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CINEMA DE PERRA GORDA

Ida Lupino

A 6 días, del XV aniversario de Cinema de Perra Gorda (LXVIII) DIRECTED BY... Ida Lupino

A 6 días, del XV aniversario de Cinema de Perra Gorda (LXVIII) DIRECTED BY... Ida Lupino

Personalísima actríz, Ida Lupino fue también una de las escasísimas realizadoras, con las que contó el Hollywood clásico.

 

IDA LUPINO... en CINEMA DE PERRA GORDA

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(3 títulos comentados)

NOT WANTED (1949, Elmer Clifton & Ida Lupino)

NOT WANTED (1949, Elmer Clifton & Ida Lupino)

Poco a poco se va revisitando la no muy extensa filmografía de la actriz Ida Lupino en calidad de realizadora –mucho más dilatada en el medio televisivo-. Una obra en la que desde el primer momento se vislumbró una mirada extraña, alejada de excesos melodramáticos, hacia determinadas problemáticas por lo general poco frecuentadas por el cine de la época. La Lupino legó una serie de títulos, enmarcados en la serie B de la década de los cincuenta, que tuvo su inicio con NOT WANTED (1949), en la que no aparece acreditada como tal, aunque se encargó de la realización de la mayor parte del metraje, debido a un ataque al corazón del titular, dejando por cortesía el crédito en solitario del mismo. Cualquiera que haya podido contemplar algunos de los otros exponentes firmados por la actriz, percibirá desde el primer momento la posesora impronta visual que ha caracterizado su cine. Esa querencia por marcos y situaciones cotidianas, con un matiz sombrío, una cierta huella expresionista, abordando en todo momento una mirada paralela a la contemplada en aquel tiempo en la pantalla. No es de extrañar que sus películas puedan ser encuadradas por lo general en los contornos del noir, por más que sus propuestas se encuentren en el ámbito del drama psicológico, aunque en ocasiones –THE HITCH-HIKER (1953)- esta inclinación aparezca formulada de manera más directa.

Por el contrario, en el caso de NOT WANTED, aunque nos inclinemos poco a poco en el ámbito del drama psicológico, las costuras de sus imágenes aparecen desde el primer momento revestidas  por esa inclinación, centrando su mirada en la joven Sally (notable Sally Forrest) Su primera secuencia nos la muestra paseando, casi catatónica, deteniéndose en un coche de bebé que se encuentra en la calle, mientras que su pequeño ocupante no deja de llorar. La escena carece de diálogos, con una admirable fuerza visual, cogiendo Sally al bebé en sus brazos y haciendo ademán de llevárselo, llamando la atención su legítima madre a la policía. Ello dará pie a un flashback, que se remontará al inicio del conflicto de la protagonista con sus padres –en un bloque que podría manifestarse como una de las primeras ocasiones en las que el cine USA describirá con claridad el enfrentamiento generacional ya perceptible en aquellos tiempos-. Las primeras imágenes de este flashback nos mostrarán a Sally ratificando una cierta perturbación mental existente en su personalidad, contrapuesta al carácter algo arisco de su madre y el muy pasivo de su padre. Pronto la muchacha conocerá a un pianista de club de carácter bohemio –Steve Ryan (Leo Penn)-, con el que caerá prendida, siendo correspondido por el propio Steve, quien muy pronto dejará entrever una extraña personalidad. Este se marchará de la ciudad, no sin antes pasar una noche con ella –descrita de manera elíptica- provocando en Sally el deseo de abandonar a sus padres para vivir una nueva vida al lado de ese hombre del que repentinamente se ha enamorado, sublimando su frustración existencial. En el camino en autobús, conocerá –de una manera muy divertida y metafórica, emergiendo de la chaqueta que lo tapa mientras intenta dormir- a Drew Baxter (Keefe Brasselle), un agradable joven del que muy pronto conocerá que se trata de un mutilado de guerra que porta una pierna ortopédica. Desde el primer momento, Drew quedará complacido con Sally, aunque esta no deje de tener en mente a Steve, al que llegará a ver en la tórrida habitación en que reside, mostrándose reacio al contacto con la muchacha, que residirá en la habitación de una vivienda a recomendación de Baxter. Pese a la distancia que la protagonista intentará en todo momento marcar con este, al final aceptará una oferta de trabajo en la gasolinera que regenta, lo que más adelante no evitará que recaiga en esa personalidad huidiza y ausente. Ni siquiera el salir en alguna ocasión con el bueno de Drew limitará esa caída emocional, acrecentada por el desprecio que le formulará Steve, quien decidirá marcharse de la ciudad. Poco después, estando en su trabajo, nuestra protagonista caerá desmayada, siendo visitada por un doctor amigo de Drew, quien le anunciará que se encuentra embarazada –de Steve-. Ella no querrá que nadie se entere, huyendo hasta un hospital destinado a madres solteras, donde se aislará del mundo a la espera de tener su bebé, sin que ni siquiera sus padres lo sepan. Transcurre el tiempo y el niño nacerá sin novedad, aunque en su transcurso Drew descubra donde está residiendo Sally, sin tener la valentía suficiente de ofrecerse a ella de manera incondicional. Una vez de a luz, se planteará la duda de mantener como madre al niño o cederlo en adopción, optando por lo último, aunque poco después se arrepienta de ello, sin tener ya posibilidad de rectificar. Discurriendo ausente por la ciudad, la acción volverá al inicio del relato, poco antes de producirse un reencuentro con Drew, del cual huirá siendo seguido por este en una dramática carrera en la que, en última instancia, se dirimirará el futuro de una soledad compartida.

