THE GHOST CAMERA (1933, Bernard Vorhaus)
Si hubiera que elaborar una relación de realizadores exóticos, en función del desarrollo de su obra, la relación sería extensa. Unos han alcanzado el estatus de culto -Edgar G. Ulmer-, mientras que otros piden a gritos su obligado reconocimiento -Ewald André Dupont-, e incluso algunos aún deambulan, sin recibir la mínima atención, por parte de tirios y troyanos. Es el caso de figuras como el checo Hugo Haas, o el norteamericano Bernard Vorhaus, que realizó buena parte de su filmografía en tierras británicas, hasta su retorno a Hollywood, donde fue incluido en la tristemente célebre ‘lista negra’ de McCarthy, retornando a Inglaterra, donde vivió el resto de sus días. Es cierto que no se puede decir que hayamos contemplado buena parte de sus más de treinta largometrajes, de los que se suele destacar el tractivo pero irregular THE AMAZING MR. X (1948), aunque uno prefiera elegir LADY FROM LOUISIANA (Tormenta en la ciudad, 1941), entre los escasísimos títulos suyos, que he tenido ocasión de visionar. Producciones todas ellas, que registran situaciones extremas y anormalidades, descritas por Vorhaus con sentido de la sugerencia, e incluso sorprendiéndonos narrativamente, con propuestas atractivas, por más que finalmente su resultado global, no responda a las expectativas que se puedan tener de ellas.
Eso es lo que me sucedió con THE GHOST CAMERA (1933), una de las quota quickies que Vorhaus rodó en Gran Bretaña, en la que partiremos de entrada, con una interesante situación, mientras se desarrollan los títulos de crédito -comprobando en su lectura, que un joven David Lean, ejercerá como montador en la película; Lean siempre declaró su admiración, por el aprendizaje que el norteamericano, le permitió en sus primeros pasos con la profesión cinematográfica-. Mientras contemplamos dichos créditos, la cámara se encontrará ubicada en interior de un vehículo descapotable, que discurre por unas ruinas, cayendo al coche una cámara sin sentido de la lógica alguna. Será algo que se topará su conductor -el químico John Gray (un molestísimo Henry Kendall)-, cuando llegue a su domicilio, y sea advertido por su ayudante, de la presencia de dicho artefacto. Ello propiciará que, a título de curiosidad, observe que la misma ha disparado un total de cinco imágenes, la primera de las cuales describe un asesinato. Obsesionado con buscar las pistas que le ofrecen las otras cuatro fotografías -en un descuido, se le ha robado la cámara y el negativo del asesinato-, iniciando con ello una errática búsqueda, que le llevará hasta la joven Mary Elton (una jovencísima Ida Lupino), que constata la desaparición de su hermano -Ernest Elton (igualmente adolescente John Mills)-, huido tras el robo de un diamante en el establecimiento donde trabajaba. A partir de ese momento, se intensificará la búsqueda de Ernest, al tiempo que intentar recuperar ese negativo, que permita descubrir ese crimen, del que realmente no se sabe nada. Ello, al mismo tiempo, irá acercando más la relación de Gray y Mary, hasta el punto que las diversas aventuras que vayan viviendo, estrecharán una relación, por momentos, cada vez más intensa.
En realidad, THE GHOST CAMERA se erige como una muestra más, de ese tipo de comedia de suspense, tan practicada por el tándem formado por Sidney Gilliat y Frank Launder, o un guionista como Charles Bennett, y que incluso practicaría Alfred Hitchcock, en algunos de los títulos más célebres de su etapa británica -THE 39 STEPS (39 escalones, 1935), THE LADY VANISHES (Alarma en el expreso, 1938)-. Esa mezcla de intriga y fina ironía inglesa, estará presente en esta película, de la que cabe destacar su inquietante inicio, y esos primeros minutos, en los que, casi de manera involuntaria, parece que asistamos a un precedente del célebre BLOWUP (Blow-Up. Deseo de una noche de verano, 1966. Michelangelo Antonioni) a partir del relato de Julio Cortázar. En medio de esas dos disyuntivas, a mi modo de ver, la primera mitad de la película destaca por su morosidad narrativa y escaso atractivo, en no poca medida dado la escasa empatía que transmite su personaje protagonista.
Sin embargo, una vez se vaya consolidando la relación con Mary, la película irá elevando su tono, y una cierta densidad asomará por sus fotogramas. Es cierto que nos encontramos con un relato bastante inofensivo y lleno de carencias. Sin embargo, dentro de dichas limitaciones, justo es reconocer que irán desplegándose episodios dotados de cierto interés, como esa noche vivida por los protagonistas en u viejo hostal rural, la incidencia en el interior de esas extrañas ruinas, en donde se inició la película, o la ansiedad que producirá la vista que encausará al cada vez más desvalido Elmer, atendiendo la perfecta e implacable desarrollo del juicio, por parte de ese juez encarnado por un joven Felix Aylmer. Todo ello, articulará una segunda parte dominada por un sentido del ritmo, carente en su primer tramo, permitiendo que, finalmente, el visionado de la muy modesta THE GHOST CAMERA, nos propicie un resultado tan discreto como simpático, en el que destacará ese interés mostrado por su realizador, de apelar a la búsqueda de escenarios visuales -aspecto en el que destacará el montaje brindado por Lean- y, sobre todo, integrar muy en segundo plano, una mirada en torno a la relatividad del punto de vista de aquellos rincones que nos rodean.
Calificación: 2