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CINEMA DE PERRA GORDA

Garson Kanin

TOM, DICK AND HARRY (1941, Garson Kanin)

TOM, DICK AND HARRY (1941, Garson Kanin)

Cualquier aficionado que evoque la figura del norteamericano Garson Kanin –me temo que serán muy pocos los que lo tengan en mente-, seguro que retendrán su nombre como comediógrafo y guionista cinematográfico, faceta en la que colaboró estrechamente con la conocida Ruth Gordon –también actriz, recordémosla ya adulta en ROSEMARY’S BABY (La semilla del diablo, 1968. Roman Polanski)-. Sin embargo, resulta hasta insólito tener que admitir que los primeros pasos de Kanin dentro de Hollywood se produjeron dentro del terreno de la realización de largometrajes, unos escorados a la comedia, y otros en vertientes bien diferentes, en algún ejemplo bastante arriesgados –como el que brinda THE GREAT MAN VOTES (1939)-. No se puede decir que se tratara de una producción amplia en aquellos años treinta y primeros cuarenta ni, mucho me temo, especialmente distinguida. Y es que, a tenor de lo que he podido contemplar de su obra como realizador, tan sólo podría consignar el logro casi absoluto que produce la excelente MY FAVORITE WIFE (Mi mujer favorita, 1940), en la que presumo mucho tuvo que ver la égida del inmenso Leo McCarey –quien preparó y supervisó el proyecto, y al que un inoportuno accidente de tráfico le privó de ser su firmante-.

Más allá del comentario de TOM, DICK AND HARRY (1941) que centra estas líneas –séptimo de sus largometrajes-, sería interesante destacar el empeñó demostrado por la RKO en la segunda mitad de la década de los treinta y primeros cuarenta, por convertir a la actriz Ginger Rogers en una especie de heroína proletaria de la comedia de raíces sociales. Interpretando títulos firmados –de manera muy especial- por Gregory La Cava o el propio Garson Kanin, lo cierto es que hay que reconocer que por encima de sus tan míticas como hoy olvidadas apariciones como partenaire de Fred Astaire, estas aportaciones como representante de clase obrera –por otra parte paradójicas, en una intérprete que años después se caracterizó por su arraigado reaccionarismo-, quedan a mi modo de ver como el punto más sincero, creíble y perdurable de su andadura como actriz. La Rogers encarna en la película a Janie, una muchacha empleada como operadora telefónica, representante de una familia de clase humilde y trabajadora, que mantiene una relación dominada por la grisura con Tom (George Murphy). Este es un joven al que conoce desde pequeño, que cuenta con el plácet de la familia para que sea su esposo, tenaz en su empeño de progresar dentro de su trabajo en una firma de venta de automóviles… pero al que en modo alguno llena de temor a nuestra protagonista al imaginarlo como alternativa de futuro. Un extraño cruce en una llamada telefónica, le hará incurrir en un error al confundir a Harry (Burguess Meredith)  como el próspero propietario de un automóvil –en realidad se limita a remolcarlo-, iniciando con él una relación tan fugaz como, en apariencia, revestida de cierto feeling. La situación se complicará para ella, ya que a ambos ha concedido el compromiso de su matrimonio pero, para agravar aún más la compleja disyuntiva, nuestra protagonista conocerá al apuesto y acaudalado Dick (Alan Marshall) –con quien se confundió a la hora de conocer a Harry-, entablando con él una relación que, de manera incomprensible, se revelará más sólida de lo que pudiera parecer en el contraste de personalidades y estratos sociales que estos representan.

