TOKYO MONOGATARI (1953, Yasujiro Ozu) Cuentos de Tokio
Debo decir de antemano que me cuesta mucho "entrar" en el cine japonés y, en defintiva, en aquellas obras procedentes de los cines orientales. Es por ello que pese a contar con copias de buena parte de clásicos del cine japonés, es muy de tarde en tarde cuando me "atrevo" a visionar alguna de dichas obras. El miedo a no saber apreciarlas en la medida de su generalizado reconocimiento ha posibilitado una menor frecuencia del mismo por mi parte, sin que ello me impida valorar algunas grandes obras de Kurosawa, el propio Ozu o Zhang Yimou -lamento mi casi total desconocimiento de realizaciones de Mizoguchi o algunos otros realizadores nipones-. Espero que el paso del tiempo me haga evitar esa enorme laguna.
Viene esta larga disgresión para justificar esta circunstancia particular, al tiempo que iniciar el comentario de TOKIO MONOGATARI, la mejor cinta que habré visto en un año a la redonda y quizá ya convertida en una de mis películas preferidas de siempre.
Reconocida como uno de los grandes títulos de la historia del cine, quizá la obra cumbre de un realizador pródigo en grandes títulos -recientemente disfruté con su posterior BUENOS DÍAS (1959)-, CUENTOS DE TOKIO es más que una simple obra cinematográfica, un zoom al alma humana, centrado en la sociedad japonesa que se adentra en el progreso tras la brutal ruptura de la II guerra mundial y el enorme contraste existente entre las diferentes generaciones que en ella conviven.
El matrimonio compuesto por el viejo Shukishi (Chishu Ryu) y Tomy (excepcional Chieko Higashiyama) deciden viajar desde su localidad cercana a Hiroshima hasta Tokio a visitar a sus hijos. Probablemente ese viaje tiene algo de despedida ritual para una pareja imbuída en una sociedad que varía sobre su entorno, en la que cualquier sentimiento está ritualizado y, de alguna manera, constreñido.
En apenas unos pocos planos Ozu nos introduce desde ese mundo rural en su contraposición con el urbano de la gran ciudad. Muy pronto los veteranos protagonistas se integran en un marco urbano abigarrado, con espacios reducidos, elementos y adelantos occidentales y notando con resignación que son una molestia para sus hijos. Estoy convencido que el realizador tuvo que ver en su momento el excelente film de Leo McCarey MAKE WAY FOR TOMORROW (1937) -solo exhibido en España por televisión bajo el título DEJAD PASO AL MAÑANA- que, en buena medida cuenta la misma historia. Sin embargo, Ozu no se limita a relatar el desarraigo de unos anciandos con respecto a los hijos que criaron y la sociedad que les ha sucedido. Por el contrario y sin alzar nunca la voz, nos muestra la sencillez y crueldad del devenir de la vida -como ese barco junto a su casa que discurre por medio del lago-.
De forma pasmosa, con la sensibilidad de un humanista, el sentido pictórico de sus excepcionales encuadres siempre en plano fijo -salvo dos movimientos que luego señalaré- CUENTOS DE TOKIO discurre siempre integrando sus personajes, mostrando la crueldad inexorable de ese paso del tiempo, en ocasiones llena de egoísmo pero finalmente irremisible con la evolución de nuestras sensiblidades y obligaciones como seres humanos. El peso de una evolución social, el desarraigo, la deshumanización de una sociedad urbana, los rituales de la tradición japonesa, su diferente concepción del paso del tiempo...
Toda una serie de sensaciones que se entrecruzan de forma admirable, serena, reluciendo siempre la belleza de una visión total del mundo a través de la imagen aparentemente sencilla pero siempre llena de complejidad narrativa. Los encuadres recargados, sabiendo extraer el mejor partido visual de un escenario esencialmente vulgar y rutinario -por ello cuando el film recoge algún encuadre natural contrasta en su lirismo-, TOKYO MONOGATARI destaca igualmente en la utilización de su iluminación -ahora entiendo como al hablar del cine de Tourneur se citan las reminiscencias con el uso de la luz del maestro japonés-.
