RIPLEY'S GAME (2002, Liliana Cavani) El juego de Ripley
Sin ser un fervoroso seguidor de la trayectoria de Wim Wenders, es evidente que nadie puede negar la relativa importancia que su obra adquirió a partir de la década de los setenta, y de la que EL AMIGO AMERICANO (Der Amerikanische Freund, 1977) se erigió en uno de sus más firmes exponentes. Vista hace no demasiado tiempo la considero un título interesante pero no entré en esa aura que la mitifica entre determinados sectores, quizá espoleados por las presencias cinéfilas que Wenders siempre jugó astutamente en sus producciones –lo que jamás utilizaré para invalidar la misma, por supuesto-.
Quizá sea un tanto gratuita esta introducción a la hora de hablar de RIPLEY’S GAME (2002) –EL JUEGO DE RIPLEY en España-, cuando ciertamente nos movemos no en el terreno de un remake de un film precedente sino en una nueva adaptación de la novela de Patricia Highsmith –y siempre reiteraré mi escasa cultura literaria, algo que siempre me hace sentir en inferioridad al juzgar cualquier adaptación literaria pero que asumo con la mayor humildad posible-. Lo curioso del caso es que proviniendo de una realizadora tan propensa al efectismo y la puerilidad, haya logrado una película con las cualidades de la que comentamos aquí. Se que quizá nade contracorriente, pero he de reconocer que hiRIPLEY’S GAME me ha parecido un título realmente interesante, atractivo y hasta en algunos momentos, conmovedor.
La historia es bien conocida. Tom Ripley (John Malkovich) es un falsificador de arte comete un asesinato y huye de sus posibles perseguidores para vengarse. Tres años después la acción se desarrolla en una localidad italiana en la que continua en su condición de perverso esteta viviendo en una lujosa mansión. Acude al cumpleaños de un modesto enmarcador enfermo de leucemia que ve cercana la hora de su muerte –Jonathan Trevanni (Dougray Scott)-. La intuición de Ripley hace ver al que fuera su antiguo compinche de negocios turbios –Reeves (Ray Winstone)- que Trevanni aceptaría el cometido de asesinar al jefe de una mafia rusa. Pese a las reticencias del elegido, este finalmente acepta desplazándose a Berlín –donde al mismo tiempo los especialistas médicos le ratifican la irreversibilidad de su mal- y liquidando en un acuario al individuo en cuestión.
Esta primera labor le empele a otra posterior que se sucede en un tren y en la que le ayuda el propio Ripley en una aparición inesperada, convirtiéndose aparentemente en un triple asesinato –más adelante comprobaremos que uno de ellos consiguió salvar su vida-. A partir de ahí las sospechas de la esposa de Trevianni, el descubrimiento del superviviente y la certeza de que el falsificador va a ser buscado para eliminarlo conformarán por un lado la especial vinculación entre el sofisticado villano y el cada vez más conmocionado enmarcador, que se estableció inicialmente en una relación de dominio pero ha ido evolucionando en una extraña amistad, ayudando a Tom a defenderse y teniendo un papel fundamental en la salvación final del mismo.
A partir de este material de base Liliana Cavani ha realizado un film en el que destaca por lo sinuoso de su puesta en escena. Allí en donde el film de Wenders proponía sordidez, la italiana apuesta por un elegante esteticismo. Una inclinación que se enmarca abiertamente por la incorporación del personaje de Ripley, del que se adueña por completo John Malkovich en una “performance” incluyendo lo más variopinto de su repertorio pero que, justo es reconocerlo, se integra en la película de forma impecable –hay rumores que señalan que Malkovich tuvo una parte importante en la configuración del film-. Al mismo tiempo, la adaptación de la novela se actualiza con elementos como la presencia de teléfonos móviles sofisticados o referencias constantes a las mafias rusas, y en todo momento la propia configuración del film se inserta en la plasmación de una elegante, decadente y sutil plasmación de la maldad. A ello es evidente que contribuye en buena medida una excelente dirección artística y una no menos brillante fotografía, elementos ambos que se distancian de la sordidez que Wenders aplicaba en cada uno de los planos de la mencionada EL AMIGO AMERICANO
En cualquier caso, son dos los elementos que finalmente más me atraen de esta película. Por un lado la contención con que Liliana Cavan afronta la realización de un film caracterizado por constantes y al mismo tiempo sugerentes movimientos de cámara, como si de una mirada felina se tratara, de los que extrae un rico esteticismo que proporciona al film una extraña riqueza y personalidad, contrastando ese mundo artístico en el que se desenvuelve Ripley y que no es más que una bella máscara de una perversión encubierta bajo los ropajes de una exquisita cultura.
Pero finalmente no puedo ocultar que por mucha influencia que ejerza Malkovich en el film, realmente si hay un rasgo que me resulte admirable es la deslumbrante composición que Dougray Scott ofrece del desgraciado Trevianni. Como un hombre derrumbado, matizando con su mirada cada una de sus acciones, Scott ofrece tres momentos realmente conmovedores: sus lágrimas en el aseo de la estación de tren tras haberse cometido el triple asesinato y comprobar sin poderse mirar al espejo que ha perdido la dignidad humana (todo un ejemplo de actor de raza); de nuevo su congoja al ver la cercanía de su muerte cuando Tom incendia el coche con varios cadáveres en su interior y finalmente la mirada que esos planos ralentizados –un tanto torpemente por la Cavani-, sirven de leve remordimiento a Ripley del gesto que este ha tenido de salvarle la vida con su muerte, y que muy pronto pasarán al recuerdo de un hombre sin escrúpulos.
Es evidente que la Cavani inserta algunas situaciones realmente faltas de elegancia; tras el primer asesinato de Trevianni, este desolado y en plano general deja caer la pistola y funde con una música salsera que de alguna manera rompe con la fuerza de la imagen del asesino angustiado. En esa misma línea citaríamos los ralentis finales antes señalados –aunque justo es reconocer que la labor de Scott los hace casi imprescindibles. En cualquier caso, con todas las reservas que se le pueda hacer, he de reconocer mi grata sorpresa ante este RIPLEY’S GAME que se erige como una perversa y actualizada digresión sobre el atractivo de la maldad.
Calificación: 3
2 comentarios
samantha -
Santi -
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