En realidad, el film de Kanin bascula en su propuesta en una mirada a tres bandas, reflejando a través de la misma el retrato de una sociedad desorientada en ese marco social que se encuentra delimitado entre los últimos ecos del New Deal y la cercanía de la implicación norteamericana en la II Guerra Mundial. Sus imágenes aciertan al mostrarnos un contexto típicamente norteamericano, en medio del cual sus roles protagonistas representan a la perfección una tipología creíble y al propio tiempo desazonador, en la que podemos establecer el hombre medio representado en Tom, el eterno bohemio encarnado por Meredith –un rol en el que pareció especializarse- y el galán de clase acomodada que representa Dick. El gran problema de TOM, DICK AND HARRY, reside en que su realizador no goza ni de la capacidad crítica de un Preston Sturges, ni el ritmo de Howard Hawks, ni del conocimiento del alma humana que simboliza el cine de Leo McCarey. Dentro de su lugar secundario dentro del género, justo es reconocer que en algunos momentos –sobre todo, las secuencias “a dos” desarrolladas entre Janie y Dick; que se revela un personaje más interesante que lo que su estereotipada definición podría proporcionar a primera instancia-, se puede atisbar esa capacidad de observación características del mejor cine de Cukor, e incluso en algunos momentos se acerca al mencionado McCarey. Sin embargo, una vez contemplado su metraje, uno tiene la sensación de que Kanin no supo saber a que carta atenerse, oscilando entre una no demasiado afortunada adscripción a la Screewall Comedy, a rasgos cercanos al Cartoon o, por el contrario, a momentos en donde sí se observa una sinceridad en la interrelación de sus personajes. Es algo que se manifiesta en sus primeras vertientes, en la divertida y caótica disposición de sus títulos de crédito, en esos sueños que la protagonista vive, imaginando su futuro –nunca halagüeño-, con cada uno de sus tres supuestos pretendientes –en un terreno que Frank Tashlin manejaría con mucha mayor destreza algo más de una década después, que se revelan heredados del cine de Laurel & Hardy, aunque Mitchell Leisen también los pusiera en práctica con cierta mayor fortuna en la inmediatamente posterior NO TIME FOR LOVE (No hay tiempo para amar, 1943)-, o en la –esta vez sí- divertida secuencia, en la que Janie ejerce como demiurga para romper la conversación que Dick mantiene con su presumiblemente acaudalada novia, utilizando para ello un ingenioso uso de la pantalla dividida.

Son, sin embargo, elementos que pueden funcionar –sobre todo en el último de los citados, pero que en modo alguno contribuyen a elevar la discreción o, mejor dicho, la incapacidad de Kanin de saber extraer todas las posibilidades de ese marco de rutina que, entre líneas, establece la propuesta de Paul Jerrico –artífice de su historia de base y el propio guión cinematográfico-. Quizá no cabría en este caso pedir más peras al olmo, y conformarnos con seguir un relato discreto, en ocasiones estimulante, que al menos en sus compases finales apuesta por la huída de la mediocridad y la elección por una vida revestida de cierto grado de aventura. Ya es bastante, aunque dentro del contexto de la comedia americana de aquel tiempo, nos encontremos con un producto que en modo alguno ha de ser situado entre sus cimas, aunque sí en el nivel medio de la misma, permitiéndonos comprobar la estridente e irresistible presencia de un Phil Silvers –encarnando a un inoportuno y molesto heladero-, convertido ya desde entonces en uno de los cascarrabias más entrañables propuestos por el género en toda su historia.

Calificación: 2

NEXT TIME I MARRY (1938, Garson Kanin) [La próxima vez que me case]

NEXT TIME I MARRY (1938, Garson Kanin) [La próxima vez que me case]

Como en cualquier periodo o género cinematográfico, también en la comedia clásica norteamericana se tendió a imitar algunos de sus mayores éxitos puntuales. Nada tiene de malo en principio ese mimetismo, máxime cuando se aplicaba para productos de bajo presupuesto.

