THE AMAZING MR. X (1948, Bernard Vorhaus)
La figura de Bernard Vorhaus, brinda otro de esos exponentes fronterizos, de hombres de cine que se encontraban al margen del sistema de estudios, por más que tuviera una relativa continuidad profesional en la Republic. THE AMAZING MR. X (1948) es, quizá, su título más reconocido, aunque no me resulte el mejor, de los pocos que he podido contemplar de su producción. Artífice de una filmografía que supera los treinta largometrajes, tras el que nos ocupa, tan solo realizaría tres más, uno de ellos incluso firmado con pseudónimo en Italia, cuando ya se encontraba fuera de Estados Unidos, donde fue una de las víctimas de la Caza de Brujas de MacCarthy. Vorhaus, hombre culto y de experiencia europea, pronto se caracterizó por su oposición al nazismo, formando parte de aquella generación intermedia, en la que aún no ha alcanzado un necesario revisionismo, en la medida de analizar el alcance de su valía como hombre de cine.
De manera muy sinuosa, se nos describe la nocturnidad de un enclave costero, donde se ubica una lujosa mansión, dispuesta ante un acantilado. En su balcón, la elegante Christine Faber (Lynn Bari) se abstrae mirando al horizonte, y creyendo escuchar unas voces que la llaman. Christine se quedó viuda dos años atrás, y aún sigue añorando a su esposo. Vive acomodadamente junto a su hermana pequeña Janet (Cathy O’Donnell), manteniendo una estrecha amistad con Martin Abbott (Richard Carlson), que se encuentra dispuesto a pedirla en matrimonio. Sin embargo, poco a poco se irá extendiendo sobre la viuda, la sensación de que su esposo quiere enviarle un mensaje desde el más allá. En el recorrido que realiza una noche por la playa, para reunirse con Martin y acudir a un acto, no solo volverá a escuchar esas voces que le atenazan, en un contexto especialmente inquietante, sino que, sobre todo, de improviso, conocerá al joven, atractivo y elegante, Alexis (Turham Bey), quien la abrumará por el conocimiento de su angustia existencial. Casi subyugada por lo que le pudiera ofrecer este, acudirá a su consulta, sucumbiendo por la capacidad que alberga, el que en realidad es un falso médium, empeñado en embaucar a una mujer adinerada. Consciente de ello, tanto su hermana como Martin acudirán a un detective, sirviendo la muchacha como cebo, a la hora de intentar lograr unas huellas dactilares, que sirvan para ratificar el pasado delictivo del joven. Sin embargo, la singular personalidad de Alexis logrará revertir esas intenciones, logrando que Janet se quede absolutamente fascinada por este, e incorporando de forma implícita, un cierto enfrentamiento entre las dos hermanas. Todo cobrará un giro inesperado, cuando en medio de una sesión de espiritismo, en la que se encuentran como asistentes todos los personajes centrales, el espectro del difunto esposo de Christine haga una fantasmal aparición.
Hay películas, en las que la singularidad de su planteamiento supone, al mismo tiempo, su principal atractivo y su esencial inconveniente. THE AMAZING MR. X es un ejemplo paradigmático de dicho enunciado. Partiendo de un guion de Ian McLellan Hunter y Muriel Roy Bolton, a partir de una historia original del muy reivindicable Crane Wilbur, la misma ofrece unos muy sugerentes primeros minutos, donde la cercanía con lo numinoso y el fantastique, resultan verdaderamente atractivos. Todo ello, por más que en la manera con la que se presente a la hermana pequeña de la protagonista -esa sombra que parece intuir la presencia de una pistola-, se adivine esa contradicción que albergue el conjunto de su relato. Ni que decir tiene, que para poder transmitir esa sensación, Vorhaus contará con la ayuda esencial del gran John Alton, de quien estoy convencido no solo articuló una decidida apuesta por fugas de luz, alentando esa aura sobrenatural que alberga los mejores momentos de la película. También, aquellos que se encuentran en el interior de la vivienda y lugar de citas de Alexis, en el que, pese a saber que nos encontramos ante un estafador, no deja de alentarse esa querencia por lo ultraterreno, que el propio joven habrá intentado insuflar a la acaudalada viuda. Estoy convencido, que determinados elementos de planificación, utilizando la profundidad de cambio, estuvieron alentados por el propio Alton, buscando ante todo un mayor empaque visual.
De todos modos, si algo hay que achacar a esta, con todo, atractiva película, no es el hecho de que, en sus primeros veinte minutos, descubramos que aquellos pasajes que hemos contemplado, en la mejor herencia de las producciones de Val Lewton, no son más que el preludio de un gran engaño. Lo que decepciona parcialmente en su metraje, es el hecho de que su base argumental, aparezca de manera tan alambicada y poco creíble. Es cierto que algunos de sus giros, por muy artificiales que nos aparezcan, se encuentran insertos con pertinencia. Pienso en una secuencia descrita en el acantilado de la mansión protagonista, donde el riesgo de muerte para Christine se hará más que patente, unido a un insólito crescendo necrofílico, al creer contemplar el fantasma de su marido -cosa que, en cierto modo, será cierta-. Sin embargo, otros aparecen difícilmente asumibles, cara al espectador más crédulo -el propio pasado del marido fallecido, la sofisticada estructura electrónica, instakada en la propia mansión de la viuda-. En cierto modo, nos encontramos ante un relato de intriga, como lo pudiera articular la previa MY NAME IS JULIE ROSS (1945, Joseph H. Lewis), con la diferencia de que el cuarto de hora inicial del título que comentamos, está resuelto con una magnífica atmósfera y, en este caso, no solo las perspectivas iniciales se ven defraudadas, sino que el desarrollo ulterior de su intriga, plantea no pocos agujeros. Incluso algunas de sus secuencias más atractivas visualmente -por lo general, aquellas en las que el elemento sobrenatural tiene mayor acto de presencia-, no se encuentran explicadas posteriormente en su racionalismo con convicción. En cualquier caso, pese a esas limitaciones, y a elementos pillados por los pelos, no es menos cierto que pesa, y no poco, ese considerable fragmento inicial, reencontrándonos con una cierta densidad dramática, en esos últimos instantes, con un Alexis redimido, a punto de perder la vida al salvar a Janet, de la que se ha enamorado, dejando volar por el cielo ese cuervo que siempre le ha acompañado. Será una bella metáfora, de alguien quien, en las puertas de la muerte, por un instante apelará a ese más allá, que durante su vida significó su forma de vida.
Calificación: 2’5
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