DER REST IST SCHWEIGEN (1959, Helmut Käutner) El resto es silencio
De los más de treinta largometrajes que jalonaron la trayectoria del realizador alemán Helmut Käutner, hasta la fecha he podido contemplar seis. Y he de señalar que dentro del elevado nivel que he observado en todas ellas, DER REST IST SCHWEIGEN (El resto es silencio, 1959) me ha parecido quizá la de cualidades más menguadas. Ello no quiere decir que esta traslación del universo del ‘Hamlet’ de Shakespeare en el seno de una Alemania contemporánea y dominada por la herencia del nazismo carezca de interés. Antes al contrario, su resultado resulta apasionante en sus mejores momentos, y su base dramática -obra del propio realizador- está trufada de no pocas audacias. Sin embargo, en sus imágenes se observa en ocasiones una excesiva dependencia a una cierta carpintería de ascendencia teatral y a una cierta retórica, lo que limita en cierta medida su alcance.
El joven John H. Claudius (un estupendo Hardy Kruger) retorna hasta Alemania desde Estados Unidos, donde ha logrado consolidarse como profesor de filosofía. Lo hará con la intención de regularizar ciertas situaciones de la factoría que heredó de su padre, quien murió en un supuesto accidente durante la II Guerra Mundial, pero John mantiene en todo momento que lo mató su padrastro -Paul Claudius (Peter Van Eick)- casado con su madre -Gerturd (Adeelheid Seeck)-. Desde el propio momento del retorno a su vivienda familiar -que dilatará al acudir junto a un compañero y amigo a las ruinas de la fábrica en la que murió su progenitor- todo confluirá en un relato oscuro y sinuoso, en donde las sospechas y los reproches se darán de la mano, y en el que cada recoveco, sombra y lugar de la acomodada vivienda -atención a esa escultura que se encuentra en el hall, que parece presidir el drama que allí se va a vivir- aparecerá como un detalle de siniestra procedencia.
Desde el primer momento, Käutner nos proporciona claves para intuir esa referencia nada halagüeña de su base dramática. Siendo como es una película dominada por un muy contrastado blanco y negro, sus títulos de crédito estarán insertados en rojo sobre ese fondo monocromo. Pero es que, al mismo tiempo, el desarrollo del drama heredado de Shakesperare y modernizado, tomará como base una mirada profundamente desesperanzada de la huella del nazismo en la sociedad alemana de finales de los cincuenta, en la que no faltarán incluso la presencia de imágenes documentales del ámbito hitleriano, que intuyo resultarían incómodas para un público alemán quizá más dado a olvidar esa horrenda, aún cercana y deplorable página colectiva de su pasado. Nuestro director, por el contrario, no dejará de horadar en la complicidad colectiva que la sociedad alemana de preguerra manifestó con el nazismo, e incluso insertándose en pasajes duros de admitir para un pueblo que se encaminaba a un contexto de progreso y vida en democracia, pero al que la sombra de su pasado reciente ahogaba en su deambular futuro.
Así pues, Helmut Käutner logrará imbricar esa referencia en un relato inquietante, áspero y algo artificioso en ciertos momentos, pero que sabe extraer los suficientes chispazos dramáticos y psicológicos a través de la combinación de un entregado reparto, la enorme fuerza que le brinda la casi intimidante iluminación en blanco y negro de Igor Oberberg, y el excelente juego dramático que se brindará a la escenografía de interiores que brindará la mansión de los Claudius. En su seno se brindará un audaz juego de cámara, y en no pocos momentos no dejo de pensar que en esta película bien pudiera retomar el germen de estos thrillers psicológicos que muy poco tiempo después -y en algún caso inmediatamente antes, ahí está el ejemplo de la previa THE SNORKEL (La máscara submarina, 1958, Guy Green), también contando con Peter Van Eyck- auspiciaría la productora inglesa Hammer Films, dirigidos por Seth Holt, Freddie Francis, Val Guest o Michael Carreras. Con ellos comparte esa atmósfera sinuosa ubicada en marcos dominados por cierta ostentosa comodidad, que en este caso además se ve enriquecido por esa siniestra huella del pasado.
Será algo que resultará incluso asfixiante en sus mejores momentos, y que alcanzará un aura de cierta cercanía con lo metafísico en el personaje de la joven Fee (magnífica Ingrid Andree), hija del veterano médico Max von Pohl (Rudolph Foster). Una muchacha de extraña y casi etérea personalidad, desde el primer momento atraída hacia nuestro protagonista, y a quien mostrará el epicentro de su mundo casi irreal, un viejo invernadero en donde vivirá rodeada de un cultivo de orquídeas, y a las que considerará como seres vivos capaces de aceptar con naturalidad su propia muerte. Una equivalencia con su propia concepción de la existencia, por completo ajena a ese contexto poco recomendable en su huella de pasad, que marca no solo la sombra de su anciano padre, sino sobre todo la familia del protagonista, de quienes dependen como mantenidos. Será este el único marco de consuelo que mantendrá un joven atormentado por a su deseo de marcar justicia en torno al asesinato de su padre, que él atenderá en la película a través de una extraña llamada telefónica recibida en su residencia norteamericana y, con ello, modificando esa aparición fantasmal existente el referente literario de Shakespeare.
DER REST IST SCHWEIGEN es una película dominada por un aura de pesadilla, en la que solo tendrá un cierto remanso todo aquello que rodea a Fee -en traducción literal ‘Hada’-. Así pues, dentro de una creciente atmósfera asfixiante, por medio de una planificación que combina la introspección psicológica con cierto deliberado artificio, y ese permanente eco de la pesadilla hitleriana -Edgar, el hermano de Fee fue un joven nazi que tuvo que vivir un proceso de desnazificación para poder ser reintegrado en la sociedad alemana- conformará esta extraña película, que estoy seguro sería recibida con frialdad en el momento de su estreno, y que a ojos de nuestros días no deja de aparecer igualmente incómoda, aunque sea por diferentes razones. Käutner transmutará la representación que servirá como desenmascaramiento del hecho criminal de su padrastro, en una escenificación de un poco convincente ballet de marcado corte vanguardista, para lo cual se introducirá un curioso -y poco frecuente en aquellos años- personaje homosexual, representado en la figura de ese director de ballet y antiguo compañero de estudios de John, en quien manifestará una latente atracción auspiciada por el propio Paul, en su búsqueda desesperada de elementos que le hagas desistir de su enconada búsqueda de su culpabilidad, y que incluso le llevará a buscar documentos que lo declaren incapacitado mentalmente para seguir ejerciendo como heredero de la empresa de su padre.
DER REST IST SCHWEIGEN se cierra con la que quizá sea su secuencia más hermosa. Absolutamente trastornada por la inesperada muerte de su padre en una crisis cardiaca, Fee será trasladada en ambulancia a una residencia. Apenas unos minutos antes se ha producido la necesaria e inesperada catarsis en torno a la venganza de John. La muchacha se dirigirá a él en teoría huyendo de su propio pasado cercano, aunque en sus mirada y manifestaciones finales aparezca una llamada a la esperanza en su relación.
Calificación: 3
0 comentarios