Ese es, bajo mi punto de vista, el ejemplo que propone Garson Kanin en NEXT TIME I MARRY (1938), que supone su segunda obra como realizador. Una comedia de escasa duración –no llega a alcanzar los 70 minutos- y que creo en su argumento plantea un determinado seguidismo sobre el que en su momento –pocos años antes- planteó Frank Capra en IT HAPPENED ONE NIGHT (Sucedió una noche, 1934), una de las comedias más exitosas de los años 30. En esta ocasión el protagonismo femenino se plasma en una joven heredera de alocada personalidad –Nancy (Lucille Ball)-, que ya en los primeros instantes del film logra encontrar a un joven obrero –Tony (James Ellison)- para que se case con él a cambio de mil dólares –que el propio interesado rebaja ingenuamente en algo más de setecientos-. Con esa sencilla y disparatada premisa, todo será una artimaña para poder superar el escollo legal que aplica el testamento de su difunto tío, y poder con ello trascender su relación con un estúpido y atildado cazafortunas francés –Georgi (Lee Bowman)- que la pretende evidentemente por la cuantiosa herencia que su entorno alberga. Sin embargo, es el propio marido elegido de forma tan arbitraria el que hará valer sus derechos al verse utilizado y –lo que es peor- considerado como un “ceniciento”, cuando su nueva esposa le ha llegado a robar caprichosamente su coche con su perro dentro. Al recuperarlo y reivindicar su respeto como esposo, se llevará de forma brusca a Nancy al interior de su caravana, para ir juntos a Reno y pedir allí el divorcio de esta inusual unión.

Es precisamente a partir de esos momentos, cuanto NEXT TIME I MARRY se convierte en una muy divertida comedia screewall, incluso con elementos lindantes con el splastick mudo –el detalle del chofer negro del pretendiente francés que queda con el rostro totalmente blanco por el polvo del camino tras una carrera por un camino totalmente terroso-. Pero es en ese fragmento del traslado de Nancy y Tony, donde se producen una serie de gags y situaciones a cual más estrafalaria y divertida –el incendio provocado dentro de la caravana por la propia Nancy, el apagado del mismo de las manos de Tony, dejando a su flamante esposa hecha unos zorros, o la lucha de la joven para lograr alcanzar un filete de carne que el nuevo marido ha destinado a su perro, y que el animal no está dispuesto a ceder a Nancy- pueden contarse entre los mejores momentos de la función, y se sitúan a la altura de las grandes muestras del género en aquella época tan fértil, contando para ello con la esencial complicidad de una Lucille Ball a la que sin duda hay que recuperar como magnífica actriz de comedia –antes de su triunfal andadura televisiva-.

Es obvio señalar que no todo funciona a la misma altura en el film de Kanin. Pese al buen pulso existente, con la nueva aparición del pretendiente francés la función perderá interés y los formulismos románticos –Nancy poco a poco se va enamorando de Tony-, solo servirán para ofrecer una secuencia final de boda quizá mejor ideada que resuelta pero ciertamente divertida, en la que la pareja de ahora recién divorciados se casarán de nuevo ¡en un coche en plena marcha!, justo antes de rozar la frontera del estado.

Calificación: 2

THE GREAT MAN VOTES (1939, Garson Kanin) [Un gran hombre]

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Creo que por encima de cualquier otra consideración, cabe considerar THE GREAT MAN VOTES (1939, Garson Kanin) –nunca estrenada en España y únicamente  emitida por televisión bajo el título de UN GRAN HOMBRE- como una película que cuenta con un planteamiento que en manos de John Ford, Frank Capra o Leo McCarey hubiera fructificado en un previsible resultado brillante.

Su argumento –basado de una historia de Gordon Malherbe Hillman, que transformó en guión John Twist- , se centra en la figura de Gregory Vance (John Barrymore), un hombre prácticamente acabado, alcoholizado e incluso objeto de desprecio, aunque este conserva en su personalidad y espíritu un considerable optimismo vital. Pese a su actual situación, Vance tuvo en el pasado una considerable trayectoria académica, siendo incluso el autor de varios libros. Pese a ese pasado, tras la muerte de su esposa se derrumbó su mundo, viviendo y sumiéndose en el trabajo simplemente para cuidar de sus dos hijos –Donald y Joan-. Los dos pequeños tendrán una pelea con el insoportable vástago de un personajillo que goza de cierto predicamento político, por lo que temiendo las represalias, los dos hermanos huirán de su hogar y viajarán hasta la casa de campo de sus tíos.

