido por diferentes facetas de la tragedia alemana nos encontraremos con un alucinante episodio descrito en la ofensiva rusa, que por su configuración visual aparece delimitada en los límites del fantastique al describir una ruta nocturna en medio de un campo nevado, y viviendo en todo momento una mortuoria atmósfera de pesadilla. La película describirá a continuación una breve y conmovedora historia, en la que una joven componente de la resistencia se jugará literalmente su frágil libertad para ayudar a una anciana aristócrata que se encuentra recluida en Berlín, temerosa de ser arrestada por su ligazón familiar con alguien buscado por los nazis. Ni siquiera la nobleza de ambas les evitará ser presas de las fuerzas desplegadas.
En medio de tanto horror, de tanta desesperanza -en realidad EN JENEN TAGEN aparece como un intento casi desesperado de encontrar una mirada de futuro a la condición humana- la película concluirá con otro episodio de extraordinaria emotividad en el que,a través de una insólita analogía con la natividad de Cristo, se escenificará la inesperada unión de un mecánico de las fuerzas alemanas con una joven, madre de un pequeño, cuyo padre murió en la contienda. Poco a poco, con una prodigiosa delicadeza y en el marco de un granero donde se encuentra arrumbado el viejo vehículo, se irá construyendo una insólita historia de amor que combinará lo trágico e incluso lo humorístico -esa imposibilidad del mecánico para acordarse del nombre de la población donde ha de reencontrarse con la muchacha- en una llamada final a un futuro dominado por ese pueblo alemán que se ha dejado jirones casi irreparables de su humanidad, a lo largo de unos años en los que lo más bajo de la condición humana ha dominado su comportamiento colectivo. Helmut Käutner mostrará una amplia expresión de esos claroscuros -resaltados por la fisicidad de los marcos elegidos, así como la húmeda fotografía en blanco y negro de Igor Oberger- envueltos en historias sencillas y cotidianas, donde la fuerza de los sentimientos de sus personajes fueron sajadas por la terrible preponderancia de la bestia hitleriana.
Todo ello conformará un conjunto tan terrible como conmovedor. Tan hondo como cercano. Tan alejado en el tiempo como cercana en el aura de la irracionalidad que transformó un pueblo culto y civilizado, en la cima de la barbarie. Provisto de momentos inolvidables -esos primeros planos de la mujer del comerciante intentando simular el dolor que soporta en su interior, y exteriorizando finalmente su emoción cuando su marido le demuestra una vez más la sinceridad de su amor- e interpretado con absoluta entrega por la coralidad de su reparto, lo cierto es que EN JENEN TAGEN es una obra extraordinaria, perfecta y original radiografía de unos tiempos convulsos para un país y cuestionables para un pueblo. Una película apenas conocida, que merece con urgencia su definitiva reivindicación como uno de los grandes frescos cotidianos, de un periodo siniestro para el mundo occidental.
Calificación: 4’5
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