Como puesta de largo de una interesantísima manera de hacer cine –que por momentos aparece como un preludio a los retratos que formularía John Cassavetes- NOT WANTED aparece como una crónica sobria y al mismo tiempo percutante, de una joven de la que percibiremos casi desde el principio, aquello de “estar en otra onda”. Es probable que la vivencia junto a unos padres que no parecen comprender su psicología, hayan permitido esa ausencia vital en una muchacha, que en su interior desea huir de ese entorno alienante que parecen proponer las imágenes, siempre sombrías de esos primeros fragmentos de la película, una vez esta ha iniciado el extraño flashback con que arranca la película. El recorrido propuesto por la Lupino viene caracterizado en todo momento por una sensación de hastío existencial, contraponiendo la inclinación por los deseos más ocultos de Sally, en su oposición a la vida cartesiana y asfixiante en la que aparece envuelta. Sin embargo, su pasión por el pianista le llevará a abandonar su hogar familiar, y en el viaje conocer a Drew –que aparecerá como una premonición  a la propia situación personal de una muchacha, al emerger casi como un insólito parto, surgiendo de su propia chaqueta que utilizaba para ocultarse de la luz y poder dormir en el autobús-. A partir de ese momento, NOT WANTED se manifestará a partir de la oposición de la permanente y cada vez más frustrada relación de la muchacha con Steve, su intento de establecer una relación con el joven mutilado de guerra propietario de la gasolinera. Todo ello, tropezando con el lastre insoslayable de la inesperada presencia de un embarazo, que supondrá para Sally la ruptura con ese entorno de normalidad que le había ofrecido Drew. Será un fragmento en el que quizá la directora aparezca convencional a la hora de describir el entorno de esa residencia en la que la joven ingresará para culminar su embarazo y tener al niño. Era quizá lo máximo que podía ofrecer el cine de la época, a la hora de abordar una temática ausente en las pantallas, pero de las que la actriz y directora implicó en títulos posteriores –violaciones, bigamia…-. Todo ello quedará inmerso en un largo bloque dominado por una visión tan cotidiana como sombría de la vida urbana. Secuencias en las que la soledad predomina en unos encuadres en donde parece faltar no solo la actividad de sus habitantes, sino que un aura de alienación colectiva se introducirá en unas imágenes grises y carentes del menor atisbo de optimismo.