Para la presencia de mayores inconvenientes en el entorno de Vance, la familia de su difunta esposa reclamarán la custodia de los niños, e incluso perderá su modesto trabajo como vigilante. Pese a ese poco estimulante horizonte vital, le llegará un golpe de suerte al ser utilizado como votante en las elecciones que se celebran en el distrito –la acción se desarrolla en una indeterminada gran ciudad norteamericana-, y que finalmente le llevarán a un alto cargo municipal pese a que –en una pequeña ironía final- confiese entre los suyos que no ha votado al partido que interesadamente lo ha llevado a una relativa fama y un futuro profesional.

Ya señalaba anteriormente que un planteamiento y en un material de base de estas características era muy propicio –por diferentes razones- a los directores antes citados. Y lo que sorprende en este caso es el escaso aprovechamiento que se logra del mismo, dentro de una comedia apelmazada y teatralizante, que en buena medida se pliega al histrionismo de Barrymore, y que en muy pocos instantes logra realmente interesar. Es sorprendente la trayectoria de Kanin como mettreu en scene –previa a su etapa como autor teatral y guionista cinematográfico-, en la que quizá prevalezcan títulos poco distinguidos pero en la que se encuentra la excelente MY FAVORITE WIFE (Mi mujer favorita, 1940) –de la que el propio Kanin al parecer renegaba, y que quizá cabría atribuir en su alcance al talento de Leo McCarey-.

Personalmente solo encontré un par de elementos de puesta en escena dignos de ser resaltados. Por un lado el ingenio con que son dispuestos los títulos de crédito iniciales –insertados en pancartas de manifestantes electores-, y por otro destacar en su singularidad el largo travelling que se ofrece en picado, encuadrando las piernas de los dos hijos de Vance, mientras ellos caminan jugando por las calles y comentan entre ellos. Sin duda un detalle de realización interesante pero que no compensa en el conjunto de una película insuficiente, tediosa, mal desarrollada y finalmente culminada con precipitación. Eso sí, destacar la breve pero contundente presencia de un William Demarest, a punto de convertirse ya entonces en el característico preferido de las inolvidables comedias de Preston Sturges.

Calificación: 1

THEY KNEW WHAT THEY WANTED (1940, Garson Kanin) [Sabían lo que querían]

THEY KNEW WHAT THEY WANTED (1940, Garson Kanin) [Sabían lo que querían]

Creo que no resulta nada descabellado destacar la relativa importancia que la figura del comediógrafo Garson Kanin ha tenido en la historia de la comedia cinematográfica norteamericana. Nada más sea por el eco que en ella tuvieran sus exitosas obras teatrales y su destreza en la realización de guiones merecería un apartado de cierta importancia. Pero al mismo tiempo –aunque con menor incidencia- en su figura se da cita una no demasiado extensa trayectoria como realizador cinematográfico, cuyas inclinaciones se centraron fundamentalmente en el propio género. En sus películas –realizadas antes de inclinarse hacia el terreno de la escritura- se notaba una considerable soltura en el género –algo por otra parte previsible dada su experiencia tratando las claves del mismo-, que si bien no le permitió ubicarse en el nivel de los grandes exponentes del mismo en los años 30 / 40, no es menos cierto que sí proporcionó interesantes productos, de los que quizá destaque con luz propia la excelente MY FAVORITE WIFE (Mi mujer favorita, 1940), en la que era determinante la mano de Leo McCarey.

En cualquier caso, y aunque en su desarrollo se detectan numerosos elementos propios de la comedia –especialmente en su parte inicial- THEY KNEW WHAT THEY WANTED (1940) –no estrenada en España aunque emitida en televisión con el título SABÍAN LO QUE QUERÍAN- es un film que paulatinamente se escora hacia el melodrama, hasta constituirse como un extraño exponente rural del mismo y definirse finalmente como una muestra conservadora del mismo en la que la infidelidad de una mujer va a marcar su futuro, acompañada con la presencia de sacerdotes redentores y de sonrisa permanente.

