THE CLAY PIGEON (1949, Richard Fleischer) [Acusado a traición]
El trauma que provocó en la sociedad USA el retorno a la vida diaria tras la finalización de la segunda guerra mundial tuvo un enorme reflejo en su cinematografía del. Ocioso sería hacer un comentario extenso de dicha incidencia, pero una de sus vertientes fue la narración de historias basadas en experiencias de soldados traumatizados en su reincorporación a la vida habitual. Una de dichas secuelas podría ser una amnesia que encubriera situaciones del pasado y –por lógica- permitiera la base argumental para un largometraje. Recuerdo ahora por citar un ejemplo uno de los menos recordados films de Mankiewicz –ciertamente de los menos memorables-; SOLO EN LA NOCHE (Somewhere in the Night, 1947), para señalar una corriente temática que tuvo su relativa importancia en el cine policíaco y negro hollywoodiense de aquella segunda mitad de los años cuarenta.
A esta corriente se adscribe THE CLAY PIGEON, el quinto de los largometrajes filmados por Richard Fleischer –en 1949-, tampoco estrenado comercialmente en España y que se emitió en televisión bajo la traducción de ACUSADO A TRAICIÓN. Una vez más como en sus otros primeros films, se trata de una producción para la RKO de poco más de una hora de duración. Clásico ejemplo de cinta de complemento de programa doble con francamente escasas virtudes y por el contrario demasiados clichés y convencionalismos.
Vayamos con su base argumental –obra del posteriormente reputado Carl Foreman-: Jim Fletcher (Bill Williams) es un joven marine que se encuentra hospitalizado tras su retorno de la zona asiática. Es un amnésico parcial que advierte que va a ser condenado por traición –algo que no recuerda-. Escapa del hospital y se dirige al domicilio del que fuera su compañero de batallón, encontrándose con la resistencia de su esposa Martha (Barbara Hale). La reduce y junto con ella y su coche se dirige hacia Los Ángeles para lograr el amparo del que fuera otro gran amigo de batallón, Ted Niles (Richard Quine). Tras una serie de azarosas incidencias Jim y Martha llegan a la gran ciudad donde el primero huirá de diversas andanzas, reconociendo a un filipino que en su momento lo torturó en la contienda –Ken Tokoyama (Richard Loo)-. Todo confluirá en un complejo de falsificadores de dólares que procedían de aquella zona y en el que estaba implicado también Ted. La intervención de la policía en un tren cuando este último y Ken iban a eliminar a Jim permitirá que el joven marine sea rehabilitado en su condición, recibir una recompensa y anunciar su boda con Martha.
El solo relato da buena cuenta de los estereotipos de un film que lamentablemente se ciñe a unos esquemas que hoy día se ven con especial evidencia. Que duda cabe que si actualmente le prestamos cierta atención es por constituir uno de los primeros jalones de la trayectoria de un realizador de valía, pero lo cierto es que THE CLAY PIGEON se limita a ser una de tantas películas pequeñas que se ven y se olvidan con facilidad, reteniendo un tour de force en el que sí se manifiesta un excelente pulso narrativo. La andadura aventurera de Jim y Martha –encarnada por unos discretos Bill Williams y Barbara Hale, esposos en la vida real pero que no irradian química cinematográfica-, jamás adquiere ninguna entidad. El principal villano de la función se ve venir desde su primera aparición y en todo momento sabemos como va a transcurrir el film y cual va a ser su happy end final.
¿Qué nos queda finalmente? Pues citaría la habilidad ya manifestada por Fleischer de utilizar de forma expresiva contrastados primeros planos para algunas secuencias de tensión emocional –insertando incluso unos extraños zooms cuando el protagonista contempla sorpresivamente a Tokoyama en un restaurante chino-. Pero fundamentalmente THE CLAY PIGEON se puede recordar por dos elementos concretos. El primero de ellos la espléndida secuencia de la persecución que sufre Jim por Chinatown, que da la medida de lo que posteriormente Fleischer aplicaría en títulos posteriores como SÁBADO TRÁGICO (Violent Saturday, 1955), y que constituyen unos minutos ejemplares en planificación, tensión interna e ingenio en la búsqueda de situaciones de apoyo –la ayuda de la joven japonesa que lo protege en su apartamento-. En ese sentido, la secuencia de intento de eliminación final de Fletcher en el tren, pese al adecuado recurso de tensos primeros planos carece de la misma fuerza e inserta una pelea de escasa credibilidad.
El otro elemento de interés –este accidental- lo supone encontrar como principal y hasta cierto punto elegante villano de la función a un joven Richard Quine, posteriormente implicado en la realización de títulos policíacos y que ya en la segunda mitad de los cincuenta y primera de los sesenta se erigirá como uno de los más brillantes directores de la comedia norteamericana, aún merecedor de un reconocimiento a la altura de un Blake Edwards –con quien colaboró estrechamente- o tantos otros grandes nombres del género. Como se puede comprobar, en ocasiones factores accidentales proporcionan pequeñas sorpresas cinéfilas que si bien no ofrecen un especial interés a este film, si le otorgan una especial curiosidad.
Calificación: 1’5
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