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CINEMA DE PERRA GORDA

CHICHI ARIKI (1941, Yasujiro Ozu) Había un padre

CHICHI ARIKI (1941, Yasujiro Ozu) Había un padre

No cabe duda que CHICHI ARIKI (Había un padre, 1941) –recientemente estrenada en España tras su restauración, y editada con celeridad en DVD-, es un film que no adquiere la perfección y depuración del último –y admirable- periodo cinematográfico del gran director japonés Yasujiro Ozu. Esa sensación de encontrar en cada uno de sus planos la transmisión de una manera de entender la vida, esa aparente relajación –que solo es una forma valiosa de mostrar la densidad-, o incluso el asombroso manejo del color –Ozu fue uno de las realizadores que con mayor perfección manejó el cromatismo de la imagen; lastima que fueran pocas las ocasiones en las que pudo exponer dicha cualidad-, se encuentra ausente en esta película rodada en pleno periodo bélico para su país. De todos modos, y pese a esas limitaciones –que en buena medida provienen por la comparación con unos títulos que hay que ubicar por derecho propio entre las grandes obras del cine mundial en los años cincuenta e inicios de los sesenta-, poco a poco, secuencia a secuencia… no se puede negar que el film que nos ocupa deviene finalmente excelente, y en sus últimos momentos, conmovedor.

Y es que se detectan ciertos saltos y rupturas que se observan en sus secuencias –y en donde quizá tienen algo que ver algunos cortes en la copia finalmente restaurada-, o esa algo poco creíble transformación del hijo del protagonista en un profesor en apenas un plano, por medio de una elipsis temporal que transcurre en unos 12 años y lo convierte de un niño taciturno, a un joven de gran corporeidad. Sin embargo, y pese a esas objeciones, que inicialmente pueden tener un cierto peso en la primera mitad de la película, lo cierto es que paulatinamente estas se van disipando ante la sinceridad, delicadeza y emotividad de una sencilla historia que habla del amor de padre a hijo, de sacrificios, de respeto, amistad, responsabilidad y reconocimiento por la entrega.

Nos situamos en una pequeña localidad japonesa. En ella ejerce como profesor el viudo Shuhei Horikawa (Chsihu Rhy), que tiene un hijo de corta edad. En una ocasión, y cuando acompaña a sus alumnos a una excursión, una de las muchachas muere en un accidente con una canoa. Con un gran sentido de la responsabilidad, asume interiormente el hecho y –pese a que nadie le recrimina nada-, dejando la enseñanza y  trasladandose junto a su hijo a su ciudad natal, donde vivirá en la casa de un amigo. Allí muy pronto establecerá una sincera relación con su hijo, pero cuando el pequeño se acostumbra a su nueva vida, el padre le señala que lo va a internar en el colegio, para evitar con ello que tenga que trasladarse diariamente hasta la población. El niño acepta con resignación el deseo de su padre, pero sus sollozos no se podrán contener cuando este le señale que va a viajar hasta Tokio para lograr un buen trabajo que sirva para mantenerlos a los dos. Horikawa entrega al niño una serie de ropas y medicaciones como ayuda, así como una pequeña cantidad de dinero, dejando al pequeño inconsolable.

Pasan los años, y el antiguo profesor trabaja ahora en una fábrica textil. Ha transcurrido mucho tiempo y su aspecto está ya envejecido. Sin embargo, se encuentra satisfecho de su labor pese a no mantener relación con ningún compañero. Un día se encontrará con un profesor amigo suyo, que le permitirá que su estancia sea más llevadera, confiándose entre ambos sus problemas y reflexiones mientras juegan partidas al “go”. Por su parte, su hijo Ryohei (Suji Sano) se ha convertido en profesor gracias a su constancia y el soporte económico ofrecido por su padre. Este desea verle cuando antes, y finalmente lo hará en unas fechas en las que ambos pescarán juntos y se sentirán dichosos y felices, anunciando el joven su deseo de integrarse en la guerra, al tiempo que desearía vivir junto a su padre, aspecto este al que su progenitor se niega.

