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CINEMA DE PERRA GORDA

Judd Apatow

THIS IS 40 (2012, Judd Apatow) Si fuera facil

THIS IS 40 (2012, Judd Apatow) Si fuera facil

Quien me iba a decir cuando contemplé FUNNY PEOPLE (Hazme reír, 2009), que a partir de ese momento iba a profesar una cierta consideración a la figura de Judd Apatow. Pese al enorme éxito que en USA obtuvieron sus dos anteriores títulos –THE 40 YEAR OLD VIRGIN (Virgen a los 40, 2005) –la referencia resultará profética- y, sobre todo, KNOCKED UP (Lío embarazoso, 2007)-, esta acogida no tuvo la misma repercusión en un país como el nuestro. Personalmente no percibí en ellos más que unas comedias en los que se alternaban fragmentos afortunados con otros dominados por la brocha gorda, teniendo un especial hincapié el tratamiento de personajes claramente lindantes con el “frikismo”, ante los que sinceramente poco podía conectar. Es por ello que la apuesta de FUNNY PEOPLE me sorprendió gratamente, al tiempo que la decreciente acogida obtenida en USA, daba una especie de clave del éxito de su cine hasta entonces –precisamente los elementos que uno más reprobaba de sus dos anteriores películas-. En su lugar predominaba una tragicomedia que inducía a pensar en una evolución clara del cineasta por terrenos hasta entonces solo esbozados en su obra. Es por ello que el estreno de THIS IS 40 (Si fuera fácil, 2012) se establecía como premisa de un especial punto de interés. De un lado por los seguidores de sus anteriores films, y que vieron en el protagonizado por Adam Sandler una anomalía poco estimulante –el hecho de que el título que nos ocupa aparezca como un spin-off; un elemento poco utilizado en el cine, del matrimonio formado por Paul Rudd y Leslie Mann en la citada KNOCKED UP, podía inducir a ello-. Por otro lado, nos encontrabamos los que manteníamos la esperanza que su anterior película le abriera nuevos caminos de evolución en una filmografía aún corta. Por fortuna, esta segunda circunstancia se ha producido, pero a costa de haber recibido una acogida tibia entre la crítica norteamericana –aún mas renuente que en FUNNY PEOPLE-, aunque su recaudación en taquilla al menos haya duplicado ampliamente los treinta millones de dólares –se han recaudado ya cerca de setenta, en la línea de su anterior film-, cifras sin embargo muy por debajo de los cientos de millones atesorados en sus dos primeras realizaciones.

 

Paradójicamente, y aún sin lograr la unanimidad deseada, THIS IS 40 ha alcanzado entre nosotros la consideración de ser no solo la mejor película de su director hasta la fecha –lo cual en teoría tampoco sería decir mucho, al hablar de una filmografía compuesta tan solo de cuatro títulos-, sino fundamentalmente en erigirse en una magnífica y agridulce comedia dramática, que no solo pule excesos y situaciones más o menos caracterizadas por su trazado grueso –quizá los que más valoraron el público adolescente que disfrutó en USA sus dos primeros títulos- y, sin renunciar, más bien partiendo de ellos, se atreve a formular una sorprendentemente honda reflexión en torno a la crisis de la pareja, una vez esta ya ha traspasado la barrera no solo del lo que podríamos denominar el periodo romántico, sino que se encaminan a una cuarentena que sobrellevará mejor su protagonista masculino –Pete (Paul Rudd)- que Debbie (Leslie Mann). A ambos los recordamos por ser ella la hermana de la protagonista de KNOCKED UP –rol que no aparecerá en esta película-, teniendo ambos una notable presencia en aquella película. Desde entonces han pasado unos años, y pese a vivir una existencia acomodada, las fisuras de la misma afloran no solo en la relación que mantiene el matrimonio –que ha visto crecer a sus dos niñas (las propias hijas de Apatow y Leslie Mann), permanentemente enfrentadas-, sino en la propia situación económica y laboral de ambos. Será algo que Debbie percibirá cuando observe unas pérdidas de doce mil dólares en su tienda de ropa. Pero será algo más contundente en la fracasada firma discográfica que Pete sobrelleva de mala manera, con el inútil intento de revival de viejas glorias como el cantautor Graham Parker, o la constante entrega a escondidas de dinero a su padre –Larry (Albert Brooks)-. Toda esta problemática, sin embargo, quedará soterrada de un lado en la insatisfacción que vivirá este matrimonio por completo imbuido en la sociedad de consumo de nuestros días, que sexualmente cada vez falla más, y a los cuales las cargas de sus hijos no supondrán más que un elemento de constante conflicto. Sin duda, una combinación explosiva, que tendrá un constante detonante en la sucesión de reproches entre ambos cónyuges –especialmente de Debbie a Pete-, que alcanzará una espiral de casi irrespirable convivencia.

