HELL IN THE PACIFIC (1968, John Boorman) Infierno en el Pacífico
Pese a las poco halagüeñas perspectivas que mantenía con anterioridad a su visionado, y dada la propensión que John Boorman mantuvo en su obra hacia una narrativa llena de efectismos -especialmente en los primeros compases de su andadura como director y que también, aunque de forma más mitigada que en otros títulos suyos también está presente en esta película- ciertamente creo que aún con ciertas objeciones, HELL IN THE PACIFIC (1968.) –INFIERNO EN EL PACÍFICO en España- ha superado de alguna manera la barrera del tiempo. Y es que en buena parte de las películas filmadas por este irregular y nunca gran hombre de cine que es John Boorman, aplicó unos modos cinematográficos caracterizados por el más recurrente efectismo visual, que en esta película por fortuna se encuentra bastante más mitigado.
HELL IN THE PACIFIC es una película que se plantea como un reto al estar únicamente interpretada por dos conocidos actores –Lee Marvin y Toshiro Mifune-, encarnando cada uno de ellos a sendos oficiales de los ejércitos norteamericano y japonés, que han resultado náufragos en una isla en pleno periodo de la II Guerra Mundial. Allí inicialmente se mostrarán considerablemente agresivos uno contra el otro, intentando incluso eliminarse mutuamente y posteriormente –y cuando inicialmente uno y posteriormente el otro- caen como prisioneros, serán tratados como auténticos esclavos de sus respectivos contrincantes. No obstante, la inclemencia de la naturaleza y el propio roce en un entorno natural desierto, permitirá que se produzca inicialmente una relación de colaboración necesaria para llegar a realizar una balsa que les permita salir de la pequeña isla. Será a partir de ese proceso cuando realmente exista una cierta sintonía entre dos personajes en apariencia antagónicos, que finalmente lograrán flotar la mencionada balsa y luchar contra los elementos para que esta llegue al destino de la gran isla que pretendían como objetivo en el viaje.
Una vez allí lograrán encontrar un refugio de guerra edificado en el que encontrarán provisiones, ropas e incluso revistas que servirán para que el americano pueda rememorar a través de sus reportajes la comodidad de vida de su país, mientras que el japonés compruebe en las imágenes los avances norteamericanos contra los soldados de su ejército. Es ahí como con el desarrollo de una cena, los dos protagonistas al parecer acercarán su latente amistad pero al mismo tiempo irán aflorando elementos de su educación y cultura que repentinamente les remitirá a la anterior condición de enemigos. Los bombardeos les rodean...
Creo que si algo funciona en el film de Boorman es a través la fisicidad que emana de sus imágenes. Mas allá del estereotipo que marcan sus dos únicos personajes –en ocasiones y en su primera mitad, parece que nos encontremos ante una humanización de dos clásicos contendientes de los cartoons-, de los efectismos que en ocasiones se ofrecen en la primera media hora del film –y a los que ayuda una banda sonora de Schiffrin que más adelante va adquiriendo una mayor consistencia-, de la sumisión que estos personajes tienen sobre las características interpretativas de sus protagonistas, y del casi sonrojante simplismo que muestran las imágenes finales –que proporcionan una conclusión aparentemente atroz pero finalmente empobrecedora a la película-, es precisamente en esa ya señalada fisicidad en donde hay que encontrar sus mayores logros.
Es así como ayudado por una excelente labor fotgráfica de Conrad Hall que sabe extraer toda la belleza natural de la isla, y a la que ayuda el esteticismo en la planificación en pantalla ancha elegido por Boorman, el espectador de alguna forma se ve integrado sobre todo en ese esfuerzo de los dos protagonistas por lograr sobrevivir en un paraje agresivo para ellos, utilizando su ingenio y sabiendo aprovechar las posibilidades que le brinda un entorno natural al que no están acostumbrados. Es en todo ese proceso, que va ligado con el progresivo acercamiento del japonés y el americano, en donde la película va prendiendo su interés y logrando que pese a sus considerables insuficiencias de trazo psicológico la propia incidencia física de su labor permita que la película no aburra en modo alguno –lo cual ya es bastante para un film de estas características-.
Por lo demás, me da la impresión que HELL IN THE PACIFIC pretende prolongar por sus características el impacto que en su momento provocaron los minutos finales de la cercana PLANET OF THE APES (1968, Franklin J. Schaffner). Es más, por sus características y pese al empaque visual que muestra, la relativamente escasa enjundia de su argumento da la impresión que nos encontremos ante un episodio de THE TWILIGHT ZONE, eso si, sin que en ella sucedan elementos fantásticos, mas allá de la inflexión que se aplica en sus planos finales, que bajo mi punto de vista es bastante forzada, poco desarrollada y rompe con la relativa armonía que había desplegado su metraje precedente.
Al mismo tiempo cierto es que quizá sea esta la primera vez en la trayectoria de Boorman en la que este demostró una cierta fascinación ecológica por la pureza de la naturaleza, que posteriormente extendió a la irritante y sobrevalorada DELIVERANCE (1972) y años después en la más entonada THE EMERALD FOREST (La selva esmeralda, 1985)
Calificación: 2’5
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