Curiosamente, NOT WANTED será recordada, sobre todo, por la chirriante inserción del episodio que describirá el supuesto parto de Sally, rodado en color y procedente de un documental que describió una auténtica cesárea. Por más que puedan aparecer repulsivas e innecesarias en un drama que por sí propio, aparece más contundente en su alcance, al menos servirán como preámbulo a los instantes finales, de admirable fuerza dramática, en los que Drew intentará seguir de manera infructuosa –sufriendo las limitaciones que conlleva su pierna ortopédica, a una Sally que no desea que este se responsabilice de ella por conmiseración. Serán unos planos revestidos de una formidable garra expresiva, en los que la utilización de los exteriores urbanos ofrecerá la necesaria catarsis para que la protagonista, una vez contemple al agradable joven tendido en el suelo y sin posibilidad de proseguir en su intención, vea en él la posibilidad de iniciar ambos una vida en común.

Siendo un título apenas reseñado en la andadura de ese otro cine USA de finales de los cuarenta e inicios de los cincuenta, y por ofrecer la espectador los rasgos expresivos y temáticos que definirían las constantes de la singular cineasta, lo cierto es que NOT WANTED merece ese reconocimiento no solo por su interés sociológico sino, sobre todo, por la vigencia de su inusual propuesta.

Calificación: 3

OUTRAGE (1950, Ida Lupino)

OUTRAGE (1950, Ida Lupino)

Conforme voy teniendo la posibilidad de acercarme a lo no muy extensa andadura como directora de Ida Lupino, es fácil comprobar que en ella se detecta la personalidad de una mujer que ya en su vertiente interpretativa supo salirse de los cánones habituales. Su cine le permite ejercer como una cronista de los recovecos de la vida urbana de esa Norteamérica adscrita al progreso tras la II Guerra Mundial. Una cronista del lado oscuro de una cotidianeidad aparentemente plácida, que quizá ya solo por dicha opción –incómoda y atrevida- nos debería llevar a mirar con simpatía su aportación, pero que varias décadas después puede ser compartida, fundamentalmente por las cualidades que despliega en sus relatos, escorados siempre en los lindes de la serie B, pero demostrativos de una inquietud visual y temática aparentemente inhabitual en el cine USA de aquellos años. No puede afirmarse sin embargo dicha circunstancia, si la aplicamos con un marchamo de exclusividad, en un contexto donde numerosos fueron los realizadores que apostaron en sus películas por mostrar las grietas y las fisuras de una sociedad aún en estado de “schock”, y siempre más débil en sus signos de funcionamiento de lo que podría a dar a entender su faz dominada por casas unifamiliares entre jardines. Pese a dichas generalizaciones, es indudable que el cine de la Lupino poseía un rasgo de identidad propio, internándose de manera muy directa en el tratamiento de temas espinosos y poco accesibles en la pantalla, siempre desde una mirada limpia y directa, ausente de sensacionalismos y escorada al terreno del melodrama.

 