 

Los detractores del film, e incluso no pocos de sus defensores, han achacado a THIS IS 40, el hecho de su larga duración –que supera los ciento treinta minutos-. Algo de lo que el propio Apatow se ha defendido estimo que con justeza, esgrimiendo su derecho a utilizar el metraje necesario para exponer lo que quería en este fresco, sin duda el más personal de su obra, en la medida que en el personaje que encarna un descomunal Paul Rudd –sin duda nos encontramos ante una de las cimas de su talento-, se encuentra un remedo de sí mismo. Personalmente, esta es la primera de las películas de su director en la que no me pesa su dilatada duración –incluso en FUNNY PEOPLE su tercio final desmerecía del alcance de sus dos tramos iniciales-. En su oposición, la elección narrativa de esta película hubiera permitido media hora menos, pero también media hora más, tal es la sinceridad, desdramatización y el acierto en la combinación de drama y comedia que plantea esta, digámoslo ya, magnífica producción. Y lo es por diferentes factores. Por esa sedimentación de ese grado de vulgaridad que dominaba en considerable medida sus dos primeras obras, y en esta ocasión no solo se encuentra más diluida, sino que se integra casi a la perfección a la hora de servir de contrapeso a la vertiente dramática del relato –para ello, no hay más que referirse a la secuencia de apertura tras el polvo que los protagonistas realizan en la ducha-.

 

Hay también quienes achacan a Apatow la inclusión de personajes secundarios que no aportan gran cosa al conjunto. Y es algo en lo que no puedo estar más en desacuerdo, en la medida que todos sirven de conttrapunto y complemento en ese cuadro coral elegido por el cineasta, unos para aportar un enfoque cómico –de especial mención haremos en la oronda Melissa McCarthy o el médico hindú-, mientras que en otros casos se reflejará un alcance cínico que pronto se transformará en sorda melancolía por la cercanía de la vejez –es el caso de los padres de los dos protagonistas, cada uno arrastrando diversas circunstancias y grados de relación con ambos-. Y es que, en definitiva, THIS IS 40 se centra en el poder destructor del paso del tiempo en torno a las relaciones de pareja. Lo plasma con crudeza y en otros momentos con enorme y efectivo sentido del humor –e incluso de lo abiertamente carcajeante-, en no pocas secuencias. Algunos han citado la película como una herencia en vertiente de comedia del cine de Cassavettes. Y algo hay de ello en esta descarnada película, en la que los diálogos entre sus protagonistas aparecen afilados como dardos envenenados, y en realidad estos surgen tanto por el hastío que genera su propia convivencia –aunque en la misma siga presente el germen del amor-, la presión a que se ven sometidos por parte del entorno que les rodea –hijos, padres, situación económica-, el propio conocimiento implícito que albergan sobre ellos mismos y, de manera bastante significativa, aunque ambos se nieguen en reconocerlo, su negación a crecer y madurar, lejos ya de forma definitiva de sueños e ilusiones juveniles.

 

