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CINEMA DE PERRA GORDA

QUERIDÍSIMOS VERDUGOS (1973, Basilio Martín Patino)

QUERIDÍSIMOS VERDUGOS (1973, Basilio Martín Patino)

En unos tiempos en los que Michael Moore –a nivel internacional- y Julio Medem en la vertiente española, son considerados por no pocos como los paradigmas de una mirada comprometida, la visión de un documental de las características de QUERIDÍSIMOS VERDUGOS (1973) no hace más que dejar bien claro lo que supone un modelo a imitar y un producto realmente sorprendente pese al paso de los años.

En el ámbito concreto del cine español, me tendría que remitir hasta el célebre cortometraje LAS HURDES / TIERRA SIN PAN (1932. Luís Buñuel) para encontrar una producción que profundice en esa España negra que –mal que nos pese- aún nos acompaña. Como si se tratara de los célebres grabados de Goya, considero la película de Basilio Martín Patino como una de las propuestas más perturbadoras de la historia de nuestro cine. A partir de la filmación, el testimonio, la reunión y la propia visión de sus personalidades, las imágenes de este documental recuerda los tres verdugos con que contaba la administración española en el momento de la plasmación de este proyecto –primeros años setenta-.

Tres hombres de baja extracción cultural que en el relato de sus vidas procedieron del estraperlo, incluso el robo en su juventud. La precisión de las imágenes y sus relatos dejan espacio abierto para la reflexión; quizá de haber mediado en ellos otras circunstancias, podrían haber sido ellos mismos candidatos para usuarios de su propios servicios en el garrote vil, modelo oficial de pena de muerte en la España franquista tras haber sido abolida esa condena en la segunda república.

Los tres verdugos protagonistas de este recorrido son Antonio López, Vicente Copete y Bernardo Sánchez. Personas curtidas, perfectos ejemplos de ese sector rural y de un país sumido en el retraso cultural. La mirada de Martín Patino es seca, concisa, mostrando el especial interés del perfil psicológico del tercero de ellos. Un extraño hombre de semblante sombrío y siniestro y aspecto exterior de capo mafioso, caracterizado por sus actitudes nihilistas y su facilidad para torpes pareados –falleció antes incluso de la conclusión de la película-. Ellos son los enlaces para ese repaso a una crónica negra de seres desgraciados, en buena medida surgidos de ambientes pobres y conflictivos –es especialmente dolorosa la historia del joven criminal de Gandía, su entorno familiar, el desarrollo de la petición de clemencia en plenas navidades y la ejecución final de la sentencia-, y a los que acciones lamentables privan de vida. Toda una relación causa / efecto que se complementa en el documental con el inserto de artículos y titulares de prensa –quizá en demasiada medida-, grabados, algunos testimonios de personajes implicados, juristas e incluso psicólogos. El desarrollo de la filmación no omite el origen de la aplicación del garrote vil –sustituyendo a la horca por orden de Fernando VII-, la historia de su pretendido carácter ejemplarizador y el ascendente que su aplicación pública tuvo siempre entre la población.

Pero el sobrecogedor documento de Martín Patino va más allá. Logra ser espeluznante en la descripción que se efectúa de la aplicación de esta forma de asesinato legal –afortunadamente ya parte del pasado en nuestro país-. En concreto resulta especialmente impactante el relato de un veterano psicólogo –el dr. Velasco-Escassi- que confiesa incluso haberse “sentido sucio” al haber presenciado y de alguna manera legitimado socialmente la condena de un joven muchacho. Lo que en un momento determinado se denomina como “la muerte artesanal”, incluso tiene sus elementos de contradicción entre la presunta pericia de los verdugos y el testimonio de algunos de los testigos de ciertas ejecuciones que relatan la tortura que sufrieron algunos de los condenados. Al fallar inicialmente los “infalibles” resultados del garrote vil.

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Mas allá de su inapelable documento en contra de la pena de muerte –conclusión esta que jamás se esgrime directamente pero queda manifiesta en todos sus fotogramas-, la otra gran virtud de este documental estriba en su extraordinaria capacidad de observación. La cámara de Martín Patino sabe escudriñar entre las estancias, los rincones, los objetos de decoración incluso, de todos los personajes que aparecen en ella. Da igual que en la casa de uno de los verdugos se ofrezcan insertos de muñecos, cuadros y demás elementos, o que algunos de los juristas que aparecen –por más alguno se manifieste en contra de la aplicación de la pena de muerte en casos concretos-, se entrevea en ellas una retórica e incluso una “puesta en escena” franquista. Sin embargo es evidente que las imágenes de QUERIDISIMOS VERDUGOS ofrecen un retrato en ocasiones insoportable de ver sobre todo por la cercanía que ofrecen de un país retrasado, lleno de incultura, y con una serie de atavismos –flamenco, afición a los toros, etc.- que quizá hayan evolucionado con el paso de poco más de veinticinco años pero aún resultan parte de nuestra cultura.

