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CINEMA DE PERRA GORDA

THE FAR COUNTRY (1954, Anthony Mann) Tierras lejanas

THE FAR COUNTRY (1954, Anthony Mann) Tierras lejanas

Vitalismo. Aventura. Seres con luces y sombras en sus vidas. Lucha por el progreso, la comodidad y la ambición. Estamos ante un mundo que evoluciona desde espacios naturales, y en el que la lucha contra la agreste naturaleza va acompañada por una evolución interior de esos hombres y mujeres, para los cuales esta sucesión de incidencias supondrá una nueva oportunidad en sus vidas… Excepto por parte de aquellos que se quedaran en el camino.

THE FAR COUNTRY (Tierras lejanas, 1954) fue la sexta colaboración entre el gran Anthony Mann y el actor James Stewart. De ellos, cuatro supondrían westerns -aún rodarían uno más juntos- por lo general dominados dentro de unos inolvidables rasgos de producción -producciones de Aaron Rosenberg en el seno de la Universal, extraordinario guion de Borden Chase, vibrante cromatismo de William Daniels y, por supuesto, el casi eléctrico protagonismo de Stewart-. Todo ello, para dar vida una vigorosa y física propuesta de cine del Oeste, muy ligada en sus características el género de aventuras, desarrollada en las fronteras canadienses a finales del siglo XIX. La cámara de Mann muy pronto nos presentará y definirá la psicología de sus principales personajes, mostrando los claroscuros de sus personalidades. Es algo que de inmediato percibiremos en el individualista Jeff Webster (Stewart) al llegar al puerto de Seattle, desde donde embarcará el ganado que ha portado hasta allí, atendiendo al encargo de su fiel amigo Ben Tatum (el adorable Walter Brennan). Muy pronto descubriremos el enfrentamiento latente que Webster mantiene con los que han sido sus dos ayudantes, y el hecho de que durante el traslado matara a otros dos de ellos, por el cual será perseguido el barco en que se va a trasladar a Yukon para vender el ganado y establecer un rancho en Utah junto a su fiel Ben. Seguido por unos agentes, de inmediato será protegido por la atractiva Ronda Castle (exuberante Ruth Roman).

Este cúmulo de incidencias, que se suceden con ejemplar fluidez en la pantalla, será el inicio de una azarosa andadura que tendrá otra importante parada una vez nuestros personajes lleguen hasta la localidad de Skagway, en Alaska, donde en una inesperada situación -el ganado de Jeff interrumpirá un doble ahorcamiento- supondrá el encuentro de este con el carismático, divertido y tremendamente corrupto sheriff y juez del territorio -Gannon (un deslumbrante John McIntire)-.  Gannon detendrá a Webster, aunque lo liberará a costa de quedarse con su ganado, por lo que este tendrá que acceder, junto a Ben y Rube (extraordinario Jay C. Flippen), al encargo de Ronda trasladar provisiones al salón que posee en Dawson, epicentro de la fiebre del oro de la zona. Mientras tanto, Jeff también habrá conocido a la joven, pecosa y muy masculina Renee (Corinne Calvet), quien acompañará a sus hombres una vez el protagonista recupere de noche su ganado y ambos huyan de la persecución de los sicarios de Gannon. Webster volverá a reunirse a la caravana encargada por Ronda, a la que aconsejará obviar el paso por un valle nevado, aunque finalmente estos decidan discurrir por dicho itinerario, ya que de entrada resulta mucho más corto.  Este utilizará un recorrido mucho más largo pero también más seguro, y su intuición se revelará precisa, permitiendo el accidente vivido por Ronda y sus hombres un acercamiento hacia ella, aunque ello conlleve el creciente desengaño por parte de Renee. Una vez en el destino, totalmente dominado por la ambición de los buscadores de oro, pronto percibiremos la colectividad de un recinto aún primitivo y carente de leyes y comodidades, que se dispone a adentrarse en una obligada senda de progreso, pero en cuyas debilidades comprobaremos la facilidad con la que el delito e incluso el asesinato se puede adentrar en dicho contexto.