Apatow logra penetrar en el alma de una pareja con la precisión de un bisturí, al tiempo que introduce el gas de la risa como anestesia o complemento de la misma. Y lo hace a través de una estructura a modo de pinceladas, a partir de una delimitación en realidad de breve alcance cronológico. No hará falta mucho más. Y una de las cosas que de una vez por todas me ha permitido ratificar esta estupenda película, es constatar que no solo hay un “universo Apatow” de mayor calado que el que hasta ahora le hemos concedido, sino que esa supuesta puesta en escena plana que hasta ahora se le ha venido reprochando, se puede señalar que ya no es tal. Cierto es que dudo que en sus fotogramas jamás podamos contemplar movimientos de cámara virtuosos. Ni siquiera planos caracterizados por una excesiva sutileza. Su cine se centra en la viñeta cercana, y en esta película podemos observar que una de sus armas estilísticas se centran en la noción de duración de sus planos, en plena consonancia con esa libre dirección de actores, que permite que en esta ocasión la química de Rudd y Leslie Mann esté provista de una asombrosa sensación de verdad fílmica. Merced a dicha opción deliberada, por momentos nos olvidamos que estamos contemplando una película, y en su lugar asistimos como testigos privilegiados a las intimidades de una pareja que, como tantas otras, se está sometiendo a la prueba del desgaste del paso del tiempo o, lo que es peor, a su innombrado miedo al hecho irrenunciable del envejecimiento.

 

Unamos a ello las constantes referencias a costumbres, vicios y temas ligados a la actualidad –lo que en el futuro proporcionará a esta película de un plus de valor sociológico-, y a la capacidad del cineasta por saber ser comprensivo con sus personajes, pese a que todos y cada uno de ellos tengan motivos para ser cuestionados o incluso rechazados –pienso especialmente en la figura de los dos padres, extremadamente egoístas aunque por distintos motivos-. Llegados a este punto, y cuando se han citado algunas referencias cinematográficas que incluso pueden sorprender y que no soy el primero en señalar, lo cierto es que en THIS IS 40 se encuentran insertas algunos momentos que parecen retomarse de otras comedias dramáticas ilustres. Una de ellas sería el estallido en cólera de Pete –por otra parte muy divertido- con la mencionada Melissa McCarthy, cuando esta le reclama por la actitud de su esposa con su hijo. Una secuencia y, sobre todo, una actitud, que podría aparecer herencia del Barry Egan encarnado por Adam Sandler en la excepcional PUNCH- DRUNK LOVE (Embriagado de amor, 2002. Paul Thomas Anderson), que sigo considerando la comedia más original que jamás he visto en la pantalla. Sin embargo, hay otro instante, que además de servir de catarsis a una posible ruptura en la pareja tras la fiesta de cumpleaños de Pete que sirve de reunión a todos los personajes, no dejó de recordarme otra de la extraordinaria TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967. Stanley Donen). Me refiero a la huída de este en bicicleta tras la insostenible situación vivida en su fiesta, siendo seguido por su padre y su esposa en coche. Lo que podría tener un alcance dramático, acabará de forma inesperada e incluso cómica, con el tonto accidente sufrido contra la puerta de un coche, y el vapuleo que Pete recibirá por parte su dueño. Ello me recordó aquel inolvidable instante del film de Donen, en el que al reproche supremo de Albert Finney a la infidelidad de Audrey Hepburn, se sucedía una huída de esta y, tras ella, él la perseguía arrepentido, hasta que una cómica caída de Finney a la piscina modificaba por completo el drama de la situación, rompiendo la barrera del orgullo establecida entre ambos.

 

En una película por momentos dotada de tan sorda tristeza –no dudaría en destacar como el momento más memorable de la misma ese plano, casi insoportable en su enternecedora dureza, con leve acercamiento de cámara; hacia un Pete llorando sin consuelo dentro de su coche, asumiendo el fracaso de su proyecto musical con Graham Parker-, es indudable que se encuentran numerosos instantes para la diversión y la abierta carcajada –al menos, así fue en mi caso-. Más allá de la impagable inserción de una escena ampliada ubicada en los títulos de crédito finales, uno personalmente se quedaría por las burlas de Pete hacia el médico hindú –en cuya elección de ser mostrado inicialmente en un cerrado primer plano adivinamos va a ser ridiculizado no sin cierta humanidad-, en el episodio del matrimonio en el que ambos sufren en el hotel al que han viajado las desinhibidas consecuencias de tomar magdalenas de marihuana, en la imposibilidad de Pete de disfrutar de una felación por parte de su esposa ante la ingerencia de sus hijos, o la postración de la rutina de la vida sexual de la pareja, con las ventosidades que Pete no podrá reprimir, aunque intente disimular señalando que son el sonido de los muelles del colchón. Descritos de esta manera, parece que describimos una película llena de vulgaridades, y no dudo que a algunos así la definirán. Sin embargo, en esta ocasión Apatow las intercala con una precisión sorprendente, haciéndolas creíbles y, sobre todo, revestidas de cercanía.