Puede que a mi juicio sobren en esta película las explicaciones didácticas sobre la genética de los comportamientos delictivos –es un elemento que desmerece por la evidencia de las imágenes-, que sus instantes finales sean innecesariamente metafóricas, y que quizá el ritmo no esté en todos momentos a la misma altura. Sin embargo, creo que esta película de Basilio Martín Patino supera tanto a CANCIONES PARA DESPUÉS DE UNA GUERRA (1971) como a CAUDILLO (1975) -ambas también muy interesantes- y debería de adquirir un permanente reconocimiento como una de las propuestas más inquietantes de toda la historia de nuestro cine. Cuando en los tiempos que corren cualquier film fácilmente desmontable adquiere un injustificado apoyo mediático, creo que sería de justicia valorar en la medida que merece una película valiente, rodada en plena dictadura franquista –que por supuesto tuvo enormes problemas y no se estrenó hasta 1977- y cuya visión de un país subdesarrollado pese a sus apariencias de progreso es realmente honda, basándola además de uno de los pilares más oscuros en los que se basó el carácter represivo de su sociedad. Solo por esta película más cerca de lo apasionante que de lo discutible, Basilio Martín Patino debería ser considerado uno de los grandes outsiders de nuestra cinematografía.

Calificación: 3’5

5 comentarios

Álvaro -

si, si...
mucha humanidad con los ejecutados.. pero
¿y las familias destrozadas por ellos? ¿las violaciones cometidas? ¿la violencia por un puñado de pesetas? ¿las matanzas de criaturas inocentes, de niños, de mujeres desprotegidas, de ancianos?
Nadie debe quitar la vida de nadie, pero... yo me pongo en el papel de los familiares de las victimas, que nunca encontraran justicia por muchas condenas que le pongan a los asesinos

juan -

Estremecedor el film, estoy de acuerdo contigo amigo Federico,despues de ver y oir el documental solo una cosa puedo sentir, tristeza

Nacho -

Inenarrable la película. Federico con su comentario, magistral.

Roberto Vizcaíno -

Amigo Federico, mi enhorabuena por este comentario tuyo tan acertado. No puedo añadir ni quitar ni siquiera una coma.

Federico Zurita Martínez -

Hace un par de semanas ví "Queridisímos verdugos" y me ha dejado estremecido, tanto que algunas mañanas me he despertado acordandome de algunos de sus personajes.
Soy de Granada y he vivido en el bajo Albayzín durante muchos años. Todavía recuerdo lejanamente cuando pasaba un señor con capa y sombrero y mi abuelo comentaba con una mezcla de desprecio y resignación, y volviendo la cara como no queriendolo ni mirar: "ahí va el verdugo". Era Bernardo Sánchez, el decano, el con más solera y experiencia de los tres últimos verdugos que ejecutaban con garrote vil a los desgraciados que habían tenido el infortunio de ser marginados y delinquir en aquel regimen de atraso cultural y material, ignorante de los derechos humanos.
Poca gente quería relación con nuestro verdugo Bernardo. Cuentan los que lo conocían que era educado y amable en sus formas, que cuando llegaba a las legendarias "Bodegas Castañeda" (hoy todavía funcionando), Bernardo quería invitar a todo el mundo. La gente entonces declinaba la invitacion y con disimulo, abandonaba el local y lo dejaba practicamente solo. Su oficio le acarreaba soledad.
Son, por lo que ellos mismos dicen, nuestros tres verdugos, seres que no se sienten responsables de sus actos, de las ejecuciones que llevan a cabo (28 actuaciones hizo Antonio Lopez, 28 cuellos rotos). Los que en realidad ejecutan, razonan nuestros verdugos, son los que dictan las sentencias, los jueces, los fiscales, y por supuesto el Consejo de Ministros que tiene la potestad de conceder o no el indulto. No les faltaba razon, pero nuestros verdugos no piensan que por muchas setencias de muerte que dictaran los tribunales, si ellos se negaran, si no hubiera verdugos dispuestos a girar el torniquete, no sería posible la ejecución de la pena capital, el más premeditado de los crímenes.

