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CINEMA DE PERRA GORDA

THEATRE OF BLOOD (1973, Douglas Hickcox) Matar o no matar: éste es el problema

THEATRE OF BLOOD (1973, Douglas Hickcox) Matar o no matar: éste es el problema

Estoy seguro que en la memoria colectiva de cada cinéfilo existe ese pequeño “santuario” de mitos. Realizadores, actores e iconos que han forjado la cultura cinematográfica de cada persona y con cuya concurrencia es motivo suficiente para ver una película. En mi caso la figura de Vincent Price fue una de las primeras personalidades que engrosaron ese rincón personal. Memorable intérprete en el cine de terror –personalmente siempre lo he considerado el cénit del género-, su figura siempre me ha permitido contemplar un ejemplo de interpretación en el que se veía una gran cultura a través de sus performances, a través de las cuales al mismo tiempo emergía una sutil distanciación con la que conectaba como espectador. Podría extenderme largo y tendido en la figura de Price, en su significación como insospechado “príncipe de la serie B”, en su perfección encarnando personajes torturados –en este sentido tengo su Roderick Usher de EL HUNDIMIENTO DE LA CASA USHER (The Fall of the House Usher, 1960. Roger Corman) como su más perfecto trabajo y uno de los que se encuentran en mi particular galería de “mejores interpretaciones de la historia del cine”-o en el pobre homenaje que hace unos meses le ha brindado la edición de un mediocre libro en España dedicado con escasa profundidad a su figura. Y, por supuesto, cabría volver a referirse a esa faceta paródica de Price que si bien se mantuvo presente en toda su carrera fue adquiriendo mayor protagonismo según fueron pasando los años.

Como perfecto exponente de esa tendencia tenemos este THEATRE OF BLOOD –en España titulado MATAR O NO MATAR: ÉSTE ES EL PROBLEMA (1973)-, que con el paso de los años ha ido adquiriendo en determinados sectores la consideración de cult movie en el terreno del grand guignol. Se trata de una calificación que también poseen películas aún menos interesantes que esta –y recuerdo la aburridísima UN CADAVER A LOS POSTRES (Murder By Death, 1976. Robert Moore)-. En el ejemplo que nos ocupa al menos si podemos considerar el encontramos ante un film que goza de un planteamiento interesante. Unas virtudes que indudablemente parten de las entrañas de un guión tan divertido y sutil como superficial y desaprovechado a partes iguales. Un planteamiento que rasca de pasada en la extraña relación de dependencia que se establece entre el intérprete teatral y los críticos que analizan y despellejan sus creaciones. El guión centra su mirada en el complejo mundo de las obras de William Shakespeare, barajando el mismo bajo la variante genérica de una comedia policíaca negra de ambientación exterior típicamente cinematográfica de inicios de los 70 –la misma que serviría como fondo para títulos tan dispares como FRENESÍ (Frenzy, 1971. Alfred Hitchcock), TINIEBLAS (The Man Who Haunted Himself, 1970. Basil Dearden) o EL ESTRANGULADOR DE RILLINGTON PLACE (Ten Rillington Place, 1971. Richard Fleischer)-. Pero todas esas singularidades –que además posibilitan algunos aciertos de ambientación shakesperiana en la resolución de los crímenes, especialmente aquellos que se desarrollan en el viejo y abandonado teatro- al mismo tiempo tienen en su contra la enorme limitación de seguir la misma formula de los dos anteriores y exitosos films basados en el personaje del Dr. Phibes –también protagonizados por Price-, que basaban su previsible eficacia en la sucesión de crímenes más o menos ingeniosos con fondo de humor negro british. Ello tanto en aquellas como en esta película provocaba una sensación de cansina reiteración que en esta ocasión aflora de nuevo.

Y ese defecto afloraba en todos estos exponentes por la ausencia de un realizador que supiera encauzar las posibilidades existentes al tiempo que minimizara sus limitaciones. En este el caso el gris y anodino Douglas Hickox ofrece una dirección torpe y ramplona, caracterizada por los peores tics de ascendencia televisiva de inicios de los setenta; desde el uso y abuso de grandes angulares hasta la increíble torpeza con la que se filman las secuencias de cierta acción –en especial aquella en flash-back en la que el protagonista es rescatado por unos mendigos resulta deplorable-, y la sensación generalizada de no parecer que exista nadie tras la cámara. A ello contribuye la presencia de dos flash-back –el segundo ya mencionado y totalmente prescindible-, y el primero que relata con morosidad el origen de esta venganza pero que incomprensiblemente escamotea el momento en le es negado ese premio que provoca su intento de suicidio y que tan importante resulta para poder comprender su demencia-.

Es bastante conocido el argumento de THEATRE OF BLOOD pero parece obligado reseñarlo siquiera sea someramente. Dos años después de su aparente suicidio tras serle negado el premio al mejor actor de la asociación de críticos británicos, el veterano intérprete shakesperiano Edward Lionhearth (Vincent Price) ejecuta una venganza contra todo ese grupo de snobs –en esta característica la película si acierta a ofrecer una mirada especialmente acerada-, asesinándolos en compañía de su hija y escenificando las muertes a partir de célebres obras shakesperianas. A partir de esta tan atractiva como reiterativa fórmula es obvio señalar que algunas de estos crímenes resultan más ingenioso que otras en su plasmación cinematográfica. Sin embargo y pese a su carácter irónico –en el que la labor (y la dicción) del gran Price tiene bastante que ver- hay que lamentar que realmente este divertimento no adquiera una mayor profundidad y ciertamente el retrato psicológico del protagonista sea bastante deficiente –y en ello la presencia de la secuencia final en la que el demente actor programa su propia entrega del trofeo intentando obligar mediante tortura a Devlin (Ian Hendry) (que no obstante sí resulta definido en sus retrato psicológico), no deja de recordarnos el arrebato de locura de la célebre secuencia final de Nicholas Medina en EL PÉNDULO DE LA MUERTE (The Pit and the Pendulum, 1961. Roger Corman), y en esta ocasión resulte totalmente chirriante y carente de verdadera significación-.

En definitiva, THEATRE OF BLOOD resulta un film simpático y entretenido pero desaprovechado especialmente en su puesta en escena como en las sugerencias que apuntan su guión –en las que no se obvia una mirada crítica hacia la interpretación clásica, definida entre algunos críticos como “sobreactuaciones”-.. Es por ello que nos encontramos a años luz de las sutilezas e ironías de la sensacional LA COMEDIA DE LOS TERRORES (The Comedy of Terrors, 1964. Jacques Tourneur) –también protagonizada por el gran Vincent-, o de las sabias reflexiones sobre las grandezas y miserias del mundo de la interpretación clásica teatral que encierra la excelente y poco recordada LA SOMBRA DEL ACTOR (The Dresser, 1983. Peter Yates) –con el no menos extraordinario Albert Finney encarnando al eminente actor shakesperiano al borde del derrumbe-. En esta ocasión y pese a la mitificada veneración de algunos, este “teatro de sangre” no queda más que una película demasiado datada, que sin la labor de Price y un sensacional elenco de característicos británicos y las sugerencias no suficientemente aprovechadas de su guión jamás podría albergar interés alguno.

Calificación: 2

1 comentario

Anónimo -

Y es que no conoces el librode Vincent Price que se publico en españa hace dos años?