Dentro de dicho contexto, OUTRAGE (1950) es quizá la primera película que en el contexto del cine USA, se atrevió a narrar las consecuencias de una violación. Un suceso este que vivirá en carne propia la joven contable Ann Walton (Mala Powers), de manos de un oscuro y claramente desequilibrado vendedor de un puesto ambulante, y que obligará a nuestra protagonista a sufrir un calvario personal de incalculables consecuencias. Al asco que mantiene por haber protagonizado un acto tan atroz, se unirá la sensación de ser constantemente observada y señalada. Incluso en su círculo profesional y familiar intuirá el hecho de convertirse en un cuerpo molesto. Esa sensación de suciedad sentida en carne propia, le llevará a separarse de su prometido e iniciar un viaje hasta Los Ángeles. Un recorrido que de forma accidental le acercará a un rancho en el que, pese a sus reticencias iniciales, será atendida y mimada por sus propietarios. Especialmente grato para ella supondrá las constantes atenciones que recibirá del joven pastor Bruce Ferguson (Tod Andrews), con quien paulatinamente encontrará una especie de serenidad personal, mientras nuestra protagonista trabaja como contable en el mencionado contexto agrícola. Aún teniendo en su interior una cierta sensación de miedo –que se muestra cuando algún indicio le lleva a pensar que está siendo perseguida por las autoridades-, poco a poco se consolidará en ella una nueva oportunidad para reiniciar su vida. Sin embargo, en una fiesta a la que acude por indicación de Ferguson, responderá a la insistente insinuación de un joven, al que agredirá finalmente con una llave inglesa. Ann huirá desorientada pero será rescatada por el pastor, asumiendo una vista judicial de tintes inciertos, que finalmente valorará el trauma psíquico que sigue sufriendo en su interior. Es así como la encausada aceptará el deber de ser sometida a tratamiento, mientras que el agredido retiraba los cargos –de manera un tanto traída por los pelos-, y en la vista se anuncie que el agresor ha sido detenido, aunque sin embargo llegue para nuestra protagonista el momento de enfrentarse con su vida anterior, y evitar aislarse de esa necesidad vital, tomando como referencia su atracción hacia la figura y amabilidad de Ferguson.

 

Lo sorprendente en la película de Lupino –que desarrolla sus títulos de crédito tomando como referencia la secuencia de la violación que muy pocos minutos después va a reiterar-, es la singularidad de la mirada que ofrece de un contexto ciudadano aparentemente normalizado y hasta tedioso en su configuración, en el que la presencia del hecho delictivo de la violación, se ofrece como un elemento catalizador para mostrar ante la cámara la otra cara que plantea esa misma cotidianeidad. Una secuencia, la del hecho traumático, que resulta todo un alarde de planificación y de dilatación y manipulación del espacio cinematográfico. Convertir el espacio urbano en un marco aterrador, utilizar la banda de sonido con un efecto dramático –al estilo de las películas de terror producidas por Val Lewton-, y utilizar el montaje de una manera perfecta, son los elementos que precisa la realizadora para lograr canalizar cinematográficamente una larga secuencia, magníficamente modulada, en la que precisamente se obviará la propia violación. Y es a partir de ahí, cuando la película escamotea, secuencia por secuencia, el rosario de clichés por los que su desarrollo dramático podría haber recurrido. En vez de inclinarse por el terreno de la denuncia, del recorrido de crónica policíaca, o alcanzar una vertiente moralista, lo cierto es que OUTRAGE sabe encontrar una personalidad propia. Una vía que ennoblece la propuesta de la realizadora, ya que esta se centrará en la mirada interior de una mente trastornada por la vivencia de un hecho lamentable y traumático. Será esta una vía por la que girará buena parte del ajustadísimo metraje de poco más de setenta minutos, en el que nuestra protagonista llegará a sugestionarse en el olvido de lo vivido, para lo cual tomará como referente su nuevo destino –logrado tras huir de su casa-, y la sincera amabilidad del joven pastor. Incluso en ese nuevo terreno, la honestidad de planteamiento dramático se acentúa en los momentos finales, donde de forma expresa se renuncia a los matices melodramáticos en una película que, como todas aquellas que he podido contemplar de su realizadora, alcanza una gran importancia el elemento del viaje o traslado.

 

Sin embargo, más allá del atrevimiento en el tema elegido, destaca en la película esa mirada con voz baja pero aliento firme, esa crónica atenta con los pequeños detalles, y una capacidad descriptiva de notable alcance. Si olvidamos las pequeñas debilidades de guión que se registran en su tramo final, con la inclusión de elementos de resolución introducidos con demasiada ligereza, la pobrísima interpretación de Tod Andrews o cierta –aunque minoritaria- presencia de momentos dramáticos resueltos a través de un montaje de planos cortos, lo cierto es que en OUTRAGE encontramos otro eslabón más de la honestidad y precisión con la que esa magnífica actriz e ilustre desconocida como cineasta que fue Ida Lupino, se planteaba su labor como directora.