La película de Kanin se inicia en un rancho de la Norteamérica rural, en el que su dueño Tony Capucci (Charles Laughton) –típico exponente del emigrado italiano y extrovertido-, viaja hasta San Francisco, donde en un local nocturno descubre a la hermosa Amy (Carole Lombard). Sin haber incluso entablado palabra con ella queda prendada de sus encantos y una vez de retorno al rancho decide escribirle para solicitar relación con ella, para lo que tendrá que utilizar los recursos de su fiel amigo Joe (William Gargan). También Amy tendrá que recurrir a una compañera experta en la redacción de escritos de empresa, para que redacte las réplicas a las cartas de Tony. Todo llegará a buen término hasta que este le plantee a la muchacha casarse con ella, proposición que sorprendentemente esta acepta. Ella le pedirá una foto para identificarlo y Tony finalmente, temeroso de ser rechazado, enviará la de Joe –más atractivo que él-.

Será ese la siembra del peor de los equívocos, ya que a su llegada a la pequeña estación Amy abrazará ardorosamente a Joe, creyendo que es Tony, y de alguna manera será el inicio de una latente relación que se establecerá entre ambos, y que inicialmente tendrá que romper en el equívoco el propio Tony. En todo caso y una vez quedando claras las identidades, se celebrará una gran fiesta en el rancho antes de que ambos se casen, y en la que Capucci sufrirá un aparatoso accidente que le fracturará sus piernas, obligándole a guardar cama durante dos meses. Será un periodo en el que Amy no podrá resistir la atracción hacia Joe, que finalmente le llevará a quedarse embarazada de este. Una vez el futuro marido se recupera de sus lesiones se intensificará el drama al descubrirse la situación y entender la joven que no merece ni la bondad ni el perdón del que iba a ser su marido, mientras que Joe se marcha del rancho y Tony se resignará a vivir su soledad pese a haber ofrecido a la que iba a ser su esposa, el máximo cariño al recién nacido.

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Lo primero que se puede destacar en THEY KNEW... es el intento del realizador de aplicar en los primeros compases del film un tono de comedia que quizá adentrándose en la película pueda inducir al equívoco, puesto que es finalmente el elemento melodramático el que se impondrá con fuerza. Pero en los primeros instantes se ofrece una sencilla descripción de ambientes rurales –que claramente toma sus referentes en los títulos sociales realizados por John Ford en aquel periodo-, la descripción del personaje protagonista –al que Charles Laughton ofrece una composición que no cabe calificar entre las más logradas de cuantas compuso en aquellos fértiles años, y a la que sobra artificio en la caracterización- y el divertido contacto que se producirá con una Amy a la que sorprenderá con sus escritos, las réplicas de esta que contendrán los tecnicismos en los escritos con ribetes empresariales que esta firma y están mecanografiados por su compañera.

El elemento de comedia se mantendrá en la secuencia en la que Tony ha de fotografiarse, y que proporcionará que su fiel ayudante se inmortalice igualmente y ello permita que esa imagen sea la que finalmente Tony envía a su futura esposa –un detalle que hoy día se revela bien pueril-. Será con esta circunstancia con la que ya a la llegada de Amy a la localidad se encuentre con Joe y lo reciba ardorosamente. Se ha sembrado inconscientemente la semilla de la atracción que ya no abandonará la historia. A partir de esos instantes paulatinamente se irá reconduciendo la película hacia los senderos del melodrama, acentuando la misma hacia una tendencia teatral –originariamente proviene de una obra teatral de Sidney Howard-, de la que emergerán algunos instantes resueltos, eso sí, con bastante brío por parte de Kanin. Son secuencias como el amplio travelling lateral que logra transmitir la sensación de estupefacción tras la aparatosa caída de Patucci desde el tejado de su casa al intentar torpemente impresionar a su amada, o la bastante posterior en la que se reúnen comiendo los principales personajes y entre ellos se detecta una sensación de incomodidad bien reflejada por el conjunto de actores y trasladada a la pantalla por el realizador.

