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CINEMA DE PERRA GORDA

NEXT TIME I MARRY (1938, Garson Kanin) [La próxima vez que me case]

NEXT TIME I MARRY (1938, Garson Kanin) [La próxima vez que me case]

Como en cualquier periodo o género cinematográfico, también en la comedia clásica norteamericana se tendió a imitar algunos de sus mayores éxitos puntuales. Nada tiene de malo en principio ese mimetismo, máxime cuando se aplicaba para productos de bajo presupuesto.

Ese es, bajo mi punto de vista, el ejemplo que propone Garson Kanin en NEXT TIME I MARRY (1938), que supone su segunda obra como realizador. Una comedia de escasa duración –no llega a alcanzar los 70 minutos- y que creo en su argumento plantea un determinado seguidismo sobre el que en su momento –pocos años antes- planteó Frank Capra en IT HAPPENED ONE NIGHT (Sucedió una noche, 1934), una de las comedias más exitosas de los años 30. En esta ocasión el protagonismo femenino se plasma en una joven heredera de alocada personalidad –Nancy (Lucille Ball)-, que ya en los primeros instantes del film logra encontrar a un joven obrero –Tony (James Ellison)- para que se case con él a cambio de mil dólares –que el propio interesado rebaja ingenuamente en algo más de setecientos-. Con esa sencilla y disparatada premisa, todo será una artimaña para poder superar el escollo legal que aplica el testamento de su difunto tío, y poder con ello trascender su relación con un estúpido y atildado cazafortunas francés –Georgi (Lee Bowman)- que la pretende evidentemente por la cuantiosa herencia que su entorno alberga. Sin embargo, es el propio marido elegido de forma tan arbitraria el que hará valer sus derechos al verse utilizado y –lo que es peor- considerado como un “ceniciento”, cuando su nueva esposa le ha llegado a robar caprichosamente su coche con su perro dentro. Al recuperarlo y reivindicar su respeto como esposo, se llevará de forma brusca a Nancy al interior de su caravana, para ir juntos a Reno y pedir allí el divorcio de esta inusual unión.

Es precisamente a partir de esos momentos, cuanto NEXT TIME I MARRY se convierte en una muy divertida comedia screewall, incluso con elementos lindantes con el splastick mudo –el detalle del chofer negro del pretendiente francés que queda con el rostro totalmente blanco por el polvo del camino tras una carrera por un camino totalmente terroso-. Pero es en ese fragmento del traslado de Nancy y Tony, donde se producen una serie de gags y situaciones a cual más estrafalaria y divertida –el incendio provocado dentro de la caravana por la propia Nancy, el apagado del mismo de las manos de Tony, dejando a su flamante esposa hecha unos zorros, o la lucha de la joven para lograr alcanzar un filete de carne que el nuevo marido ha destinado a su perro, y que el animal no está dispuesto a ceder a Nancy- pueden contarse entre los mejores momentos de la función, y se sitúan a la altura de las grandes muestras del género en aquella época tan fértil, contando para ello con la esencial complicidad de una Lucille Ball a la que sin duda hay que recuperar como magnífica actriz de comedia –antes de su triunfal andadura televisiva-.

Es obvio señalar que no todo funciona a la misma altura en el film de Kanin. Pese al buen pulso existente, con la nueva aparición del pretendiente francés la función perderá interés y los formulismos románticos –Nancy poco a poco se va enamorando de Tony-, solo servirán para ofrecer una secuencia final de boda quizá mejor ideada que resuelta pero ciertamente divertida, en la que la pareja de ahora recién divorciados se casarán de nuevo ¡en un coche en plena marcha!, justo antes de rozar la frontera del estado.

Calificación: 2

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