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CINEMA DE PERRA GORDA

THE LIFE AND DEATH OF PETER SELLERS (2005, Stephen Hopkins) Llámame Peter

THE LIFE AND DEATH OF PETER SELLERS (2005, Stephen Hopkins) Llámame Peter

Parece elemento de moda cinematográfica el evocar o revisitar en su conjunto la influencia que el séptimo arte tuvo en la cultura sixties. Hay dos ejemplos de ellos en títulos como ATRAPAME SI PUEDES (Cath Me If You Can, 2002. Steven Spielberg) o ABAJO EL AMOR (Down with Love, 2003. Peyton Redd) en los que -pese a su relativo interés-, demostraron la imposibilidad de trasladar un marco todo lo discutible que se quiera pero indudablemente lleno de fascinación. Creo que fruto de ese interés se obedece la presencia de este film realizado inicialmente para televisión –es larga y extensa la cadena de galardones y nominaciones que ha cosechado este año- pero que finalmente participó de forma sorprendente en la sección oficial del Festival de Cannes 2005.

Me estoy refiriendo a THE LIFE AND DEATH OF PETER SELLERS (2005) –estrenada en España como LLÁMAME PETER, firmada por un Stephen Hopkins de ciertamente poco distinguida trayectoria. Su excepción, el estupendo film de aventuras LOS AVENTUROS DE LA NOCHE (The Ghost and the Darkness, 1996)-. Como admirador tanto del entorno cinematográfico en que se desarrolla la acción y, de forma parcial, del talento de Peter Sellers como actor, la verdad es que este cuidado telefilm ha resultado para mi una total decepción. Decepción por partir de una base dramática que no ofrece más que un lamentable reduccionismo en ese aparente recorrido por la vida de Sellers. Una simplificación casi digna del Reader’s Digest aunque introduciendo en la misma ciertos elementos dramáticos procedentes de la inestabilidad de carácter del actor y su egocentrismo. Todo ello se entremezcla con un recorrido parcial por su trayectoria cinematográfica, viaje en imágenes que se centra en bastantes tópicos de su extensa filmografía –LA PANTERA ROSA (The Pink Panther, 1963. Blake Edwards) y su Inspector Clouseau, el rodaje de TELÉFONO ROJO, VOLAMOS HACIA MOSCÚ (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964. Stanley Kubrick), el contacto con Stanley Kubrick y el más dilatado en el tiempo con Blake Edwards, la recuperación que en su carrera supuso ese falso prestigio llamado BIENVENIDO MR. CHANCE (Being There, 1979. Hal Ashby)- mezclados con un carácter neurótico influenciado por la extraña relación con su madre, su desmedida afición a las guapas mujeres y el aire destructivo que rodeó siempre su relación con los que le rodeaban.

Pero ver LLÁMAME PETER supone un ejercicio casi vergonzante de vampirización cinéfila. Es como si un amante de los cotilleos y lugares comunes cinematográficos estuviera contemplándolos en la gran pantalla como testigo de excepción. Momentos como la forma en que convence a una joven agente para conseguir un papel en una película, como conoce a Blake Edwards, las aparentes genialidades del actor y otras menudencias, tienen una sonrojante ausencia de sentido del ridículo en momentos como la presentación Stanley Kubrick en el film –se le muestra como si fuera un neurótico- o la propia sensación que vive el actor en su experiencia de casi muerte al sufrir un infarto –en una secuencia que evoca el film de Kubrick 2001 junto con la presencia de los múltiples personajes interpretados por el actor hasta aquel 1965-. No cabe objetar que la película cuida considerablemente la veracidad de las secuencias de películas evocadas, y el ambiente de los rodajes y personajes famosos presentados –aunque bien es cierto que se podía haber elegido otro actor que tuviera mayores semejanzas con el David Niven de la época de LA PANTERA ROSA-.

Sin embargo, en todo momento parece existir la impresión de que Hopkins no sabe que hacer con el material que tiene entre manos, oscilando por una narrativa sin orden ni concierto –con preferencia de planos rodados con cámara al hombro-, y teniendo el lastre de un guión que parte de la simple anécdota y en modo alguno acierta en la reflexión. Se queda en lo minimalista, puesto que de no conocer la identidad del personaje protagonista, a ningún espectador hubiera interesado esta sucesión de anécdotas, evocaciones, ambientación sixtie y pop y de pura y simple imitación realizada sin gracia ni sentido de la progresión dramática. Y para intentar ofrecer un elemento de reflexión sobre la fuerza de la personalidad de Sellers sobre aquellos que le rodearon, en algunos momentos el personaje se disfraza y vampiriza a su madre, su primera esposa, a Edwards, Kubrick y algunos otros seres que le rodearon, intentando plasmar ese sentido de la reflexión que está ausente en todos los fotogramas.

¿Qué queda finalmente de LLÁMAME PETER que la salve del desastre absoluto? En mi opinión el esfuerzo de mimetización ofrecido por ese gran histrión llamado Geoffrey Rush, algunos detalles de ambientación e investigación que bucean en la biografía artística del actor –los breves momentos que evocan sus primeros años en el cine británico; el recordatorio a algunos de sus títulos de decadencia a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta; detalles de relativo ingenio como la forma con la que Sellers logró el gag del rollo de papel higiénico en EL GUATEQUE (The Party, 1968. Blake Edwrads) o el impagable apunte del engaño del falso gurú que interpreta Stephen Fry y que permite que Sellers se enamore de Brit Ekland- y finalmente algunos instantes que sí se caracterizan por su intensidad, como la conversación que el actor –ataviado de torero teñido de azul para la película THE BOBO (1967, Robert Parrish)- mantiene con su madre poco antes de que esta fallezca, prolongando la misma con la presencia del propio Sellers hablando a la cámara imitando a su progenitora, y cerrando la secuencia con el –inesperado- llanto del actor ante el cuerpo sin vida de la misma. Un encadenado de situaciones en los que se atisba esa chispa que está ausente a lo largo de unas largas más de dos horas de metraje, envueltos, en evocaciones, tópicos y banalidades propios de cualquier revista de cotilleos. En su lugar, creo que esta película para televisión debiera haber retomado el rasgo de la estupenda MAN ON THE MOON (1999, Milos Forman), en la que partiendo de una base similar se lograron magníficos resultados.

P.D.: Para aquellos a los que pueda interesarles, creo que Peter Sellers ofreció su mejor interpretación en una brillante comedia melancólica rodada en su etapa de decadencia y que casi nadie ha logrado ver. Se trata de EL OPTIMISTA (The Optimist, 1973. Anthony Simmons)

Calificación: 1

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