Es impresionante el testimonio vivo de aquella epoca, que supone “Queridisimos verdugos”. Nuestros verdugos comentan las anecdotas consustanciales a su quehacer, las anecdotas inherentes al desempeño de su oficio con una naturalidad que corta el aliento. Por ejemplo, un reo al que van a ejecutar, se ve ante la silla y el collarin, y le dice entonces a nuestro verdugo Vicente Copete: “yo no me siento ahi” a lo que nuestro Copete le contesta : ”sientate ahi, hombre, sientate ahi, porque si no te sientas de una manera te vas a sentar de otra. Venga, que yo procurare no hacerte sufrir ...si esto es solo un momento”.
Otro reo en la desesperacion le muerde en la mano a nuestro verdugo Antonio Lopez y este le contesta golpeandolo con llave inglesa que tenia en ese momento.

La tristisima España rural, los personajes marginados, excluidos, analfabetos, como “el Cubano” y su compinche que matan a “la borracha” para robarle 5 pesetas o el personaje al que su madre abandono y en el orfelinato hizo la primera comunion (imprescindible la foto del niño vestido de primera comunion) y que luego adulto vagabundeaba y acabo matando a una niña. La envenedadora de Valencia con aquella “tristeza infinita en el fondo de los ojos” a la que un ilusionista (despues director de prisiones) consiguio arrancarle una sonrisa poco antes de ser ejecutada, con un juego de manos. El mismisimo Jarabo, de cuello duro, ancho, musculoso, fornido con el que se tuvo que emplear a fondo nuestro enclenque verdugo Antonio Lopez. Le costo a Antonio mucho trabajo dar cuenta de aquel cuello magnifico.
Ejecutan nuestros verdugos a un retrasado mental, que no ofrece ninguna resistencia probablemente porque no es consciente de lo que ocurre. Piensa que al dia siguiente “estara jugando a los bolos con los angelitos”. Dicen de vendarle los ojos y dice el infeliz “que bueno que se los venden”. Colabora sumiso, con su propia ejecucion en todo momento. El psiquiatra que asiste a la ejecucion, queda traumado durante algun tiempo y dice que no olvidara la sensacion de que “todos los asitentes a la ejecucion, menos el reo, estaban sucios por dentro”. Coincide el psiquiatra, con nuestro verdugo Antonio Lopez en constatar que tras la ejecucion, el cuello del reo se queda como un antebrazo en cuanto a grosor se refiere. El psiquiatra lo cuenta entre consternado y desolado, Antonio Lopez lo comenta sin mas, dando fe del suceso.

La alternancia de imagenes, con los testimonios y los dibujos de los periodicos de la epoca es de lo que no se olvida. Cuenta el periodico que uno de los reos antes de ser agarrotado “confeso, comulgo y rezo el santo rosario”. “Justicia ejemplar”, “Ejecutada la sentencia”, “sentencia cumplida”...

Sobresale, al menos para mi, sobre tantisima pena, la historia de la familia de Gandia. Un padre que gana un jornal de miseria (2200 pesetas a la semana), y al que “Franco le da 1500 pesetas al mes” por una hija retrasada mental. Esta hija esta completamente ajena a lo que sucede y nos la presentan sentada en una mecedora a la puerta de la casa, una casa triste, desangelada, precaria, con carencias tremendas. Una madre amargada e impotente para evitar lo inevitable, que agarroten al hijo condenado por un asesinato. Le pone la madre “mariposas”a la virgen. Hacen el sacrifico economico de comprar el periodico todos los dias por la mañana y encienden la television a la hora de las noticias por si han ejecutado al hijo. Es sobrecogedor el testimonio de ambos, resignados, la madre dice que “nadie sabe lo que ella esta sufriendo”, que es consciente de que el hijo “tiene que pagar su culpa” pero que “no esta bien de la cabeza”. Lo visita en la carcel y dice que los funcionarios que la reciben “son muy educados y buenas personas y que por eso esta contenta” y que le dicen que el hijo “esta bien de salud que por eso no padezca”.
Sutil el recorrido de la camara por todo el interior de la vivienda, pobre, precaria, llega hasta lo miserable, la ropa tendida sobre cuerdas en el dormitorio. Es pura tristeza y desolacion. Surrealista, inconcebible que nuestro verdugo Bernardo Sanchez visite a esta familia. El Capitan General de Valencia no les concede clemencia y en Navidad ejecutan al muchacho que era soldado cuando cometio el asesinato.

Inmejorable la dedicatoria final: sobre un cielo abierto en el que una paloma echa a volar, dedica Basilio : “En memoria de tanto dolor”. No es posible decirlo mejor con tan pocas palabras.
No se pierdan a nuestros “Queridisimos verdugos” porque es nuestra historia, nuestra España de hace tan solo 35 años. Cuesta trabajo creer que todavia algunos la añoren.
Federico Zurita Martinez. Granada