DESPUÉS DE... (1981, Cecilia y José Juan Bartolomé)
Recuerdo como hace ya cierto tiempo leí en una publicación cinematográfica una afirmación del crítico Miguel Marías –a mi juicio la persona que más sabe de cine en este país-, una reivindicación sobre un documental del que tenía noticias, sobre todo contraponiéndolo con el carácter “oficialista” que caracterizaba la conocida serie televisiva dirigida por Victoria Prego, “La transición”. Lo que en el segundo de los ejemplos, pese a su atractivo, parecía querer demostrar que la evolución del franquismo a una democracia parlamentaria surgió prácticamente de discusiones de pasillo entre políticos incluso relacionados con el régimen de Franco, que de pronto tuvieron la “iluminación” de ver que la democracia era la única salida a su propia permanencia en el poder, cobra una dimensión bastante diferenciada en esta película filmada por los hermanos Cecilia y José Juan Bartolomé.
Efectivamente, DESPUÉS DE... (1981) –que consta de dos partes denominadas NO SE OS PUEDE DEJAR SOLOS y ATADO Y BIEN ATADO-, deja la imagen y la voz de este periodo –que se desarrolla fundamentalmente entre 1979 y 1980- a los auténticos protagonistas de este proceso, que fue el conjunto del pueblo español. Es por ello, por la agudeza, la constancia y valentía a la hora de filmar, recopilar y distribuir los materiales que forman parte de estas tres horas de filmación, por los que esta propuesta ha de quedar quizá como el testimonio fílmico más importante no del periodo de traslación a la democracia de España, sino de un momento temporal concreto en el que realmente a partir de problemas endémicos de nuestro país –el retraso coyuntural que este padecía-, lastres quizá ajenos a nuestro propio marco geográfico –la crisis económica que caracterizaba el mundo occidental- y la resolución decidida de procesos industriales aparcados en el propio periodo de la transición –la incidencia en la agricultura o la necesaria modernización industrial-, hizo quizá pensar a muchos españoles de aquella época de la escasa eficacia de la llegada de un régimen democrático.
Un descontento –o, mejor dicho, “desencanto”- que por parte de las gentes de la izquierda se manifestaba en comprobar como tardaban en arrancar reformas y leyes civiles demandadas por muchos, mientras que por los nostálgicos del franquismo no era más que el escaparate de una España que se abocaba a su disgregación autonómica –treinta años después, los “civilizados” herederos de aquel franquismo vuelven a lanzar esas proclamas a la actualidad española- y para ellos perdía por completo envuelta en el caos general esa definición de “una, grande y libre” por ellos venerada.
Pues bien, la cámara de los dos directores se logró introducir en el conjunto de una sociedad que en aquellos años se manifestaba viva, que recuperaba la calle en forma de manifestación, que luchaba por sus intereses, que veía como las reformas empezaban por uno mismo y en las que en segundo plano podíamos comprobar lo anacrónico de los vestuarios y características que ya entonces definían las personas que se caracterizaban por su aire progresista o ultraconservador –en este sentido la película de los hnos. Bartolomé es un documental enormemente revelador ¿cómo apareceremos los ciudadanos de hoy día cuando dentro de 30 años se vean imágenes de la actualidad?-. DESPUÉS DE... se convirtió –casi a pesar suyo- en una película reveladora, ya que sus imágenes finales –y pese a la negativa a admitir la posibilidad de ello por alguna de las personalidades que intervienen- de alguna manera dejaba entrever la posibilidad de una intentona golpista, que se hizo realidad pocos meses después de la conclusión de la elaboración del documental. A partir de ahí, lo cierto es que esa losa pesó sobre la posible explotación comercial del producto logrado, sufriendo penalidades de todo tipo que casi confluyen en un secuestro de la misma. Cierto es que sus imágenes aún siguen resultado tan veraces como disolventes de cara a aquellos que quisieron hacer ver que la transición política española era una especie de cuento de hadas servido por la clase política. En sus imágenes, tan veraces como abiertamente pobres y sencillas, se puede ver la efervescencia de un pueblo que había aprovechado las posibilidades que le brindaba las recién estrenadas libertades democráticas -por un lado y mayoritariamente para demandar que estas prosiguieran en su correcto camino de la ampliación-, y por parte de una minoría tan ruidosa como amedrentadoramente patética, el deseo de volver a un imposible camino de retorno que tuvo en el posterior 23 f su último grito agónico y recordable.
Cierto es que las limitaciones de medios en ocasiones se hacen ostensibles –esa recurrencia un tanto pobre a los titulares de prensa para cubrir las carencias de imágenes o hacer avanzar la acción-, pero el abanico de temas que aborda este documental es realmente amplio y representativo. Desde la mirada a los diferentes sectores enfrentados en la sociedad vasca, la “pacífica” reivindicación de la autonomía catalana, la batalla por el derecho al aborto, las consecuencias de la crisis de la agricultura, la llegada de la izquierda a los ayuntamientos –impagable la imagen del llorado alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, asistiendo imperturbable a la misa en honor a la patrona de la capital en donde el oficiante se desmarca con una homilía que podría haber diseñado el mismo Blas Piñar-, la estrategia de la confrontación con extremos del terrorismo etarra y de ultraderecha... Todo un abanico de subtramas que en su conjunto formaron ese casi convulso periodo que muchos han querido vestir de color de rosa. Es evidente que las imágenes de DESPUES DE... pretenden una objetividad que la misma configuración de lo que muestra es imposible lograr. Una simple mirada al entorno festivo, legítimo y generalmente respetuoso de aquellos que caracterizan el mundo de la izquierda o los trabajadores, bastan para comprobar las simpatías de los firmantes. Sin embargo, a mi juicio las imágenes más impactantes y al mismo tiempo casi “esperpénticas” recaen en aquellos momentos que muestran los ritos y personajes representativos de la extrema derecha de aquel tiempo. Y a este respecto uno no puede dejar de olvidar lo involuntariamente hilarante que resulta el primer plano sostenido de la –presumiblemente- acomodada señora de edad –parece hermana gemela de la actriz Amelia de la Torre-, que desglosa ante la cámara y en la explanada del Valle de los Caídos una furibunda y apocalíptica proclama del caos español que había destruido la “obra” de Franco. Esto, o las declaraciones de la cantante Charo Reina, mostrándola momentos después lanzando una proclama de un mitin de Fuerza Nueva, o la actividad de los cachorros de Blas Piñar tirando piedras desde su sede a una manifestación andalucista en Sevilla, son imágenes que gracias al arriesgado proyecto de los dos cineastas, permitirán que queden en la memoria tanto de los aficionados como de los estudios de ese periodo apasionante de nuestra historia reciente.
Calificación: 3
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