 

Entre esa negación del paso del tiempo, la esperanza que les brindará asumir su difícil situación económica, o la aventura –y en cierto modo el retorno a una segunda juventud- que les proporcionará el hecho de ser padres de nuevo, THIS IS 40 creo que esconde bajo sus costuras la vitola del clásico aún no reconocido. Falta tiempo para determinar si el paso de los años le hará madurar como los buenos vinos, pero estoy por pensar que así será. De momento, además de haberme hecho reír hasta carme lágrimas en algunos momentos, sentirme cercano a sus personajes en sus propias debilidades, e incluso haberme conmovido en ciertos instantes, ratifican la madurez alcanzada por Judd Apatow, al que a partir de este momento ya puedo seguir con la seguridad de poseer un mundo propio –tanto temático como, no lo olvidemos. visual-, con el que me puedo sentir identificado. Enhorabuena.

 

Calificación: 3’5

FUNNY PEOPLE (2009, Judd Apatow) Hazme reír

FUNNY PEOPLE (2009, Judd Apatow) Hazme reír

Películas tan diversas en su concepción y resultados como LIMELIGHT (Candilejas, 1952. Charles Chaplin), THE PATSY (Jerry Calamidad, 1964. Jerry Lewis), STARDUST MEMORIES (Recuerdos, 1980. Woody Allen), THE KING OF COMEDY  (El rey de la comedia, 1982. Martin Scorsese), son manifestaciones más o menos acertadas de esa intención de determinados cineastas y creadores cómicos, de reflexionar sobre el auténtico papel que ejercen como generadores de diversión en el público, y la trastienda que mantienen ante su dualidad como auténticos seres humanos, viviendo en sus carnes desde síndromes de fama, la decadencia, los sinsabores, el lado oscuro de su labor creativa, enfrentada al devenir de unos seres privilegiados que, en el fondo, también son humanos. De todo ello habla FUNNY PEOPLE (Hazme reír, 2009), tercera de las películas realizadas por el exitoso y un tanto sobrevalorado Judd Apatow, que combina en su propuesta la intersección de sus propias neurosis como exponente de la comedia, de la mano de la personalidad de su protagonista masculino, el cómico Adam Sandler. Este interpreta a George Simmons, un hombre ya adentrado en la madurez, agobiado y endurecido por su éxito como estrella del género, al que de la noche a la mañana en una revisión médica se le detecta una leucemia de casi imposible curación, ante la que solo se podrá enfrentar con una medicación experimental de impredecibles y poco alentadores resultados. Será el punto de partida para un replanteamiento en su propia andadura final, la visión de la existencia de un modo revestido de escepticismo, y el encuentro con un joven cómico judío de extraño talento –Ira Wright (Seth Rogen)-, al que contratará como ayudante, aunque en realidad le sirva para exorcizar ese egoísmo y lado ruin de su personalidad. Lo incorporará como un extraño confidente, aunque no deje de expresar en él su consustancial egoísmo, entremezclado de su congénita ironía y escepticismo, intentando sobrellevar en ese vía crucis habitual el deseo de retomar la interrumpida relación amorosa con la que la fue la mujer de su vida. Ella es la ya madura pero aún deseable Laura (Leslie Mann), casada y con dos hijos, que lleva una vida acomodada, pero en el fondo insatisfecha.

Dentro de dichos mimbres se articula la que, bajo mi punto de vista, se erige no solo como la mejor obra filmada hasta la fecha por Apatow –lo cual tampoco es mucho decir-, sino ante todo un título interesante, no exento de irregularidades, pero en el que se logran integrar de forma más acertada, aquellas constantes habituales en su cine, sublimándolas por ese alcance de reflexión artística y existencial que, sin la menor duda, se erige como el auténtico motor de la ficción, logrando a través del tratamiento de esta vertiente su más altas cotas de validez. En cualquier caso, y aún reconociendo que su metraje se encuentra dilatado en exceso –veinte minutos menos de su tercio final le hubieran venido de perillas-, lo cierto es que es en FUNNY PEOPLE donde el universo del realizador, que hasta entonces solo se había manifestado de forma intermitente, adquiere por momentos una considerable madurez, a lo que cabe unir una mayor hondura en su puesta en escena, hasta el momento definida por una neutralidad expresiva que sus anteriores títulos se oponía a sus logros parciales –centrado sobre todo en sus capacidades con la dirección de actores-. No vamos a señalar a este respecto que la película que comentamos sea un prodigio de realización. Cierto es que seguimos observando desequilibrios y carencias de medida, pero es innegable que la película describe una capacidad de riesgo y experimentación formal –no siempre afortunada, todo hay que decirlo-, ausente en las dos anteriores y reconocidas obras del cineasta.

