PRIDE OF THE MARINES (1945, Delmer Daves) [El orgullo de los marines]
Dentro del amplio ciclo de films propagandísticos que se filmaron en Hollywood en los últimos compases de la II Guerra Mundial, creo que hay que situar a PRIDE OF THE MARINES (1945, Delmer Daves) como una de las propuestas más honestas y al mismo tiempo más complejas, ya que no es algo común encontrarse un título de las variedades tonales e intensidad como la que nos plantea esta producción de la Warner, caracterizada además por una deliberada huída de no pocos lugares comunes en este subgénero, bien estructurada dramáticamente, magníficamente interpretada y, lo que es más importante, filmada con una considerable inventiva por Delmer Daves, en la que fue una de sus primeras películas.
Partiendo de la base de una novela firmada por Roger Butterfield –en la que se presume un nada oculto biopic ejemplarizante-, y con un estupendo guión a cargo del posterior blackisted Albert Maltz, PRIDE OF THE MARINES nos narra la historia de Al Schmidt. Un joven corriente y vitalista, bromista e irónico que vive en Philadelphia y casi de forma casual se relaciona con Ruth (Eleanor Parker), decidiendo enrolarse entre los marines norteamericanos tras el bombardeo de Pearl Harbor. Tras resistir el asedio de los nipones sufre el impacto de una granada, lo que le llevará a sufrir una ceguera que, mas allá de las graves lesiones físicas le llevarán a sufrir una depresión que le llevará a aislarse de su entorno -especialmente de su novia-, ya que se encuentra en recuperación en San Diego. El paso del tiempo no mejorará su estado de ánimo. Ni siquiera el hecho de otorgársele una condecoración por su valor en combate le ayudará a ello, pretendiendo que ni Ruth –con la que aparentemente ha roto y ha ocultado su ceguera pero quién está al corriente de su situación merced a la ayuda que le presta desde la distancia la paciente enfermera Virginia- acuda a recibirlo a la estación del tren. Sin embargo, pese a todo su fiel enamorada logrará llevar –con una argucia- a Al a su antiguo hogar, donde logrará que este se enfrente ante su situación y logre abrirse vías de futuro junto a ella y sus siempre fieles amigos.
No se puede ocultar que leyendo esta sencilla descripción del argumento, puede parecer que PRIDE OF THE MARINES es un producto de lo más convencional. En cualquier caso en el cine lo que importa en última instancia es el tratamiento que reciba cualquier historia narrada, y en este caso sorprende por la modernidad con que queda expuesta. Su primera media hora se desarrolla en un inicio en el que el propio protagonista inicia su historia con su voz en off, describiendo el marco en que se va a desarrollar la historia –la ciudad de Philadelphia-. En este largo fragmento se ofrece un retrato bastante cotidiano y creíble de la vida en las clases medias urbanas norteamericanas, con una acertada descripción de caracteres y algunos buenos momentos de comedia en los inicialmente tensos contactos mantenidos entre Al y Ruth –las divertidas secuencias en la pista de bolos y posteriormente en la parada del autobús-. Según se ha ido consolidando la relación de ambos, se produce la noticia del bombardeo de Pearl Harbor y por medio de una elipsis –elemento este que nos evitará los momentos más convencionales y melodramáticos de la película- nos traslada ya a un Al inscrito en los Marines y a punto de partir. Ya en este fragmento la presencia de movimientos de grúa de retroceso nos hablarán bastante de los progresos en los sentimientos de los dos protagonistas –un rasgo en el que Daves siempre demostró una gran pericia; el que se describe cuando ambos están en cacería-.
Al se despide de su ya prometida y le pide que no acuda a despedirle a la estación del tren. Sin embargo, y tras vislumbrar un gran plano general en el que el futuro soldado se encuentra solo en la inmensidad de la misma –en los minutos finales del film se reiterará otro de similares características a su regreso-, esta ha decidido finalmente ir a despedirlo tal y como en el fondo él esperaba. Ello provocará una emotiva despedida que incluye la entrega de un anillo por parte de Al a Ruth –una vez más, se nos evita el tópico del momento de la repercusión de ambos, ya que ella descubre el contenido cuando él ya ha partido en el tren-.
La película avanza a la voz en off de Ruth –mientras la imagen nos ofrece planos de archivo de las fuerzas USA en Japón-, que muy pronto varían a imagen de la ficción y retoma en una narración –igualmente en off- más áspera por parte de Schmidt. Será el siguiente bloque la descripción –tensa y dura- de un asedio al que son sometidos nuestro protagonista y dos de sus compañeros por parte de soldados nipones. Estos resisten el mismo y aniquilan a un gran número de enemigos, pero una granada desplegada por uno de los soldados hará que Al sufra una ceguera –tras el dramático instante en que contemplamos su efecto encuadrándolo de espaldas-. A partir de ahí la película ofrece un notable giro ya que hasta su conclusión –aún nos queda una hora de metraje-, se narre el intento infructuoso de recuperación del protagonista, su depresión al considerarse un ser sin futuro, las luchas de la enfermera que pacientemente le ayuda o las cartas que le escribe una Ruth que no cesa en su interés por él pese a conocer la noticia de la ceguera. PRIDE OF THE MARINES no deja de ofrecer en este largo fragmento una serie de disgresiones sobre las consecuencias de la guerra entre aquellos soldados que acudieron a combatir en la misma y han tenido un retorno traumático a la sociedad civil.
Es evidente que quizá en algún momento el tono patriotero se manifiesta, pero no es menos cierto que tanto por la dureza con que en ocasiones se muestra el guión, la sinceridad y la inventiva con que está resuelta cinematográficamente y la eficacia de su reparto -en el que es obvio decirlo, el magnífico trabajo que realiza John Garfield demuestra no solo su fuerza en la pantalla sino al mismo tiempo la modernidad de su estilo interpretativo-, contribuyen a que el interés de la película no solo no decaiga, sino que siempre encuentre asideros en el espectador, siendo en todo momento consciente del interés y la honestidad con que ha sido ejecutado. Y si bien podemos ver elementos que posteriormente han sido imitados hasta la saciedad en el género –las pesadillas de Al viradas con el fotograma en negativo- no es menos cierto que alcanza algunos momentos de gran fuerza, como en el instante en el que descubre que –sin él pretenderlo- ha regresado a su casa, al descubrir los peldaños de su escalera.
Realmente notable este PRIDE OF THE MARINES, que demuestra el talento como realizador de un Delmer Daves que se encontraba ante uno de sus primeros títulos, y que años después destacaría por su más que considerable aportación al western.
Calificación: 3
2 comentarios
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