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CINEMA DE PERRA GORDA

FOLLOW ME QUIETLY (1949, Richard Fleischer) [Ven junto a mi]

FOLLOW ME QUIETLY (1949, Richard Fleischer) [Ven junto a mi]

De forma muy sucinta, FOLLOW ME QUIETLY (1949) ofrece ya una determinada especialización de Richard Fleischer con los mecanismos del cine policíaco. En aquel momento había realizado ya THE CLAY PIGEON y las similitudes entre los dos títulos no son casuales. De cualquier manera ambos coinciden en su muy discreto interés, ceñido fundamentalmente en su condición de películas de complemente de programa doble y la brillantez formal de algunas de sus secuencias.

En este caso, la historia de FOLLOW ME QUIETLY –traducida en su emisión televisiva ya que jamás fue estrenada en las pantallas españolas, por VEN JUNTO A MI- nos relata una especial relación existente entre el Tte. Harry Grant (opaco William Lundigan) en su obsesiva búsqueda de un estrangulador con extraña forma de comportamiento, que firma sus mensajes anónimo bajo el pseudónimo de “El Juez”. Quizá de cara al futuro en la trayectoria de Fleischer lo más remarcable de esta película es establecer esa relación de dependencia entre policía y asesino, hasta sugerir en algunos de los momentos del film una extraña complicidad; un elemento por desgracia no muy desarrollado. Esa circunstancia sería abordada por el realizador –e incluso también por otros directores de la “generación de la violencia”- en títulos muy posteriores como EL ESTRANGULADOR DE BOSTON (The Boston Strangler, 1968).

Sin embargo, algo de ello queda en este sencillo thriller. No se puede olvidar entre ellos una sutil crítica a determinados medios de la policía –en un momento determinado un superior reclama de sus oficiales; “si tienen dudas disparen antes de preguntar”. Al mismo tiempo la investigación de Grant ofrece una singular propuesta al recrear un maniquí que sirve como base para incorporar en él los diversos rasgos que aporten las pistas generadas por el asesino –que solo tiene presencia en pantalla en los minutos finales-. Ello permite un momento percutante –con uno de los ya habituales rotundos primeros planos de Fleischer al mostrar el rostro en blanco de dicho maniquí. La presencia de este singular elemento de apoyo en la investigación permite una extraña secuencia de diálogo entre el teniente y este muñeco en el propio domicilio del policía, ocupando en esos momentos de forma sorprendente el papel de la figura el asesino asesino. Al escuchar este las palabras de Grant decide acometer su octavo crímen.

De cualquier forma el relato no se preocupa demasiado en ofrecer un retrato psicológico de las motivaciones del criminal. Apenas sabemos que estrangula a sus víctimas cuando llueve, pero en modo alguno se establece una justificación de su personalidad enferma. Si a ello unimos el desaprovechamiento de esa relación soterrada entre Grant y “El Juez” y el muy convencional romance que se establece entre el investigador y la joven periodista, entendemos que la descripción de personajes esa realmente pobre.

Fundamentalmente y una vez más en estas primeras obras de Fleischer, su interés cinematográfico se resume en el sentido visual de algunas secuencias concretas. La primera de ellas es el asesinato del director de un periódico, que permite la introducción de un “flash-back” y el relato de una sorprendente crónica casi “post-mortem” de la víctima mientras la cámara se aleja de su rostro cuando este muere; la vocación periodística por encima de todo.

La otra gran secuencia de FOLLOW ME QUIETLY es el desenlace final de la persecución contra “El Juez” en las instalaciones de una gran factoría, con una planificación de gran prestancia visual y espléndido montaje, que en algunos momentos me recordó los impactantes planos de LA HUELGA (Stacka, 1924) de Einsenstein –aquellos en los que los caballos tiraban a personas por los patios interiores de unas viviendas-.

Una secuencia valiosa como esta no impide considerar esta pequeña película de Richard Fleischer como una producción plana y casi de serial, pese a contar entre los créditos como coautor de la historia al propio Anthony Mann. Su interés es meramente arqueológico al tiempo que ya permitía comprobar la pericia de Fleischer para dar recrear cinematográficamente estallidos de violencia de la forma más atractiva posible.

Calificación: 1’5

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