En cualquier caso, bajo mi punto de vista lo más envejecido de THEY KNEW... reside –más allá del artificio en la labor de Laughton- en esa sensación de molesto conservadurismo que se desprende en su tercio final a la hora de tratar el conflicto que se establece con la infidelidad de Amy. Parece que no haya decisión a la hora de buscar una resolución adecuada a la misma, y para ello la presencia del sacerdote conciliador, sonriente e influyente resulta excesivamente chirriante y permite añorar la destreza que en personajes de estas características se manifestaría en el ya mencionado Leo McCarey. Es por todo ello, por lo que el nivel de la película desciende a un estadio de discreción y permite que la película concluya con una sensación de falta de valentía y pese a la buena labor de Carole Lombard y su relativa ligereza de ritmo, no quepa considerarla un producto especialmente destacable de Garson Kanin en calidad de director cinematográfico.

Calificación: 2

MY FAVORITE WIFE (1940, Garson Kanin) Mi esposa favorita

MY FAVORITE WIFE (1940, Garson Kanin) Mi esposa favorita

Ubicada generalmente en segunda fila a la hora de destacar las mejores producciones que se englobó en la denominada screeball comedy de los años 30 e inicios de los 40, considero sinceramente MY FAVORITE WIFE (1940, Garson Kanin) –MI MUJER FAVORITA- no solo como una excelente muestra del género, insólitamente madura y tremendamente divertida, sino evidentemente a la altura de las mejores comedias de aquellos años e incluso –y pienso en algunas de las firmadas por George Cukor-, muy superior a otras excesivamente valoradas.

La génesis de MY FAVORITE WIFE corre de la mano del gran Leo McCarey, y ciertamente contemplando la misma la personalidad de este director queda manifiesta en los fotogramas de la película. McCarey supervisó los preparativos de la película, ejerció como productor y fue uno de los argumentistas del mismo. Solo un fortuito accidente de tráfico le impidió hacerse cargo de su realización, tarea que finalmente asumió Garson Kanin, respetado director del género sobre todo en su vertiente de adaptador de textos de éxito teatral. Pero es que sin querer incidir demasiado en la “teoría de los autores” –que por cierto en poco consideró el talento de McCarey cuando lo merecía-, no hay más que insertar esta película en el conjunto de las comedias que por aquel entonces este, o por el contrario comparar MI ESPOSA FAVORITA con el resto de la realizaciones de Kanin. A partir de ahí es cuando las filiaciones del primero son evidentes.

La película –que se inicia con una reveladora secuencia en un juicio en el que la comedia se da de la mano con la añoranza por un ser fallecido hace ya siete años-, plantea algo bastante poco frecuentado en el género, como es el peso de una larga –y en apariencia definitiva ausencia- tanto por parte de los que se quedan como del que ha vivido la misma en propia persona. Una reflexión nada baladí a la que los dos principales personajes de la película se tendrán que enfrentar rodeados de enredos, momento sentimentales y situaciones cómicas.

En la misma se relata que Nick Arden (Cary Grant) ha decidido contraer matrimonio con Bianca Bates (Gail Patrick). Arden –que es abogado- confirma en el mismo juzgado la legalidad de la desaparición de su esposa hace siete años por un naufragio y decide celebrar su luna de miel con su nueva pareja en el mismo hotel elegido con la aparentemente desaparecida; Ellen (Irene Dunne). Ellen realmente logró sobrevivir del naufragio y sobrepasó estos siete años en una isla desierta y con la sola compañía de Stephen Burkett (Randolph Scott). Nick y Ellen se reencuentran –es sensacional el instante en que el marido se percata de su presencia desde dentro del ascensor del hotel-, y muy pronto el antiguo esposo se da cuenta que realmente no siente nada por Bianca, mujer realmente antipática y cuya frivolidad conoceremos en la secuencia inicial ante el juez (Granville Bates) por medio de una descripción de carácter realmente jugosa.