Con la estudiada ambigüedad que nos indica el poder visionar unos personajes que en el fondo nos son muy familiares -son caracteres universales-, el veterano matrimonio comprueba lo oupado que está su hijo médico, su hija peluquera (la que en mayor medida exterioriza su egoísmo), encontrando sin embargo el cariño total de su nuera Noriko (excepcional Setsuko Hara) que quizá ha aplicado en ellos la frustración por no decidirse a casarse de nuevo y su temor a quedarse sola tras enviudar de un hijo del matromonio -tal y como revela en un extraordinario momento confesional junto al suegro ya enviudado-.
Al mismo tiempo, en ocasiones en el mismo plano, se muestra el contraste generacional de abuelos, hijos y nietos. Unos ya con el tiempo vencido, otros con el instante ocupado en su proyecto familiar, mientras que los mas pequeños no se han enfrentado aún a la realidad de la vida. Es precisamente en esa relación de ancianos - niños cuando se produce el que considero el momento más memorable del film. Me refiero al paseo de la abuela con su nieto pequeño, al que pregunta si cuando sea mayor va a ser médico como su padre. Mientras ella le dice que no podrá comprobarlo -un presagio de su muerte-, el pequeño recoge hierba sin atender la confesión de la anciana -la incomunicación-. Al mismo tiempo, es lógico destacar -como quiso el propio Ozu, esos dos leves travellings laterales -unicos movimientos de cámara del film-, cuando los ancianos salen a la calle y se ven obligados a separarse por una noche -un anticipo de su separacíón final-.
Evidentemente, CUENTOS DE TOKIO es una película sobre la que se ha dicho casi todo. Junto al referente que en mi opinión marca el film antes citado de McCarey, quizá ofrece un precedente sobre unos de los grandes films de Ingmar Bergman -FRESAS SALVAJES-. Quizá lo mejor ante sus asomborsas calidades solo queda verla y admirarla con ojos limpios, asombrarse por la sencillez de su elaboradísima puesta en escena o la adecuación de sus diálogos o la sutileza de los gestos y detalles de los actores. En definitiva dejarse llevar por esa precisión en la plasmación de unos sentimientos extensibles a todos los pueblos y culturas.
Personalmente me gustaría incorporar dos precisiones muy personales. Por una parte como occidental echo de menos la exteriorización de sentimientos con gestos muy propios de nuestra cultura -abrazos, besos- en la hermosa relación existente sobre todo entre Noriku y los ancianos -especialmente la esposa-. Por otra, viendo la hondura de su metraje, uno no puede mas que agachar la cabeza de vergüenza al ver en la pantalla cosas que nos pasan a nosotros mismos, teniendo que reconocer que son consustanciales al ser humano. Es triste tener que reconocerlo viendo una obra maestra como TOKYO MONOGATARI pero, ¡Muchas gracias Mr. Ozu por haber sabido expresarlo en una obra de arte!
Calificación: 5
3 comentarios
Dyonisos -
Este film de Mister Ozu (que junto a Kurosawa y Mizoguchi) está considerado el Mejor director que ha dado Japón, no lo he visto aún pues hasta ahora estaba obcecado por conseguir todo lo posible de Kurosawa (mi debilidad nipona)pero, una vez que he leído tu critíca y las Opiniones me ha entrado la curiosidad no solo por ver este film sino por el resto de Obras de Mr. Ozu. Cuando Visione dicho film te mandaré mi humilde opinión.
Saludos
octavio bandin -
Alberto -
A mi también me pasó algo parecido al terminar el film (los últimos minutos del metraje son de lo mejor que he visto), una sensación de inexorabilidad por parte del tiempo difícil de expresar con unas pocas palabras y que se va viendo venir a través de las imágenes.
Se puede escribir mucho sobre esta película y todo bueno, pero lo mejor es que traspasa la barrera del propio cine y nos muestra de una forma diáfana cosas que tenemos delante de nuestras narices pero que no llegamos a ver. Que el tiempo pasa, que las relaciones se acaban, que cada uno tiene su propia vida y que la vida sigue.
Una de esas películas que te hacen ser mejor ¿?