Desde su comienzo, con esas imágenes de grabaciones caseras del propio protagonista, la película revela ya esa cierta capacidad de experimentación que se inserta en su metraje, insertándonos muy pronto en el mundo abigarrado, hipócrita, creativo y soez al mismo tiempo, que rodea la existencia del acaudalado cómico, sobre el que todo su entorno vital se derrumbará de manera inesperada. Apatow logra describir con acierto ese nuevo marco de vivencias, al tiempo que de forma paralela alcanza de igual modo trazar ese mundo en el que la supuesta creatividad e ingenio, va rodeada del materialismo, la competitividad y un cierto aspecto surrealista y carente de auténtico valor. Será un contexto revestido de hipocresía, sobre el que ha girado hasta entonces la vida de Simmons, y ante el cual este ha desplegado un escudo defensor en su comportamiento arisco, acre y desprovisto de cualquier tipo de humanidad. Toda esa mirada está plasmada por su director con un especial grado de implicación, buscando ante todo extraer un contraste acusado entre el dramatismo de la situación que marca la inflexión de su protagonista –esa enfermedad que puede costarle la vida-, y la visión acre del contexto del mundo de la comicidad que, a diferentes niveles, marcará tanta la fama del célebre protagonista, como de los anhelos que ese grupo de jóvenes cómicos que de alguna manera representa Ira Wright, que permite al realizador enlazar ese mundo de treintañeros que se resisten a convertirse en adultos, heredado de sus anteriores películas. No faltará en su segunda mitad una vertiente melodramática, en la que se articula quizá ese aspecto conservador inherente a su mundo temático. Nada hay que objetar en ello, en la medida que logra trasladar e incluso enriquecer un aura de verdad a esas conversaciones, esos tiempos muertos, mantenidos sobre todo entre George y Laura, y en donde de nuevo se transmite esa capacidad de Apatow para bordear los límites de la tragicomedia.

Es por ello que en ese sin duda demasiado dilatado metraje, se pueden olvidar ciertos –por fortuna, escasos- coqueteos con el ralenti –alguno incluso eficaz-, o esa excesiva dilatación que se registra en la relación de desengaño que manifestará finalmente el reencuentro entre el célebre cómico y la mujer que fue su verdadero amor. En su defecto, disfrutemos de esa sensación de verdad y al mismo tiempo de desencanto que la película expone en la mayor parte de su metraje, en la magnífica dirección de actores que despliega el film –una de sus virtudes más reconocidas-, que permite una impagable performance por parte de un fantástico Adam Sandler, hasta tal punto que en muchos momentos –sus monólogos y actitudes desencantadas- nos permiten contemplar un reportaje dramatizado de su propia vida. Esta brillantez y sinceridad se extiende a la magnífica Leslie Mann, e incluso por momentos se manifiesta en Seth Rogen, pese a sus manifiestas limitaciones como intérprete. Entre sus dos protagonistas masculinos se extiende, además, una extraña complicidad, en la que tiene mucho que ver ese humor judío, del que ambos son conocidos representantes.

