YOU CAN COUNT ON ME (2000, Kenneth Lonergan) Puedes contar conmigo
Con un historial de premios y nominaciones realmente denso y atractivo, YOU CAN COUNT ON ME (2000, Kenneth Lonergan) –PUEDES CONTAR CONMIGO en España- es un ejemplo típico de película de “festival” que generalmente es “revelada” en Sundance, y que en el fondo pretende descubrir a un nuevo realizador en el panorama del cine norteamericano, siempre pasado por el tamiz de la producción independiente y creando unas expectativas que por lo general no se suelen confirmar, hasta que llegado el caso el director en cuestión no es “integrado” en la industria –así es por norma general-. Este es el caso del título que nos ocupa –más allá de sus relativas cualidades y sus notorias insuficiencias-, confluyendo finalmente en una pequeña película que en el fondo no ofrece nada que no hayamos visto otras veces en el cine, expuesto de forma tampoco muy personal que digamos.
Tras una secuencia muy breve y en la que elípticamente asistimos al accidente en que mueren los padres de los protagonistas –un breve diálogo nos indica la personalidad de ambos-, años después asistimos a la rutina de vida de Sammy (Laura Linney), la entonces hija pequeña del matrimonio. Sigue viviendo en su pequeña localidad natal junto a su hijo pequeño fruto de la relación con un auténtico “bala perdida”. En medio de un entorno definido por la rutina de unas labores diarias –es empleada en una oficina de banco- y un entorno ciertamente poco abierto a la frescura, Sammy recibe la visita de su hermano Terry (Mark Ruffalo). Terry es todo lo contrario de su hermana, hombre abierto y hasta cierto punto atormentado, ha tenido una azarosa existencia que incluso lo llevó a la cárcel. En cualquier caso la misma se opone a la aparente seguridad de Sammy, y quizá en esa interacción este encuentro sirva para ofrecer nuevos ojos para la vida de ambos.
El primer efecto positivo de la llegada de Terry –quien huye de una conflictiva relación sentimental y pide la ayuda económica de su hermana mientras reside un tiempo en la casa de ambos- es la simpatía que se desprende de su relación su sobrino Rudy -el hermano de Macaulay y Kieran, Rory Culkin-, una corriente de mutua simpatía que llegará a contradecir las formas de educación aplicadas por su madre. Mientras tanto Sammy sigue recibiendo reprimendas por parte del nuevo director de su oficina bancaria –Brian (Matthew Broderick)- ante sus relativos incumplimientos de horario y pese a que esta mutua corriente de rechazo se convierta finalmente en una efímera relación sexual aunque Brian está casado y espera ser padre. En medio de esta coyuntura la cerrada mentalidad religiosa de Sammy intentará aplicar inútilmente ese sentimiento a su hermano, que plantea una existencia plácida sin necesidad de coartada espiritual alguna.
El deseo de Terry de que Rudy conozca a su padre –que vive cerca de la localidad- provocará una pelea entre el progenitor y el tío, que finalmente será el detonante de la separación de ambos hermanos, aunque finalmente esta aparente seca ruptura se suavice y haya servido para remontar las trayectorias vitales de los dos e incluso para que Sammy haya logrado una mayor seguridad en sí misma, que le servirá para atajar las amenazas laborales de un resentido Brian al finalizar abruptamente su relación.
En líneas generales lo que nos propone YOU CAN COUNT ON ME es pura y llanamente una mirada a dos seres unidos por lazos familiares, desamparados en su aparentemente cómoda soledad, y que en su encuentro tienen la oportunidad de mirar en sí mismos y lograr una nueva inflexión en sus existencias. Nada malo en sí mismo y que tiene en la capacidad descriptiva de la narración y argumento de Lonergan sin duda un efecto entrañable, desprovisto de glamour y estereotipos propios del melodrama. El uso de miradas a base de panorámicas y pequeñas secuencias, la ausencia de “momentos fuertes” y una cierta sensación de placidez que semeja el tiempo detenido, permite que la película sea contemplada con cierto agrado, pese a que en realidad no sea más que una agradable pero excesivamente hinchada pompa de jabón que en su conjunto contiene mucho menos de lo que pudiera parecer.
Y es que finalmente la película de Lonergan no es más que el vehículo para el lucimiento de Laura Linney –brillante actriz pero que en su personaje evidencia demasiado ser candidata a monstruo sagrado (son constantes sus momentos de lucimiento)- , y la relación entre Terry y Rudy me recordó excesivamente la similar que planteaba la insoportable JERRY McGUIRE (1995, Cameron Crowe). De hecho, la labor de Mark Ruffalo parece imitar los peores tics del Tom Cruise de aquel y otros títulos similares –y eso que considero a Ruffalo un intérprete de muchas posibilidades y, por supuesto, muy por encima que la insufrible y ciencióloga megastar-. Es por ello que las aparentes intenciones de relato libre e intenso en el fondo devienen una nada encubierta plataforma de lanzamiento de nuevas estrellas hollywoodienses –lo cual no es malo en sí mismo-, al tiempo que un reciclaje de fórmulas melodramáticas rancias en su imitación –a las que habría que añadir un cierto cargante uso de la banda sonora-.
A fin de cuentas, finalmente lo más interesante –y divertido- de YOU CAN COUNT ON ME reside en la extraña relación amor-odio que se establece entre Sammy y su jefe Brian. Quizá en parte por la divertida composición que ofrece Matthew Broderick o quizá por que está tratada con una aparente impasibilidad que contribuye a su contraste con otras subtramas de la película –quizá más importantes en apariencia- pero en el fondo más estereotipadas.
Calificación: 2
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