THE THREAT (1949, Felix E. Feist) [La amenaza]
Hasta el momento he podido contemplar 6 de los 21 largometrajes que forman la aportación como realizador cinematográfico de Felix E. Feist -en ocasiones firmando solo como Felix Feist-, olvidando a la hora de realizar dicho cómputo su extensa producción televisiva. Pues bien, haciendo excepción del estupendo y posterior TOMORROW IS A ANOTHER DAY (Unidos por el crimen, 1951), no dudo en señalar que THE THREAT (1949) aparece como uno de los títulos más atractivos de su filmografía. No importa, y quizá ahí se encuentre uno de sus principales valores, que nos encontremos ante un relato dominado por precisos condicionamientos de serie B -menos de 70 minutos de duración, un reparto sin fisuras aunque carente de estrellas, un impecable sentido de la concisión narrativa- que de principio a fin va al grano, articulando una propuesta dramática que combina la historia de una venganza, el relato procedural y un singular huis clos de tremenda efectividad.
Lo cierto es que THE THREAT es una pura metralleta cinematográfica. Desde sus propios títulos de crédito -dispuestos sobre los planos que describen la huida de su protagonista- nos encontramos ante un relato tenso, asfixiante, dominado por el laconismo, en el que ya sus primeros minutos demostrarán esa explosiva capacidad narrativa al describir con un extraordinario e impactante sentido de la síntesis, la manera con la que el protagonista de la película, el temible delincuente Arnold ‘Red’ Kluger -implacable Charles McGraw- inicia su venganza. Este se ha escapado de la prisión de Folsom y ha decidido cumplir la venganza que ya hizo pública cuando fue juzgado; matar a quienes lo llevaron entre rejas. Es decir, el detective Ray Williams (Michael O’Shea) y el veterano fiscal Barker MacDonald (Frank Conroy). También prolongará dicha sentencia a su antigua amante -Carol (Virginia Grey)- secuestrando a estos tres personajes, siempre con la presencia en off de Kluger, por medio de tres breves e impactantes secuencias. De entre ellas destacará el sofisticado y efectivo plan -la actuación de unos falsos operarios de pintura- con el que se logrará atrapar al ya anciano fiscal. Todo ello dará pie al primer tercio del relato con la retención de los secuestrados -el detective y el fiscal serán considerados como auténticos presos, mientras que Carol podrá desenvolverse con una cierta libertad, aunque en todo momento tenga que soportar las constantes humillaciones que el fugado le vierte. Será este un pasaje en el que destacará la aspereza de su atmósfera -descrita en un cuartucho de mala muerte-, y desde donde se podrá disponer de una radio que permite escuchar los avisos de los coches policiales. Y es que desde el primer momento en que han desaparecido los dos hombres de la Ley, la policía iniciará sus rápidas pesquisas temerosos de que Kluger cumpla con rapidez su pública amenaza. Sin embargo, el inspector Murphy (Robert Shayne) tendrá desde el primer momento el pálpito -en base a su experiencia- de que en este tipo de situaciones siempre se dejan rastros y pistas.
Pese a todo, Kluger, de quien contemplaremos su rostro una vez ha secuestrado a sus víctimas potenciales, se encaminará en un astuto plan que les facilitará fugarse de Los Ángeles en el interior de un camión de mudanzas, introduciendo en el mismo el propio coche en donde se ocultarán los secuestrados y el propio fugado, quien llegará a efectuar varios agujeros en la carrocería del enorme vehículo al objeto de tener visibilidad e incluso dianas, caso de verse forzado utilizar su arma. Para ello contratarán el servicio nocturno de una agencia, en la que el encargo recaerá en el joven Joe Turner -el posterior director y guionista Don McGuire-, quien se verá conminado bajo amenaza a cumplir el traslado. El recorrido sorteará la férrea vigilancia policial, aunque un incidente en una gasolinera les obligue a abandonar el furgón en un bosque, desplazándose en el coche que se encontraba en su interior hasta una vieja cabaña abandonada, desde la cual Kluger desea huir con sus compinches, una vez se repartan el botín que conserva el otro miembro de la banda que ha de llegar en avioneta.
Si bien este tramo intermedio eleva el interés de su tercio inicial, transmitiendo ese físico agobio de la huida nocturna, lo cierto es que su tercio final THE THREAT se eleva a su máximo grado de tensión. Lo hará sobre todo por la fuerza física que adquiere ese escenario ruinoso, y por la propia, tensa y explosiva relación que se mantiene entre su reducida galería de personajes. Lo cierto es que el film de Feist parece aunar, por momentos, la fisicidad de un primitivo Fuller, o la agresividad psicológica de la posterior THE HITCH-HIKER (1953, Ida Lupino), superando con mucho la estructura dramática de la muy lejana y algo caduca THE PETRIFIED FOREST (El bosque petrificado, 1936. Archie L. Mayor) Y es que, frente al estatismo teatral del film protagonizado por Humphrey Bogart, uno percibe en esta película una sensación de turbiedad permanente. De manera especial en este tramo final descrito de manera casi ejemplar, la película en ningún momento deja tregua al espectador, dentro de una creciente densidad cinematográfica, en la que cualquier gesto, mirada, sombra o inflexión, contribuye a dotar de fuerza dramática a su conjunto -quizá con la sola excepción de esas pinceladas familiares iniciales en torno a Williams, aunque más adelante el personaje de su mujer resulte fundamental para adivinar la verdadera situación de su marido-.
Y dentro de en bloque narrativo que casi logra transmitir al espectador la respiración, las tensiones, la violencia soterrada y el palpitar de ese grupo reducido de seres humanos que se confinan en esa destartalada cabaña, no se pueden dejar de destacar algunos instantes y secuencias revestidas de una fuerza cinematográfica casi explosiva. Podemos señalar secuencias como la que describe el asesinato del infeliz Turner a partir de una inocua amenaza previa de este, en una secuencia digna del mejor Joseph H. Lewis, o en la casi insoportable violencia que caracterizará la pelea mantenida entre el fugado y Williams, iniciada a partir de un plano general en picado, ubicando la cámara en el techo de la cabaña, donde se ha escondido el detective que se ha liberado gracias a la ayuda de Carol. Sin embargo, con ser magníficos ambos pasajes, me quedaré con un instante mucho más breve, de violencia soterrada, que quizá por ello adquiere un grado de amenaza casi escalofriante. Se trata del intento de Joe -antes de que sea acribillado a balazos- de marcharse de la cabaña. Solo hará falta un amenazante primer plano de Kluger para que este retroceda en sus intenciones.
Calificación: 3
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Bud White -