Y dentro de ese alcance tragicómico y, por momentos, existencialista, que manifiesta la mayor parte del metraje de FUNNY PEOPLE, podemos destacar secuencias de una acidez extrema, como el intercambio de diálogos mantenidos entre Simmons y el doctor de aspecto nórdico encargado de comunicarle las poco positivas novedades sobre el transcurso de su enfermedad, o los divertidos e inesperados encuentros de este con el esposo de Laura –encarnado por un estupendo Eric Bana-. Sin embargo, dos son los episodios –insertos en la acción casi de manera consecutiva-, que no dudaría en destacar como los más memorables del film. Uno de ellos es la larga y emocionante secuencia del reencuentro de los dos antiguos novios, en la que el atribulado cómico se sincera ante esa emocionada amante, que le confiesa el fracaso en el que desembocó su matrimonio. Pero por encima de este admirable fragmento lleno de verdad emocional, se sitúa la secuencia previa, en la que Seth Rogen intenta de manera infructuosa convencer a Sandler que exteriorice la realidad de su enfermedad, mientras este no deja de atajar sus peticiones por medio de diálogos revestidos de un sarcasmo casi doloroso. Se trata de un fragmento magistral, que podría registrarse entre cualquier antología de la comedia de las últimas décadas, en la que al timming alcanzado, se une incluso a un Rogen en el que estoy convencido es, con mucho, el mejor momento de su carrera, estallando progresivamente en llanto en medio del comedor de un restaurante.

Sin duda FUNNY PEOPLE es un título desequilibrado, pero por fortuna se intuye en él la introducción de Judd Apatow en nuevos derroteros fílmicos y temáticos ¿El hecho de no haber logrado un éxito comercial y crítico de similar calado al de sus dos anteriores títulos puede que le haga retroceder en el sendero encaminado? Esperemos que no. La comedia norteamericana no se lo podría permitir.

Calificación: 3

KNOCKED UP (2006, Judd Apatow) Lío embarazoso

KNOCKED UP (2006, Judd Apatow) Lío embarazoso

No cabe duda que en muchas ocasiones los gustos del público y crítica norteamericanos difieren en gran medida de los europeos. Es una diferencia de apreciación hasta cierto punto comprensible y no siempre censurable, aunque en la última de ambas vertientes revele la disparidad de criterios con los que la crítica de aquel país analiza los títulos que se vienen estrenando de forma habitual, y que en USA por lo general vienen dejando en un segundo término la labor de mise en scène que se erigió –con bastante justeza- como elemento fundamental en el análisis cinematográfico. Puede decirse, a este respecto, que en terreno norteamericano, y con relativas excepciones, son más habituales los críticos “de guión” o que valoran con excesiva insistencia la labor de los intérpretes.

 

Creo que estas características serían las que han permitido que un título tan atractivo en su fondo y limitado en sus formas, como es KNOCKED UP (Lío embarazoso, 2006. Judd Apatow) haya sido literalmente aclamado por la crítica norteamericana y bendecido por las taquillas de su público, consolidando el peso de su realizador –también artífice de la más divertida pero indudablemente menos amarga THE 40 YEAR OLD VIRGIN (Virgen a los 40, 2005)- como una de las últimas esperanzas de la comedia USA. Sinceramente, creo que nos estamos metiendo en un terreno excesivamente laudatorio, aunque sí que es cierto que al cine funcional y escasamente brillante en su narrativa que maneja Apatow, puede concedérsele el beneficio de la duda de una progresiva maduración, que probablemente le llevará a lograr potenciar en sus futuras películas las cualidades que actualmente se vienen expresando en sus dos únicas películas. A saber; un indudable ingenio en sus guiones que logran erigirse en la crónica de unos personajes con los que logra empalizar cara al espectador, la capacidad de unir la comedia gamberra y la vertiente romántica consustancial en el género, un profundo conocimiento de la cultura popular contemporánea norteamericana, una mirada revestida de tristeza ante la aparente comodidad de la vida americana y, por encima de todo, una facilidad enorme para la dirección de actores, basando su método en una señalada espontaneidad y la fidelidad a un determinado grupo de comediantes, a los que está logrando convertir en estrellas del género.

