A BILL OF DIVORCEMENT (1940, John Farrow)
Antes de adentrarse en una muy dilatada colaboración en Paramount, durante los primeros años 40, configurando además unas formas visuales, definidas en torno a un tan atractivo como desaforado uso de la grúa, diseñando complejos y desafiantes planos secuencias, John Farrow tuvo un periodo de aprendizaje con producciones ligadas a la serie B, especialmente centradas en su discurrir previo en la RKO. A BILL OF DIVORCEMENT (1940), es uno de dichos exponentes, sobresaliendo, sin embargo, de entre sus rodajes dentro del ámbito del serial, bastante apreciables por otra parte.
No obstante, en este caso nos encontramos con una adaptación teatral de la escritora y guionista inglesa Clarence Dane, adaptada a la pantalla por el entonces joven, pero ya bastante fogueado Dalton Trumbo. Y ello, de entrada, nos permite destacar, pese a encontrarnos ante un melodrama de poco más de setenta minutos de duración, con una producción de valiosísimos créditos. Además de la presencia de Trumbo, se cuenta con el inigualable Nicholas Musuraca, como operador de su fotografía en blanco y negro, o la presencia en su reparto, de figuras como Maureen O’Hara, Adolphe Menjou o Herbert Marshall, sin dejar de destacar a las espléndidas Fay Bainter y May Whity. Todo ello, es indudable, contribuye a enriquecer una pequeña producción que, si bien en algunos de sus pasajes, observa ciertas certidumbres y dependencias al referente escénico en que se basa, no es menos cierto que en sus mejores momentos, Farrow se muestra valiente, a la hora de penetrar en la entraña de sus personajes, fundamentalmente, debido a un valiente uso del primer plano, y a una magnífica dirección de actores. Del mismo modo, es de justicia señalar la audacia que plantea la obra teatral que le sirve de base, en la que, a fin de cuentas, se plantea una doble renuncia, lo que, en buena medida, dota de singularidad, y hasta me atrevería a señalar que, de cierta valentía, esta pequeña, pero nada desdeñable propuesta.
La misma, se describe en el ámbito de apenas una jornada, mostrando inicialmente las reservas de la anciana tía Hester (May Whitty), ante el paso que va a dar su sobrina -Sydney Fairfield (O’Hara)-, de ligarse al joven John Storm (Patrick Knowles). En la misma mansión inglesa, se plantea otra relación; la de la madre de la muchacha -Meg (Bainter)-, divorciada desde hace 20 años, ya que su antiguo esposo, se encuentra internado por desequilibrios mentales. En realidad, sus planes casi inmediatos, pasan por contraer nuevas nupcias con Gray Meredith (Marshall), estando dichos planes prácticamente cerrados. Un elemento impedirá, de manera imprevista, que los deseos de madre e hija se cumplan. El exesposo de esta y padre de Sydney -Hilary Farfield (Menjou)-, se ha fugado de la residencia donde se encontraba internado durante tantos años, retornando al amparo de la que aún cree su esposa. Su llegada, provocará un auténtico revulsivo, en la medida que allí nadie se atreverá a anunciarle, el cambio de perspectiva que este vivió como sujeto pasivo -fundamentalmente, ese divorcio que desconoce por completo-, mostrando en ciertos momentos, atisbos de los desequilibrios que conforman su carácter.
A partir de ese momento, el drama de A BILL OF DIVORCEMENT, no solo se centrará en ese reconocimiento por parte de Hilary, de su actual configuración sentimental, aunque se aprecien en él mejoras en su inestabilidad mental. En realidad, el gran drama del film de Farrow, se presentará en la joven y decidida Sidney, cuando tenga conocimiento que esa tendencia a la locura, es algo hereditario en su familia, y podría tener una continuidad, en sus deseos de amplia descendencia, si llegara a casarse con John. Al mismo tiempo, su madre llegará a dudar si actúa con la suficiente nobleza, renegando en la continuidad de su relación con su antiguo marido, dejándolo solo en su desdicha, y rompiendo con el compromiso contraído con Gray. Serán estos, los mimbres de un drama, ante el cual Farrow destaca por su voluntad por otorgar un plus de verosimilitud, a una audaz y al mismo tiempo dolorosa propuesta dramática. Para ello, ya lo he señalado con anterioridad, el director contará con la fuerza de su magnífico cast, y una evidente agilidad con la cámara, distanciándose de esa cierta rigidez, habitual en propuestas de similares características. Para ello, se ayudará de la enorme fuerza dramática, que en no pocas ocasiones, brindará el aporte dramático, de la sutil iluminación en blanco y negro de Musuraca.
En cualquier caso, es cierto que, en ciertos momentos, Farrow, no logrará despegarse de esas convenciones argumentales -pienso, sobre todo, en esas artificiosas entradas y salidas de personajes de pantalla, una vez llega a la mansión el veterano director del establecimiento psiquiátrico, encarnado por C. Aubrey Smith, donde se percibe el ’cartón’ teatral de la película-. No obstante, sería muy injusto, limitar el alcance de A BILL OF DIVORCEMENT, a la presencia de estos pasajes y convenciones. Y es que, en no pocos de sus instantes, la película de Farrow, alcanza su más alto grado de efectividad, e incluso emocionalidad, en las secuencias ‘a dos’, establecidas entre sus principales personajes. En ellos, en sus dudas, en sus sufrimientos, la película adquiere una cierta vida, un cierto pathos, adquiriendo una temperatura emocional que, justo es señalarlo, se elevará considerablemente, cuando la cámara se detenga sobre el rostro de la que, pocos años después, se convertiría, en una de las heroínas de John Ford. La sinceridad e intensidad de su interpretación, el amor que siente hacia Storm, el dolor que vivirá interiormente, al asumir que dentro de su sangre se alberga el germen de una locura familiar hereditaria, o el doble y transgresor sacrificio final que asumirá, por un lado, empujando a su madre a casarse y, por otro, decidiéndose en cuidar a ese padre al que prácticamente nunca ha conocido, puede decirse que permiten que nos encontremos con una muestra del género, que prolongará los mejores rasgos del mismo en la RKO durante la década precedente, abriendo caminos en torno a una nueva escenificación del mismo. Sobre todo, centrando dicha mirada, en el tratamiento y la intensidad brindada a una actriz y a un personaje, configurado ambos ámbitos, con absoluta modernidad.
Calificación: 2’5
3 comentarios
Juan Manuel -
Juan Carlos Vizcaíno -
Juan Manuel -