 

Calificación: 3

THE BIGAMIST (1953, Ida Lupino) [El bígamo]

THE BIGAMIST (1953, Ida Lupino) [El bígamo]

Como en las obras de tantos y tantos realizadores que forjaron el denominado “Cinema Bis” norteamericano, no resulta nada fácil acceder a algunos de los exponentes que sumaron la andadura como realizadora de la excelente y personalísima actriz Ida Lupino. No lo es por que fueran apenas seis los títulos asumidos como directora, o por el hecho de estar casi todos ellos encuadrados bajo su propia firma productora The Filmakers, que sobrellevaba junto a su marido. Personalmente, opino que ese olvido tan generalizado, procede fundamentalmente por la propia singularidad que revestían sus películas.

 

Me tengo que ceñir un poco a referencias a la hora de hacer una caracterización de la obra de Lupino, en tanto en cuanto hasta la fecha, solo habría podido acceder a uno de sus títulos: THE HITCK-HIKER (1953), revelador de su personalidad estética, pero al mismo tiempo alejado de los rasgos que al parecer caracterizaron sus películas a nivel temático. En este sentido, la oportunidad que me brinda la edición en DVD de THE BIGAMIST (1953), supone por un lado confirmar el previsible interés de la trayectoria de Ida Lupino como directora, al tiempo que quizá nos acerque en mayor medida al universo temático en que desarrolló sus films. Fueron rasgos que quedaron definidos por dos coordenadas muy concretas: la apuesta por problemáticas generalmente poco tratadas en la pantalla que afectaban a mujeres, y por otra el hecho de insertar estas propuestas en un entorno marcado por el American Middle Class. Es por ello que sus películas se insertarán en entornos urbanos si bien no totalmente acomodados, si representativos de esa Norteamérica en apariencia floreciente y encaminada al progreso.

 

Es algo que definirá esta estupenda THE BIGAMIST desde sus primeros planos –escuetos-, que nos describen los exteriores de una San Francisco más inclinada en sus arterias, apelmazada y gris que nunca. Será este el marco inicial de la historia protagonizada por el matrimonio Gram. –Harry (Edmond O’Brien) y Eve (Joan Fontaine)-. Se trata de una pareja acomodada en la dirección de una empresa de electrodomésticos, que tramitan la adopción de un niño –más adelante sabremos que la esposa no puede tener hijos-. Un elemento circunstancial, permitirá detectar a la persona responsable de conceder la adopción –Mr. Jordan (Edmund Gwen)- que Harry esconde algo en su pasado. Decidido en dicha investigación, no tardará mucho en descubrir que en Los Ángeles está casado al mismo tiempo con otra mujer, de la que incluso tiene un pequeño. El atribulado bígamo le contará las circunstancias que le han llevado a dicha situación, y que se iniciaron con el encuentro casual con Phyllis Martin (Ida Lupino), iniciando una relación que le llevará a tan sorprendente circunstancia. Harry no dejará de atormentarse asumiendo el callejón sin salida en que se ha introducido, y decidirá entregarse, siendo juzgado y quedando en el aire tanto su destino con la justicia como, sobre todo, su futuro frente a las dos mujeres que sinceramente ama, pero a las que ha provocado una vivencia esencialmente dolorosa.

 

Lo cierto es que esas imágenes finales, ambivalentes y abiertas, en las que jamás sabremos el destino de Harry Graham frente a esas dos mujeres opuestas en carácter pero complementarias en afectividad, y que se despiden de él con dispar reacción pero común afecto, son el perfecto resumen de la singularidad demostrada por el film de Lupino. Una extrañeza a la que hay que añadir riesgo e incluso sabiduría cinematográfica, una voluntad por mostrar hechos en apariencia terribles –sobre todo para la estrecha mentalidad norteamericana de la época-, con la mayor naturalidad y cotidianeidad posible, una capacidad para introducir elementos incluso subversivos en torno a la capacidad ensoñadora de Hollywood como fabricante de alienaciones colectivas y, finalmente, una contundente habilidad para entremezclar los registros del melodrama y el cine noir, en una película que por momentos parece escaparse de los perfiles de ambas vertientes hasta mostrar una personalidad propia.