 

Todos estos rasgos se dan de nuevo la mano en el título que nos ocupa, que centra su premisa en la efímera relación que mantiene Allison (Katherine Heigl) con el desastrado al tiempo que bonachón Ben (Seth Rogen). La primera es productores de una cadena televisiva, y celebra su ascenso en la misma para ocupar el rol de presentadora. Por su parte, Ben comparte su vida con una serie de jóvenes frikies, con los que ha creado una página web dedicada a mostrar los desnudos de las estrellas cinematográficas en sus películas. El encuentro de ambos desembocará en un insospechado revolcón que dejará a Allison embarazada. La inesperada circunstancia –acaecida a partir de un error de ambos a la hora de ponerse este un preservativo-, llevará a integrar a Ben en el entorno familiar de la inesperada preñada. Dicho marco tendrá su casi única expresión en la acomodada pareja que forman la hermana mayor de esta –Debbie (impagable Leslie Mann)-,  mujer dominante que trata con verdadero desprecio a su esposo Pete (Paul Rudd), un promotor musical tan lúcido en sus manifestaciones como reprimido en su personalidad. Aunque inicialmente no desea tal contacto, paulatinamente la protagonista del embarazo irá acercándose a Ben, al tiempo que ambos podrán comprobar la profunda infelicidad que define el entorno matrimonial de Debbie y Pete, algo que sin pretenderlo afectará a la singularidad de su relación.

 

A partir de dichos mimbres, Apatow teje con mano diestra un relato basado en su capacidad de observación, en la contraposición de mundos opuestos –el que define a Ben y sus amigos y el mostrado por Allison, su hermana y Pete-, estableciendo diálogos indudablemente divertidos, en ocasiones agudos, y destilando en ellos –quizá con demasiada insistencia- una incesante serie de referencias a series televisivas, elementos cinematográficos e incluso internautas, que estoy convencido en buena medida se han de escapar a la atención del espectador medio –sobre todo si este no es norteamericano-. El realizador y guionista se desenvuelve a sus anchas en una trama sencilla y, aparentemente, imposible –en la que elementos como la progresiva estabilidad económica de Ben, no quedan bien matizados-, que logra hacer progresar a través de una mirada por momentos divertida, en otros insoportablemente amarga y, por encima de todo, finalmente comprensiva. Es probable que sea esta la principal cualidad de su artífice, que logra compensar la ausencia de una verdadera personalidad cinematográfica tras la cámara, a través de sus innegables cualidades demostradas como guionista y director de actores. En este sentido, hay que reconocer que la película funciona de forma notable. No solo se debe de dejar de resaltar la aportación de los intérpretes protagonistas, sino que esta demostrada capacidad se manifiesta en la presencia de pequeños caracteres que logran enriquecer las situaciones planteadas –me gustaría destacar dos de ellos; la compañera del canal de TV de la protagonista, que a pesar de aparecer en escena en tan solo dos ocasiones, deja la impronta de su carácter envidioso, o el doctor de aspecto oriental que finalmente llevará a cabo el alumbramiento del pequeño niño-.

 

En cualquier caso, si hay algo que realmente me resulta perdurable en KNOCKED UP –bastante menos divertida de lo que cabría esperar, y en la que cuesta “entrar” algunos minutos-, es en la soterrada amargura que destila la relación que desprende el matrimonio que, con carácter secundario, llega a marcar la pauta del film. Una pareja –la formada por Debbie y Pete-, en la que se reflejará la apuesta de futuro de los protagonistas, y que muestra momentos definidos en una insospechada dureza, a través de sus constantes enfrentamientos –especialmente revelador a este respecto será el que protagonice esta en contra de su esposo al comprobar que no lo engaña con otra mujer y, en su defecto participa ¡en una liga fantástica de rugby!-. En esa capacidad de mostrar con aparente tinte amable la hondura de un fracaso existencial rodeado de comodidad material, es bajo mi punto de vista donde hay que encontrar el sendero por el que Apatow debería marcar la evolución de sus cualidades –ahora que su cetro en la taquilla y la aceptación crítica se lo permite-, acompañada de una mayor personalidad como narrador. Y también sería obligado que en el futuro buscara como protagonista a ese Paul Rudd tan admirado por mí, que se erige de forma sutil –a pesar de un infecto doblaje que desvirtúa su personalísima dicción- como auténtico personaje y actor vector en las relaciones de la película –centradas no solo en el constante y sumiso enfrentamiento con su esposa, sino en la camaradería y complicidad alcanzada con Ben. Desde hace varios años vengo sosteniendo que en su personalidad artística se esconde el mejor actor con que cuenta el cine americano –se que puede parecer una atrocidad pero así lo pienso-, demostrando en esta película que sabe brillar y modular las secuencias en las que aparece, a través de la más absoluta sencillez.

Calificación: 2