THE FAR COUNTRY es una obra física. En la que tanto los sentimientos de sus personajes como sus claroscuros y debilidades, se impregnan en el espectador con la facilidad que esgrime la transparente, pero siempre precisa puesta en escena de un Anthony Mann en estado de gracia. Lo hará a través de una singladura en la que incluso el aire del paisaje parece trasmitirse al espectador. En el que la sucesión de azarosas circunstancias, se asumen con la naturalidad propia del discurrir de las aguas del río. Esa comunión con una naturaleza caprichosa y ondulante, que aparece casi como espejo inmutable al bullir de las luces y sombras de unos seres definidos por su ambivalencia, capaces del hecho más noble pero al mismo tiempo de elementos de oscuridad en sus respectivas personalidades. Esa capacidad de ir plasmando dichos contrastes, de hacerlo con absoluta naturalidad, e incluso con no poca ironía -la socarronería e incluso el irresistible atractivo que emana del personaje de Gannon; la ingenuidad juvenil que emana en Renee, la irreprimible charlatanería del viejo Ben- irá acompañada con episodios en los que lo severo e incluso lo trágico -el alud de nieve que sucederá poco después de la advertencia de Jim- se alternará con pasmosa facilidad. Todo ello irá discurriendo con un extraño sentido de lo irreductible, y en el que la dualidad de sentimientos y percepciones parecerá adueñarse del relato. Lo hará ese persistente individualismo del protagonista en las dos mujeres a las que se ligará sin darse cuenta. En la propia ambigüedad emanada por la mundana, elegante y ambiciosa Ronda. En la malignidad que surgirá en el entorno de ese juez corrupto que no dudará en emerger de su jurisdicción para extender su riqueza de manera nuevamente insana. Y en contraste a todo ello contemplaremos la galería de personajes que conforman esa nueva ciudad, aún dominados por calles llenas de barro, en las que percibimos una extraña humanidad. Un deseo de consolidar esa apuesta de vida, donde la presencia de Jim, sin él pretenderlo, ejercerá como inesperada piedra de toque.

THE FAR COUNTRY está trufada de momentos inolvidables. De detalles especialmente significativos, como ese cascabel en la montera de Jim, que tanta importancia revestirá en el relato. O la fuerza y el cromatismo del vestuario de Ronda. Pero al mismo tiempo resulta difícil olvidar la fuerza de algunos de los pasajes insertos como oportuno clímax en el tramo final del relato. En esa conversación llena de emoción entre Jim y Ben dentro de la cabaña, donde el segundo le confiesa a este que le queda poco tiempo de vida y siempre pensó en estar hasta ese momento junto a él en el rancho soñado. En la casi inmediata emboscada vivida cuando ambos se disponen a marcharse en la balsa que Jim ha construido, instantes después de darse éste cuenta que la imprudencia de su viejo amigo les puede costar muy caro, o en la secuencia previa donde el intento de Jim de salvar a Rube de una muerte segura, en el fondo propiciará la humillación pública de este ante su comunidad. Serán todos ellos, episodios que irán preludiando un clímax, en el que el enfrentamiento de mundos, de oposición de modos de entender la existencia y, en definitiva, la oportunidad de dejar atrás una serie de atavismos, al objeto de abrir la puerta al progreso colectivo, se brindará por medio de la venganza de Jim al entorno que comanda el tan siniestro como irresistible Gannon. Mann plasmará con celeridad el rápido proceso de forzosa madurez asumido por un protagonista, al que los últimos acontecimientos vividos le harán despojar de ese individualismo revestido de misantropía del que hizo gala hasta ese momento. Al mismo tiempo que se le curan las heridas de su mano, quizá en su alma se produjera un similar proceso de purificación, que tendrá su exponente último en el enfrentamiento contra los hombres de ese juez corrupto, e incluso contra este mismo, dominado por una precisión asombrosa y una sucesión en los afilados encuadres de una catarsis nocturna, en la que Ronda se sacrificará involuntariamente, quizá como giro del destino, dada la deliberada ambigüedad de su comportamiento. Una sentencia en la que ese cascabel en la montura, símbolo de la personalidad de ese cowboy hasta poco antes incapaz de empatizar con los que le rodeaban, no solo suponga el salvoconducto para salvar su vida, sino que finalmente le abra la puerta a una nueva sociedad llena de valores compartidos.

Calificación: 4

1 comentario

Luís -

Western deslumbrante que gana en cada visionado.