 

Lo cierto es que el conjunto de THE BIGAMIST, parece replegarse por momentos en torno a esos melodramas tan críticos con la sociedad USA de los años cincuenta, firmados por Nicholas Ray –que tanta afinidad mantuvo con la propia actríz-, Lang, Preminger y tantos otros. Pero pese a ello, la propuesta de Lupino alcanza personalidad propia -en su alcance y también en sus limitaciones-, al proponer una historia cotidiana, en la que en ningún momento se atisba posibilidad de tensión –el propio título nos indica el principal “gancho” del film; a los pocos minutos el espectador descubre la dualidad vital de Harry; la conclusión de la película deja la resolución de cualquier interrogante en el aire-. No, no es esa la intención de la realizadora. Creo, por el contrario, que quiso ofrecer un “estado de ánimo”, una fugaz visión, tan venenosa en ocasiones como sensible en otras, de lo que puede producir la transgresión –tan sincera como bienintencionada-, de un hombre tan acomodado y bondadoso, como gris y mediocre, en un entorno que ahoga cualquier huída dentro de los cánones establecidos.

 

Es así como, en voz baja, sin subrayados, combinando la intensidad del melodrama con la crónica verista de un marco urbano aparentemente neutro, pero en realidad nada favorecedor para el enriquecimiento del individuo. Todo ello es mostrado con sutileza, capacidad de síntesis, ajustándose a los márgenes de una serie B, demostrando una dirección de actores magnífica –en la que destaca sin embargo la fuerza y personalidad del personaje encarnado por la propia directora; un oasis de sinceridad dentro de un contexto caracterizado por la mediocridad existencial-, y un notabilísimo conocimiento de las posibilidades del lenguaje cinematográfico. En este sentido, propone elementos tan atractivos como la inserción de un inesperado flash-back con el que la historia cobra un giro inesperado, una planificación en líneas generales que destaca la profundidad de campo, y algunos movimientos de cámara dotados de una fuerza expresiva admirable. Es en este capítulo donde me gustaría destacar el elegante y sostenido movimiento de grúa que se inicia cuando Harry y Phyllis se dan el primer beso. La continuidad de ese plano y el desplazamiento de la cámara en retroceso mientras contemplamos sin interrupción como ambos amantes no desean finalizar la expresión de esa afectividad, llegan a emocionar.

 

Cierto es que THE BIGAMIST no es un título perfecto. Aquí y allá se echan de menos unos perfiles más delimitados. Parece en ocasiones que Lupino deje las costuras que propiciaran un resultado más rotundo –estoy convencido que las condiciones de producción incidieron en ello-. De todos modos, y reconociendo estas objeciones, no cabe duda que nos encontramos con una propuesta valiosa y por momentos apasionante, y que incluso demuestra una mirada repleta de mala uva en torno al papel adormecedor del propio cine. La secuencia en la que los personajes encarnados por O’Brian y Lupino se conocen, se desarrolla en un autobús que recorre Beverly Hills portando turistas a los que el conductor señala donde se encuentran ubicadas las mansiones de conocidas estrellas cinematográficas como James Stewart, Oscar Levant, Jack Benny… o el propio Edmund Gwen –actor en el film-. Estoy convencido que los planos de recurso que muestras dichas mansiones son los de los propios intérpretes señalados, mientras nos centramos en los torpes intentos de Harry por llamar la atención de Phyllis. Detalles como este, o los planos ubicados en el decrépito restaurante chino en el que trabaja la joven –donde como cliente se encuentra incluso un oriental con una gruesa cicatriz surcándole su rostro-, demuestran el carácter insólito de un producto rodado sin duda a contracorriente, y que llega a nuestros días con sus cualidades mantenidas de forma casi inalterable.

 

Calificación: 3