Transcurrido un cierto tiempo, un grupo de antiguos alumnos de los dos veteranos protagonistas deciden juntarse y promover una celebración de homenaje a ambos. En ello, Ryohei viaja a Tokio para aprovechar unos días de permiso y vivirlos junto a su padre, compartiendo ambos unas fechas en las que la sinceridad y admiración mutua estará presente, y en donde Horikawa sugiere a su hijo casarse con la hermosa hija de su amigo profesor, aspecto que este acepta. Poco después, y como si pareciera que su cometido en la tierra ya ha llegado a su fin, el viejo profesor sufre una especie de infarto y es llevado al hospital, donde finalmente muere acompañado de todos. Tras ello, Ryohei y su futura esposa viajan hasta el lugar donde residía. En el trayecto en tren surge la evocación por el fallecido, y las lágrimas acuden sin tregua del rostro de la muchacha, ahora que todos podían haber vivido juntos. El tren sigue su curso, lo hace la vida en cualquier ser humano.

La narración de las líneas argumentales, puede dar una idea del contenido de una película que en aquel lejano 1941, ya dejaba patente las inquietudes que Ozu fue sedimentando título tras título. Una serie de constantes visuales y temáticas que permitirán ver su cine como una prolongación del mismo argumento, mientras que cada una de sus películas ejerce como variación del título precedente. En cualquier caso, si que hay que destacar que esta película deja instaurados varios rasgos que posteriormente serán tratados con mayor intensidad en títulos suyos a firmar en el futuro. Todos sabemos que el análisis de los conflictos y problemáticas de la familia y el contrate entre tradición y progreso, son dos de los rasgos consustanciales en el cine del maestro japonés.

En esta ocasión incluso, ya podemos detectar la presencia de esos planos exteriores que sirven para delinear las secuencias de interiores, y que siempre aportan elementos complementarios a las situaciones que se están viviendo. Situaciones estas que se muestran por otra parte con una gran austeridad y sobriedad expresiva –el accidente en el que pierde la vida la muchacha-, y que se extienden a la hora de expresar los sentimientos de los principales personajes. Confieso a este respecto que en muchos momentos del cine de Ozu, es tal el grado de emotividad que desprenden sus imágenes, que echo de menos la exteriorización de estos mediante nuestros hábitos sociales de expresión de la amistad y el cariño. Es algo que en muchas ocasiones quizá provoque a un público ocasional una especial impotencia de poder sentir con ellos las sensaciones emocionales que refleja el realizador en sus obras.

En este sentido, sí que se pueden destacar la sinceridad, apenas sin diálogos, que se manifiesta en los días en que padre e hijo viven juntos. Ambos pescarán, y las cañas de ambos giran de forma paralela entre los dos, demostrando que pese a la distancia en el desarrollo de sus trayectorias personales, hay algo que los ha mantenido siempre unidos, y que el padre lleva a sugerir para su hijo a la bella muchacha hija de su compañero el profesor. Será para el ya anciano progenitor su último cometido en la vida: entregar a su hijo, al que ha estado respaldando económicamente para poder sufragar sus estudios, a una mujer que sabe seguro será una fiel compañera de este. Lo mejor -a este nivel-, de la película, es la sucesión de detalles de realización e interpretación, y la generalizada relajación con la que se expone esta historia de desencuentro generacional, sobrepuesta por una relación de sincero amor entre padre e hijo.

Con esa misma serenidad, con un cierto rasgo humorístico también, y con la humanidad y sencillez de quien sabe que esta filmando a seres humanos y no personajes estereotipados, logra plasmar la muerte de Horikawa de una manera cotidiana, culminando su vida en el hospital y rodeado de sus seres queridos. Una vez fallecido, es cuando el profesor compañero del difunto describirá a su hijo el enorme privilegio que tuvo al tener un padre con quien gozó, pese a que viviera con él durante muy poco tiempo. El dolor y el reconocimiento, quedarán marcados en ese traslado definitivo, y la nueva esposa de Ryohei será quizá el elemento de unión con ese pasado que ya no puede disfrutar, pero que le ha llevado a llegar donde su padre le destinó, con gran sacrificio por su parte.

Sin duda, CHICHI ARIKI es un film imperfecto, pero tampoco hay que obviar dicha circunstancia para considerarlo como excelente, y en donde el parámetro visual que posteriormente definiría uno de los estilos más depurados e intensos del cine mundial, ya tiene en esta película una muestra destacada.

Calificación: 4

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