A partir de ahí Nick intentará comentar la circunstancia a su reciente esposa al tiempo que un representante de la compañía de seguros le advierte de los rumores de la presencia viva de Ellen y la persona con la que convivió estos siete años. Esta compañía que Ellen lo ha ocultado encoleriza a Nick, quien pronto descubre que se trata de un atlético joven que se lanza a las piscinas provocando la admiración de los presentes. El recelo por el descubrimiento no hará más que recordar que Nick estuvo casado cuatro años con Ellen mientras que Burkett ha convivido con ella siete. A ello habrá que unir las acusaciones de bigamia que recaen sobre el marido, resolviéndose el conflicto en una nueva comparecencia ante la justicia y el mismo juez que poco antes había certificado la desaparición de la primera esposa y casado a su marido con Bianca. De dicha comparecencia Bianca definitivamente se separa de Nick y los antiguos esposos convivirán en la casa de campo, hasta que el conflicto se resolverá después de divertidas incidencias.

MI MUJER FAVORITA destaca en la perfecta combinación de elementos de comedia, de otros decididamente heredados del splastick del cine mudo e igualmente profundiza en las relaciones humanas. Incorpora pinceladas melodramáticas y resulta sobre todo muy creíble como expresión de las repercusiones de sus personajes ante las circunstancias inevitables que viven. Y evidentemente para llevar al mejor puerto posible su resultado se cuenta con un cast realmente perfecto, en el que Cary Grant logra una excepcional interpretación de comedia que personalmente considero es la mejor de cuantas aplicó en su larga carrera como comediante –gestos, actitudes, miradas en perfecta combinación- aplicada con un “timming” y sentido de la pantomima realmente pasmoso. Por su parte Irene Dunne se muestra como la perfecta réplica ya demostrada con Grant en otra clásica y excelente screeball comedy –LA PÍCARA PURITANA (The Awful Truth, 1937, en la que McCarey unió por vez primera a ambos-. Junto a la pareja protagonista la presencia de personajes secundarios tan divertidos proporcionando un adecuado soporte al argumento como el director del hotel –encarnado de forma maliciosa por Donald MacBride, especialista en comedia mudas-, el propio juez con el que casi iniciamos el film y que posteriormente nos brindará otra secuencia excelente –fabuloso Granville Bates- o el propio dr. Kolmar –impagable Pedro de Córdoba- psiquiatra buscado por Bianca para intentar solventar las salidas de tono de su reciente esposo.

Si a esta magnífica prestación de intérpretes unimos una constante presencia de diálogos punzantes y réplicas llenas de ironía, podríamos decir que son elementos suficientes para resaltar esta magnifica comedia. Pero las cualidades de esta MY FAVORITE WIFE se extienden a la presencia de gags desarrollados en off como el sensacional del puñetazo que Bianca propina a Nick en plena sesión ante el juez y ante las carcajadas de los asistentes a la vista, o los propios padecimientos que sabemos está sufriendo Nick en el desván de la casa de campo de su primer matrimonio, al escuchar desde el dormitorio en que descansa Ellen las previsiblemente hilarantes situaciones –unos minutos en los que se aplican también las técnicas del slow burn (gag de efecto retardado). Al mismo tiempo incluso se llegan a representar en imagen los pensamientos de Nick en su obsesión por Burkett y la banda sonora adquiere los rasgos de las clásicas comedias procedentes del cine mudo, subrayando con leves pinceladas sus elementos cómicos.

Si a todo este conjunto de cualidades unimos que MY FAVORITE WIFE ofrece una mirada limpia a las relaciones humanas y de pareja y se plantea como una relativa variación de la mencionada LA PÍCARA PURITANA, entenderemos la consideración de magnífica en la que me reafirmo en este nuevo visionado.

Calificación: 4